Era una noche señalada, que coronaba las fiestas de una localidad costera del norte del país, hace apenas un lustro.

La casa que acogía el guateque era una de las mejores de la ciudad, medio millar de metros cuadrados desde los que se podían contemplar los fuegos artificiales que remataban la jornada y divisar gran parte del entorno, con una de sus emblemáticas playas. El dueño del club local, un histórico del fútbol español, llevaba tiempo incómodo porque los comentarios negativos se habían incrementado exponencialmente en los últimos años. A esa misma casa, por imperativo jerárquico, acudían varios jugadores cuando alguno de los niños cumplía años y eran ya famosas las farras que se montaban en ella. No había alternativa para los futbolistas, lo ordenaba el jefe, que no el dueño. La incomodidad del propietario era una constante, entre otros motivos porque la prensa local insistía en la nefasta gestión y en las dos quiebras que ésta había provocado en el club en pocos años. Colaboración opaca con un fondo extranjero, operaciones nada claras con determinados -siempre los mismos- agentes y la aceptación generalizada y a regañadientes de que allí, el que mandaba, no era el dueño del club, que se marchó de la fiesta percibiendo el olor a colonia de Gucci y con una conclusión irrebatible, que trasladó a sus íntimos: «Tengo que despedir a mi director general; no es normal que su casa sea más grande y mejor que la mía». Obviamente, no era una cuestión de celos, sino de desconfianza. La rescisión, por supuesto, fue millonaria: 600.000 euros, según datos ofrecidos en la junta de accionistas del club y recogidos por la prensa local. Con la indemnización en el bolsillo, todos en la ciudad y hasta fuera de ella daban por hecho que volaría a la capital para hacer valer su cercanía con el patrón del fútbol español.

Uno de los orígenes del actual Córdoba se puede señalar en el Leganés de la 1993/94. El lateral derecho de aquel equipo entrenado por Duque era José Jesús Mesas, socio de Alfredo García Amado en su agencia de representación. Otro componente, centrocampista, era Alfonso Serrano, actual director deportivo blanquiverde, que tenía como compañero en aquella medular a Alfredo Sánchez Benito, actual ayudante de Enrique Martín, técnico al que el propio García Amado intentó contratar la pasada temporada como relevo de Sandoval, declarado amigo del asturiano, a pesar de sus recientes divergencias. Parece que Serrano colaboró con el agente Eugenio Botas en la época en la que éste tenía llegada, y no corta, en el Sporting de Gijón en la primera década de este siglo. Podría pensarse que el aroma a Gucci inunda la planta noble de El Arcángel.

Víctor Ruiz pretendía jugar en Segunda División, aunque su representante le dijo: «Solo tengo al Córdoba»

Sin embargo, Mesas -que por parecido físico pasaría por hermano de Luis Suárez- y su socio estuvieron hace unos días hablando en El Arcángel con Serrano, al que ofrecieron, entre otros, a Nano (35 años), lateral izquierdo del Almería y ex del Córdoba: «Está tieso», respondió el director deportivo blanquiverde, lo que provocó el lógico enfado de los visitantes. En cualquier caso, el control sobre el director deportivo blanquiverde es obligado, ya que hace unos días fichó a Víctor Ruiz. El nuevo central cordobesista pretendía jugar en Segunda División, pero su representante le contestó: «Solo tengo al Córdoba». El futbolista contactó con otros agentes, al menos dos, porque no estaba ni está contento con el suyo, al que censuraba que «no se ha movido por mí». Finalmente, el también director general del Córdoba se salió con la suya y no solo lo trajo a El Arcángel, sino que se fue con él a buscarle piso, algo que no ha hecho con ningún otro de los jugadores que han firmado por el club en el último año. Un currito de base del Córdoba, con cierta sorna, comentó que ese momento «fue de los pocos en el que le vi trabajar para el club». Con licencia 455 de la RFEF, el superagente Alfredo García Amado ha evolucionado con respecto a la pasada temporada: de contratar a futbolistas de la agencia de la que es socio, el Córdoba ha fichado, directamente, a un jugador representado por el todavía director general, a falta de que la «amortización» del puesto se haga efectiva. Muchos se han quedado con la afirmación desde LaLiga, publicada en este periódico, dejando en buen lugar tanto al asturiano como al presidente. Sin embargo, pocos repararon en la siguiente respuesta: «En Segunda B a lo mejor hay que hacer un enfoque de distinta manera. Los recursos de un club de Segunda B ya no son los mismos. El fútbol profesional es distinto al que no es profesional», llamando así al adelgazamiento de la estructura del club, una estructura que le trajo no pocos problemas en la 2018/19, y que se desmanteló en julio del 2018.

En un entorno acostumbrado en los últimos años a las trincheras, a renunciar a los matices para etiquetar a la velocidad de disparo de Lucky Luke, no deja de ser llamativa la invisibilidad lograda por García Amado para con algunos. Buñuel dijo que la ciencia no le interesaba «porque me parece presuntuosa, analítica y superficial. Ignora el sueño, el azar, la risa, el sentimiento y la contradicción, cosas todas que me son preciosas». El fútbol, que es lo contrario a la ciencia y tiene mucho de sueño, de ilusión, de entusiasmo irracional, de contradicción, se ha convertido últimamente a orillas del Guadalquivir en una pseudociencia. El aficionado, que se ilusionaba con un fichaje, con un partido, con un gesto de un futbolista, pasó de ser jugador («le hubiera dado con el exterior», «hubiera pasado al compañero») a ser entrenador («menganito no debe ser titular» o «yo jugaría con doble pivote»). Y de ahí ha desembocado, directamente, en ser dirigente, presidente o máximo accionista. Lo mismo podría pasar por ser seguidor del Córdoba que aspirante a accionista de ACS, de Inditex o de Desatranques Jaén. No son todos, por supuesto, pero curiosamente, son los mismos seguidores de la empresa blanquiverde que odian el fútbol moderno. Quizás, porque es difícil digerir la derrota sufrida hace 19 años, en la conversión del club en SAD, derrota sufrida, por otra parte, por la mayoría de los clubs y sus ciudades.

Una ciénaga instalada en la puerta de casa a la que hay que evitar diariamente. Algo nada fácil. De ahí que esa invisibilidad del asturiano sea especialmente llamativa teniendo en cuenta sus movimientos en el año que lleva en El Arcángel y, sobre todo, sus emolumentos. Si los aficionados se centran en la relación rendimiento/coste (sobre todo coste, ahora en Segunda B), la lista de no renovaciones de la entidad blanquiverde debería ir encabezada con su nombre. Así podrá seguir disfrutando de las vistas de la playa de San Lorenzo en las fiestas de la Patrona y de la licencia 455 como superagente de fútbol. Sería lo más higiénico para todos.