Para que llegue el cariño, antes debe haber respeto. Y para que éste se produzca se debe tener un mínimo de comunicación, primero, y un máximo de conocimiento aplicado a la práctica, después. Algo de respeto se faltó a José Mingorance, que recibió su homenaje en la previa del partido y que es uno de esos nombres escritos en oro en la historia cordobesista. Ya octogenario, lo que vio sobre el campo le gustaría sólo parcialmente. Por su Granada seguro que se alegró, pero ver la imagen de su Córdoba de esa manera... Eso no se le hace a nadie y menos a una leyenda ya en los 80 tacos.

En el palco estuvo Lucas Alcaraz, que tiene su cara impresa en una de las puertas de Los Cármenes, en la de los entrenadores. También se vio en los alrededores del estadio a Emilio Vega, hoy en el Huesca. Pasado del Córdoba, en distintas épocas, que ya parecen tan lejanas como la de Mingorance. Y mirando atrás, casi ningún hombre del pasado parece «malo», cumpliéndose una vez más aquello de que en este país sólo se habla bien de los que ya no están de cuerpo presente.

Quizás por lo de Mingorance o por lo del resto de caras conocidas, el caso es que durante los primeros 45 minutos de ayer solo había lugar a la melancolía. Porque, a pesar de estar viéndolo en directo (por desgracia), resultaba complicado creerlo. La mente se iba a otros tiempos y sólo interrumpía el ensimismamiento el grupo de unos 350 aficionados cordobesistas que se dieron cita en Los Cármenes. A pesar de que desde el planteamiento hasta la ejecución la actuación del equipo había que tomársela a chufla (sí, a chufla), los únicos que mantuvieron el respeto y hasta el cariño fueron esos unos 350. Animaban sin parar, empezando por el himno. Si el estadio hacía la ola (sí, otra vez la ola, como en Albacete, como en Málaga), ellos se desgañitaban gritando «¡Cordobá! ¡Cordobá!», aunque ni los suyos, probablemente, les escuchaban.

Algún día, recordando lo ocurrido en Los Cármenes, algún protagonista de ese esperpento deba pedirle perdón. A todos. Desde Mingorance hasta el último de los que se desplazaron. Y aún así, a alguno le será difícil concederlo. Con motivo.