No ha sido una Titan Desert cualquiera. Los catalanes Josep Betalú y Anna Ramírez sellaron este sábado el triunfo final en Maadid (Marruecos), unas victorias casi esperadas (la tercera para ella, la cuarta consecutiva para él), pero no ha sido esta una edición más de la prueba, acostumbrada tras 14 años a ver a muchos de sus 'titanes' derrotados por la arena, abofeteados por el calor y exprimidos por el esfuerzo, pero no a que esa derrota sea definitiva, a que las dunas entierren el corazón cargado de ilusiones de un participante.

El duelo de la Titan por la muerte de Fernando Civera se expresó en un escándaloso silencio en la jaima el pasado lunes. Esta vez no era el cansancio el que lo provocaba sino la asunción de que, más allá de la lucha con los rivales, la verdadera pelea es contra el desierto, mucho más despiadada. El 'tío del mazo' era esto.

Asumida la crudeza de la vida en el Atlas, la carrera siguió adelante con sus tradicionales estampas, a las que la fatalidad dio un nuevo significado: ese pelotón que deja atrás una nube de polvo, sabiendo que inevitablemente es más polvo lo que aguarda más adelante; las ayudas, entre compañeros de equipo o entre desconocidos, única vía para enfrentarse con esperzanzas de victoria a un medio hostil; el descanso entre batallas, cuando la mente convierte un simple cojín en un hotel de lujo.

La meta de Maadid liberó más emociones que nunca. El dolor hizo aún mayor la gloria de todos los que vencieron al desierto.