Santiago Solari conquistó un estadio inexpugnable, convirtió al Real Madrid en el primer equipo que derrota en su casa al Atlético, reforzado en su imagen tras ganar el pulso táctico a Diego Simeone, dejando su nombre para la posteridad como primer técnico madridista que gana en el Wanda Metropolitano.

El pulso entre amigos refuerza a Solari. Fue su compañero Simeone primero y posteriormente su entrenador. Conocía de primera mano sus virtudes, la intensidad que metería a un partido en el que el Atlético de Madrid debía explotar el mayor desgaste físico madridista tras el clásico.

Pero Santi apenas retocó un equipo que vuela en el presente gracias al trabajo de Pintus. Con pulso firme para sentar pesos pesados como Marcelo y Gareth Bale, dando paso a jóvenes como Sergio Reguilón y Vinicius, que le dan la razón sobre el césped.

El Real Madrid mostró, una vez más, que sabe competir a la hora de la verdad. En partidos en los que se pone en juego una temporada entera. En el Metropolitano se decidía su papel en el resto de la Liga. Protagonista si conquistaba por primera vez la casa de su vecino. Sentenciado en caso de derrota y con muchos meses por delante para dejar todo en función de la Liga de Campeones y la Copa del Rey.

Logró Solari desfigurar a un Atlético desconocido en el derbi. Pasional, con fortaleza física para ejercer una presión asfixiante en campo rival, pero desacertado con el balón, vulnerable en defensa por las continuas perdidas en banda derecha de Correa que permitieron al Real Madrid volar a la velocidad de Vinicius al contragolpe. Así desarmó el partido diseñado por su rival, que nunca logró convertir su intensidad en ocasiones de peligro.

Afectado el planteamiento de Simeone por el estado de Rodrigo, jugador clave en el equilibrio rojiblanco. Ausente de inicio por molestias en un centro del campo donde Thomas fue superado y Saúl no apareció. La figura de Casemiro se impuso. La apuesta intocable de Solari, con su 4-3-3, ganaba fuerza jugando con velocidad ofensiva y encontrando espacios en el 4-4-2 del Cholo. A su equipo le faltaba desborde por fuera, encontrar a Antoine Griezmann en su zona de peligro. Solo ocurrió una vez y la transformó en el tanto del empate.

Un golpe que hace un par de meses habría sido una losa en el Real Madrid y al que ahora reacciona con grandeza y personalidad. Ya no añora la figura de Cristiano Ronaldo ni la falta de gol. Genera ocasiones amparado en la ilusión y el descaro de Vinicius, la visión de Karim Benzema, la llegada desde segunda líneas de centrocampistas que, ahora sí, se atreven a chutar desde fuera del área.

Se sumó el poder en el juego aéreo de Sergio Ramos, otra batalla táctica que cayó del lado de Solari. Clave el capitán en el primer tanto, ganando por arriba el balón de un córner para que marcase Casemiro y firmando el segundo con su seguridad habitual en el lanzamiento de penalti. Pleno de aciertos y un Real Madrid que volaba de nuevo para mostrar seguridad en toda la segunda parte hasta que sentenció con la velocidad de Bale.

Es un triunfo con firma de entrenador, la de Solari que sale muy reforzado de su primer clásico y derbi. Dos duelos de alturas con tan solo tres día de distancia entre ellos.

Simeone no había perdido de local este curso. De 45 partidos solo había perdido tres en la historia del Metropolitano. El Espanyol era el único que lo había conseguido en la Liga. El Real Madrid hizo lo más difícil para convertirse en alternativa de una competición que parecía enterrada.