Semioculto tras la cortina de filtraciones y rumores interesados desplegada a cuenta del posible retorno de Neymar al FC Barcelona, Antoine Griezmann contempla el paso de los días a la espera de que llegue el primero de julio y, con él, la nueva cláusula de rescisión de 120 millones de euros que ha de propiciar su mudanza al Camp Nou. El acuerdo entre el club azulgrana y el jugador francés está cerrado desde hace tiempo y la previsión en Can Barça es que el anuncio de la contratación se produzca a finales de esta misma semana, en unos días en los que también tendrá lugar, salvo contratiempo de última hora, la presentación oficial del holandés Frenkie de Jong (el viernes es la fecha más probable para esto último).

Así lo apuntan fuentes de la entidad barcelonista, cuyos representantes han mantenido en los últimos días contactos con el Atlético de Madrid en los que se ha explorado la posibilidad de convertir el fichaje de Griezmann en un traspaso negociado. Para ello, el Barça tendría que dar por el futbolista algo más de lo estipulado en la cláusula (una cantidad cercana a los 126 millones de euros, que es lo que el Atlético deberá desembolsar por la joven estrella del Benfica Joao Felix) y, a cambio, podría fraccionar el pago.

Existe asimismo otra circunstancia que puede dilatar las negociaciones para, a la larga, facilitar el acuerdo, y es la pretensión del club madrileño de incluir en la operación al lateral portugués Nelson Semedo, pretendido por el Cholo Simeone y cuya actual cláusula de rescisión es de 100 millones, cantidad que el Atlético pretende rebajar de forma muy considerable.

Cinco temporadas, 17 millones

De un modo u otro, ‘Grizou’ está llamado a ser jugador del Barça en los próximos días. Según desveló el diario francés 'L’Equipe', el delantero de Mâcon firmará un contrato por cinco temporadas con un sueldo anual de 17 millones de euros; esto es, seis millones menos de los que arrancó al Atlético de Madrid en su última renovación, sellada el pasado verano después de descartar a última hora un acuerdo con el club azulgrana que los mandatarios de esta entidad daban ya por hecho.

El desenlace frustrado de aquellas negociaciones, retransmitido además a través de un documental de gusto dudoso concebido con la colaboración necesaria de Gerard Piqué, dejó un sentimiento de agravio en la directiva y la afición barcelonistas. Pero las necesidades deportivas del equipo -más aún tras la catástrofe de Anfield- han acabado pasando por encima de la sensación de dignidad pisoteada y tanto los responsables del área técnica como Ernesto Valverde han apostado por la incorporación de un 'crack' contrastado, campeón del mundo, que no solo garantiza goles y asistencias sino que conoce a la perfección la Liga española y que, tras pasar cinco años a las órdenes de Simeone, llega con un máster en disciplina y rigor táctico bajo el brazo.

Tragarse el orgullo

En toda esta operación, también Griezmann ha tenido que tragarse su parte de orgullo (además de acceder a una rebaja salarial). Apenas ocho meses después de anunciar a bombo y platillo su decisión de quedarse en el Atlético (“quiero demostrar a todo el mundo que confío en este club y estos compañeros”), el delantero estaba llamando a las puertas del Barça para hacer saber que estaba arrepentido y explorar la posibilidad de una segunda oportunidad.

Las razones eran diversas. En primer lugar, la constatación de que los refuerzos en los que 'Grizou' confiaba para que el equipo subiera un peldaño y pudiera codearse con los grandes de Europa no habían dado el resultado esperado. Además, el esfuerzo que el club colchonero tuvo que hacer para subirle el sueldo a su estrella provocó tensiones en la tesorería de la entidad y, llegado el momento, hizo que no se pudieran atender las demandas de otros jugadores, que optaron por negociar su salida. Entre ellos, y no deja de ser paradójico, el uruguayo Godín y el francés Lucas Hernández, dos de los mejores amigos de Griezmann en el vestuario rojiblanco.

El interés de unos y otro se ha impuesto, pues, finalmente a los sentimientos para acabar desembocando en un matrimonio de conveniencia que deberá ahora superar el comprensible recelo de la hinchada. El ruido generado en torno a Neymar puede contribuir a ello. Pase lo que pase con el brasileño.