Cuando se permanece en Primera División solo 314 días y en los últimos 60 ya se le ven al lobo algo más que las orejas, no existe un solo error y alguno de ellos tampoco aparece sorpresivamente. El fugaz paso del Córdoba por la máxima categoría nacional después de más de cuatro décadas de espera no ha sido sino el resultado de errores del pasado que no solo no se quisieron solventar, sino que se extremaron y, para más inri, se le añadieron algunos nuevos. Se inició con la renovación de Albert Ferrer, con una plantilla confeccionada de manera coral --aunque posteriormente se aseguró que fue el técnico catalán el que compuso la misma en un alto porcentaje-- y la decisión del relevo del técnico del ascenso por Miroslav Djukic, al que fichó directamente el presidente, según sus propias declaraciones. Luego vinieron las difíciles relaciones del serbio con la plantilla, en las que la ausencia de comunicación por parte del entrenador dio paso a un problema de índole interno que el propio Djukic se encargó de dinamitar por completo, posiblemente hastiado por la gestión de la propia plantilla, con continuos puenteos a su autoridad y con los pesos pesados, como en el año del ascenso, volviendo a tener poder de decisión. Sin embargo, en Primera la historia fue muy distinta, ya que esa pretendida autogestión finalizó con una atomización en grupos del propio vestuario. Finalmente, y con opciones aún de recomponer mínimamente el desastre, la inicial lista de remodelación para la que se hablaron casi con una decena de jugadores, quedó finalmente en tan solo cinco, con lo que puestos vitales como la portería, el lateral derecho o el centro de la defensa quedaron sin tocar. De hecho, al fracasar esa pretendida reconstrucción y quedarse en apenas la mitad, Djukic no tuvo más remedio que tirar de Florin Andone, ya que también se observaba la posibilidad de incorporar a un delantero que supliese la marcha de Xisco. El de Florin es solo el botón de ejemplo de una errática política que ha afectado al filial incluso más que el primer equipo. El segundo conjunto blanquiverde apenas ha podido tener 13 o 14 jugadores con cierta solvencia a lo largo de la temporada. El primer equipo lo ha pagado en forma de descenso. El filial también podría sufrirlo.

Una renovación a pesar de los pesares

Es conocida la última parte de la temporada en Segunda con Albert Ferrer, sobre todo tras el triunfo en Gijón. El catalán no tuvo una relación fluida con los pesos pesados del vestuario y, de hecho, el pasado verano pidió la salida de varios. Solo lo hizo Bravo, y recordando que "ha sido cosa del entrenador, que ni me habla". No deja de ser sorprendente que justo antes de los 'play-off' el técnico planteara un nuevo contrato que el club aceptó a pesar de que Ferrer renovaba automáticamente en caso de ascenso. Su ficha pasó a triplicarse y el supuesto interés de un equipo en él era eso precisamente, supuesto, tal y como comprobó el club en el primer contacto. A pesar de la apuesta y de los antecedentes deportivos y económicos, el club aguantó a Ferrer en el banquillo tan solo dos meses.

Confección de la plantilla en Primera División

Es muy llamativa la circunstancia que rodea la renovación y despido de Ferrer porque el propio presidente declaró en diversos medios de comunicación que "el 80% de la plantilla" la había compuesto el catalán, que ya en la pretemporada dejó entrever cierto malestar por el "excesivo número de componentes" en la plantilla, lo que le impedía "entrenar con normalidad". La salida de esos hombres no se produjo y si en Segunda había problemas, en Primera se amplificaron. Solo un dato que puede servir como ejemplo de gestión deportivo/económica: las fichas de los cinco jugadores que salieron en invierno (Havenaar, Matos, Caballero, López Garai y Xisco), la rescisión de Ferrer más la contratación de Djukic y su equipo suponían a la entidad un desembolso que rondaba los tres millones de euros, el 20% del gasto deportivo previsto para la primera plantilla.

¿Quién es el barítono en el coro de decisiones?

