Tras un frustrante arranque de temporada que puso en peligro no solo sus objetivos de esta campaña sino la continuidad del proyecto de Marcelino García Toral, la paciencia interna y externa, valores poco habituales en el fútbol moderno, y la perseverancia del técnico asturiano han llevado al Valencia a visitar este sábado el Camp Nou en el mejor momento de la temporada.

La última vez que el Barcelona se enfrentó al Valencia, a principios de octubre en Mestalla, el equipo de Marcelino no conseguía coger velocidad. Aquel era su décimo partido oficial y supuso su séptimo empate, tras dos derrotas y una única victoria.

EL BLOQUEO

Dos meses después, directamente estaba bloqueado. Eliminado de la Champions y mucho más cerca en la Liga del descenso, a cuatro puntos, que de los puestos para volver a la máxima competición europea, que los tenía a diez. Para colmo se lesionaron dos de sus grandes referentes: Gonçalo Guedes y Kondogbia. Durante semanas cada comparecencia pública del club estuvo marcada por la continuidad del técnico. La temporada del Centenario se estaba convirtiendo en una pesadilla.

Pero Mateu Alemany, director general del club, mantenía la confianza en él, por convicción y porque acaba de montar toda una estructura con sus colaboradores, desde el médico al director del Área Técnica. Su refuerzo público contrastaba con las dudas privadas del presidente Anil Murthy y a ambos les tocó ir a Singapur a explicar la situación a Peter Lim, propietario de la entidad.

Un gol de Piccini en el descuento en el partido ante el colista Huesca había firmado el 2-1 y salvado el peor momento de Marcelino antes del parón navideño pero la continuidad de los resultados seguía sin llegar. Los directivos viajaron justo después de que el equipo, también en Mestalla empatara a uno ante el Valladolid. Pese a lo que pueda pensarse, aquel encuentro lo cambió todo. Para bien.

EL DESPERTAR

Tras un prolongado asedio, Dani Parejo anotó el tanto de los locales a mitad de la segunda parte y se fundió en un abrazo con el técnico. A ocho minutos del final, en su único acercamiento, Alcaraz selló el empate con un golazo de falta directa. Acabó el choque y Mestalla, con fama de impaciente y poco comprensivo, dio una lección de madurez y dictó sentencia a modo de ovación. Pese a todo, estaba con el equipo y el técnico, premiaba su tenacidad más allá de su falta de gol. En la zona de prensa, los pesos pesados del equipo salieron en apoyo de su entrenador. Más equipaje para el viaje de Alemany.

Tras esa muestra de inequívoco apoyo, llegó la plácida remontada copera ante el Sporting, la tensa remontada liguera en el campo del Celta, la cómoda victoria ante el Villarreal y el éxtasis de sellar con dos tantos de Rodrigo Moreno en el descuento la clasificación para las semifinales coperas frente al correoso Getafe.

LA FIRMEZA DE MARCELINO

En todas estas idas y venidas, Marcelino ha permanecido firme. Desde el principio vinculó los problemas del equipo a una falta de puntería puntual, mantuvo a sus puntales, especialmente a Dani Parejo y a Rodrigo, cuando se pedía su relevo y no cambió de sistema. Incluso se ha negado a aumentar el protagonismo de los jóvenes extremos Ferran Torres y Kang In Lee pese a su innegable progresión para que nadie pensara que se parapetaba tras ellos. Firmeza o cabezonería, ahora ya de igual. Por el camino, eso sí, se han quedado Michy Batshuayi y Jeyson Murillo, ahora en el Barça.

EL HORIZONTE

Más allá del resultado del Camp Nou, el horizonte valencianista parece despejado. En semis de la Copa, empezará en breve ante el Celtic de Glasgow una andadura en la Europa League que le puede suponer también un pasaporte a la Champions. Además, Guedes y Kondogbia están a punto de volver, Parejo y Rodrigo se parecen ya a los que eran el año pasado, y encima ha sumado a Torres y Lee. El Centenario aún puede acabar bien en Mestalla.