Contar, narrar, explicar y argumentar un encuentro del Córdoba, en esta temporada, se está convirtiendo en un vía crucis con no poca carga de culpa a la espalda.

Uno hace esfuerzos por olvidar la inversión económica de otros equipos como el Levante o el propio Girona para convencerse de la oración lanzada por el imán desde la atalaya. Valencianos, catalanes, lucenses, ovetenses (patria de Pelayo, por cierto) o getafenses no son más que infieles en esto del fútbol de verdad, el que debemos ver los creyentes. Y los contrarios a la fe única y cierta no ven lo que nosotros sí vemos: que no es necesario dinero, el vil metal. Que el cielo del ascenso se gana por convicción, por dejarse las manos y la garganta y por ir a la mezquita de El Arcángel cada domingo… previo paso por caja, por supuesto. Ahí sí es importante el dinero. Una vez aceptada la oración, a regañadientes por parte de la mayoría, ciegamente por algunos, hay que ir a la Cruzada. Y, claro, cuando los malditos cristianos te zurran una y otra vez la badana es lógico que la fe tiemble y se vuelva a recurrir, como siempre, al enemigo interno. «Tú no eres de los nuestros». Frase mágica para centrar el problema: nos daban la del pulpo porque había o hay garbanzos negros entre nosotros. Así que, prietas las filas, a partir de ahora sí que sí. Pero nada, que el cielo no quiere llegar y algunos coroneles, directamente, se van con los infieles, como tres que sí estuvieron en la batalla de Montilivi de junio pasado. En ese detalle también es importante el dinero.

El Córdoba regresó ayer al escenario del crimen. Y volvió a ocurrir lo inevitable. El dinero, por supuesto, continúa sin ser el problema cuando de ir a la batalla se trata. Tampoco los traidores a la fe o garbanzos negros. Ahora, la incapacidad para someter al infiel y alcanzar los cielos se debe a la psicología. Como suena. Da igual. Podrían ser responsables la chica de la curva, el chupacabras, el guardia de El Realejo o el barbero de la calle San Pablo. En ese aspecto, todo vale. Menos el dinero, por supuesto.

Será cuestión de que el Girona tiene mejores psicólogos, porque los hombres de Machín se creyeron superiores a los de Carrión y lo demostraron. En una primera parte para olvidar, el Girona jugó más y mejor que el Córdoba, anotó un gol, pudo haber un par de ellos más para cerrar definitivamente el encuentro antes del descanso y la imagen de los blanquiverdes fue, simplemente, penosa. Al minuto y 15 segundos de partido los locales ya ganaban a causa de un gol de Sandaza -que tuvo contactos con el Córdoba en verano-, que aprovechó lo que ya todos saben: que el Córdoba no tiene defensa o al menos, que está formada por Melchor, Gaspar y Baltasar. En realidad, ninguno de sus cuatro componentes, más Kieszek, estaban preparados psicológicamente para tener a Sandaza en el área pequeña y, claro, pasó lo que pasó.

El Girona leyó muy bien el encuentro y el centro del campo blanquiverde. Balones de 30 metros desde su línea de tres centrales a la superioridad creada en banda por sus carrileros y a Portu o a Granell, ambos entre líneas. En su defecto, Juanpe, Ramalho y Alcalá también tenían a Sandaza, que bajaba unos metros y, de cabeza, daba opción a la segunda jugada. Así, el mediocampo cordobesista quedó inédito, tanto en labores defensivas como ofensivas, salvo honrosas excepciones a cargo de Ríos o Juli. El equipo de Carrión, en ese primer acto, se quedó limitado a la individualidad, a la batalla de uno solo por su cuenta. Bien. Al menos en esos dos o tres no habrá que invertir en psicólogos.

Lo que dejó en evidencia a los visitantes fue el muestrario de pases largos (algunos también en corto) que ofrecieron los catalanes. Esos dos ritmos fueron inasumibles para un Córdoba que bastante tiene con lo suyo. Granell, Borja, Sandaza, Portu y de nuevo Sandaza pudieron dar el duelo por concluido antes de tiempo, pero una vez sus propios fallos y en alguna ocasión el acierto de Kieszek lo evitó.

La segunda parte comenzó igual o peor, ya que el ritmo parecía idéntico y llegó el segundo gol local, obra de Portu, cuando unos minutos antes Borja García también tuvo una clara opción.

En los minutos siguientes hubo cambios significativos. El Girona recordó los puntos que se le han marchado de Montilivi con partidos teóricamente resueltos y Carrión quiso activar a su equipo fuera como fuera. Y lo consiguió. Más allá si ocurrió por los relevos de jugadores o por el intento de control del duelo por parte de los locales, lo cierto es que durante los siguientes 15 minutos el partido estuvo del lado cordobesista, con una ocasión clara de Juli, un balón al palo de Piovaccari y un penalti a Rodri que Cordero se comió descaradamente. Fue a lo máximo que llegó el Córdoba con la entrada de Javi Galán, Antoñito y Rodri, ese cuartito de hora, porque ya el último tramo de encuentro de nuevo el Girona se hizo con el control del mismo, aunque con menos llegadas que en la primera hora del duelo. Apenas un disparo de Alcaraz a dejada de Fran Sandaza.

En todo caso, lo visto en Montilivi deja a las claras los motivos por los que el Girona se encuentra situado en ascenso directo, peleando la plaza con Levante o Getafe, y el Córdoba, casi a la misma distancia de los play-off que del descenso. Las razones están claras, pero si se sigue insistiendo en la psicología habrá tortas por el diván. Muchos lo necesitarán, no sólo en el vestuario.