Posteriormente a las declaraciones en las que se responsabilizaba a Ferrer de la composición del plantel, de nuevo el presidente, Carlos González, volvía a recurrir al argumento de las decisiones corales "entre los técnicos del club". Pero solo en ocasiones y disimuladamente dejó entrever que la decisión final es la suya propia. En todo caso, sí dejó claro que "a Djukic lo he fichado yo" en unas declaraciones en Canal Sur. La llegada del serbio llevaba implícitamente la recomposición de la plantilla, por lo que su objetivo, hay que recordarlo, era "llegar vivos al mercado invernal", como reconocieron voces del club en aquel momento. Y en ese aspecto, Djukic cumplió, ya que llegó a tener al equipo dos puntos por encima del descenso. No deja de ser llamativo que, una vez cerrado el mercado el 31 de enero, el Córdoba cayó en picado desde el primer día de febrero, con aquel partido en Vigo en el que el serbio contempló que la reestructuración se quedaba en mucho menos de lo hablado. Como mínimo, aún le faltaban un portero (no se cerró el caso Saizar-Andrés), un lateral derecho (Lópes), un central y un delantero. Posiblemente, esa sensación de puertas abiertas en el vestuario y de plantilla incompleta en su reestructuración pudo influir en sus tomas de decisión en aquel febrero loco.

Las difíciles relaciones con la plantilla

Los contactos fluidos de un sector del vestuario con otras instancias del club no ayudaban a mantener blindada la caseta --de hecho, algún capitán estuvo en la toma de decisión del cambio de entrenador--, y además era algo ya arrastrado desde la etapa en Segunda División. Pero ya en Primera, los componentes eran diversos y los egos, más altos, lo que provocó la primera fractura de la plantilla, aunque pospuesta a lo que ocurriera en el mercado invernal de fichajes. Esto es, una patada al balón hacia adelante.

Y "se armó el belén" tras el mercado invernal

Si la gestión económico/deportiva dejaba muchos puntos negros, el de la gestión meramente deportiva, la interna, no fue mucho mejor. Ferrer no conectaba con el vestuario desde la temporada del ascenso; Djukic, directamente, no hablaba. Las salidas de jugadores ante la deslegitimación del teórico poder del vestuario se hicieron una constante y todo fue cuestión de tiempo. Con el mercado invernal cerrado, con un entrenador con el que no se había cumplido lo hablado y con un plantel dividido en función de los contactos de sus elementos con otras instancias del club, todos los errores de meses se concentraron en el aspecto disciplinario de la salida de jugadores. Incluso en ese apartado, el club también hizo amago de actuar para después recular, en cierta medida. Los expedientes disciplinarios aún siguen esperando firma. Djukic solo abrió la boca para afear la conducta a los indisciplinados delante de sus compañeros, entre los que Ghilas fue el único que le contestó, reivindicando su rendimiento deportivo. Ese mismo día, el entrenador señaló al francoargelino, dejándole fuera de la convocatoria para el Espanyol, porque "es un referente", aseguró. Desde entonces, Ghilas se bajó del barco, como antes ya habían hecho algunos.

La última puñalada, también para el filial

Esa errática política de fichajes en las que, por ejemplo, al parecer se entrega a Ferrer (un seminovato, en el mejor de los adjetivos) "el 80%" de la confección de la plantilla a un Córdoba que llevaba 43 años sin pisar la Primera División afectó gravemente al filial blanquiverde. Para empezar, el límite de plantilla del segundo equipo no se cubría y teóricamente inició la temporada con 21 jugadores (se podían cubrir hasta 22 fichas). Pero ahí se empezó a descontar: tres jugadores del primer equipo tenían ficha del filial, Campabadal, Pinillos y Fede Vico. Por si fuera poco, apenas pudo disfrutar de Florin Andone; primero, por algunas pequeñas lesiones, y después, porque Djukic no tuvo más remedio que tirar de él, con lo que la lista se quedaba en 17. Para colmo, entre esos 17 estaban futbolistas como Santos (en recuperación de una grave lesión) y José Antonio González, Fran Serrano y Sebas Moyano, aún formándose, o Eaton, un joven 'talento' inglés de 16 años incorporado por Salva Sánchez, agente con mucho peso en la entidad blanquiverde. Así, el entrenador del filial apenas tenía 13 jugadores de cierta garantía de los que dos eran porteros y uno de ellos Toscano, al que el club ya quiso sacar en verano, antes de iniciar la Liga. Profundizando en la puñalada al filial, en invierno salieron José Antonio González, Lucena, Quiles y el mencionado Eaton. Llegaron solo De Val y Sergio Díaz. Prácticamente, un once titular y poco más. Cualquier sanción o lesión era dramática para los jóvenes blanquiverdes que, en todo caso, han llegado a la penúltima jornada con opciones de salvación. Son los únicos que, por sí solos (nunca mejor dicho), pueden escapar a todos los pecados del club en esta temporada. Y no son pocos, por lo que habrá que plantearse si el problema es el discurso o el guionista.