Transcurrido un tiempo tras el almuerzo, cuando el reloj marca las dos de la tarde, la actividad regresa a un anodina pista de hielo del distrito de Kúntsevo, en el oeste de Moscú. Nadie diría que en este escondido edificio de paneles prefabricados, a tiro de piedra del último anillo de circunvalación de la ciudad e inserto en uno de tantos barrios semiindustriales de la periferia moscovita, se entrenan algunos de los más punteros patinadores de Rusia bajo la dirección del legendario Aleksándr Zhulin, dos veces medallista olimpico en los años 90. En los pasillos y en los vestuarios del complejo deportivo, esbeltos y trabajados cuerpos de ambos sexos realizan ejercicios de calentamiento, estiramientos y zancadas, antes de introducir trabajosamente sus pies en unos patines que, durante las siguentes horas, les permitirán realizar, sobre la helada superficie blanca, piruetas imposibles para el resto de los mortales.

Una figura menuda y mediterránea, con una melena morena recogida en un moño, destaca entre tanto atleta de complexión y aspecto nórdico. Se trata de la madrileña Sara Hurtado, el principal valor del partinaje artístico español tras la retirada de Javier Fernández, quien desde hace tres años se prepara en Moscú con su actual pareja de baile, el ruso nacionalizado español Kirill Khaliavin. "Está haciendo la siesta; como podéis ver, tiene muchas costumbres españolas", comenta, mientras se ajusta los cordones de una de sus botas blancas y señala a su compañero bailarín tumbado boca abajo sobre uno de los bancos del vestuario.

"EMPEZAR DE NUEVO A PATINAR"

Sara patina con Kirill desde el 2016. Se siente cómoda con su nueva vida y su nueva pareja de baile, tan diferente a sus vivencias en Montreal con el barcelonés Adrià Diaz, de quien anunció su separación en una declaración en su página de Facebook en octubre del 2015. "Fui yo quien tomó la decisión, pero llevábamos ya tiempo sin trabajar bien", explica. Para ella, su etapa en Rusia equivale a empezar "de nuevo a patinar", porque "la escuela rusa es muy diferente". "Por ejemplo los pasos, que son mucho más largos", apunta. Se ha adaptado sin problemas a las particularidades de los rusos, quienes a primera vista pueden parecer fríos y distantes pero que con el tiempo establecen intensos vínculos emocionales. "Al principio, mantienen las distancias, pero cuando entras en su círculo intimo te lo dan todo", comenta.

Acabado el calentamiento, Sara y Kirill se dirigen a la pista de hielo, que comparten con varias parejas de élite de diferentes edades, incluyendo a los rusos Victoria Sinitsina y Nikita Katsalápov, actuales subcampeones del mundo. "Entrenarse con gente de tanto nivel es muy estimulante", destaca Kirill. El sorteo les ha concedido esta tarde actuar en segundo lugar, precisamente después de Sinitsina y Katsalápov. Repetirán hasta tres y cuatro veces su programa libre, con música de Pink Floyd, Max Richter y Harry Styles, una actuación que una semana más tarde tenían previsto desplegar en Saitama (Japón), durante el campeonato del mundo.

"Nosotros no nos ponemos límites; lo podemos conseguir todo", apunta Kirill. "Después de conseguir una medalla en un torneo del Grand Prix, cualquier resultado es posible para nosotros", corrobora Hurtado. Para patinadores de su nivel, la temporada arranca en octubre y noviembre, disputando dos de los seis certámenes del Grand Prix, que se celebran en EEUU, Canadá, Japón, Francia, Rusia, y China/Finlandia. Quienes obtienen los mejores resultados acuden a la final, que tiene lugar en diciembre en un lugar diferente cada año. En la temporada recién acabada, el dúo Hurtado/Khaliavin logró la medalla de plata en la copa Rostelecom, celebrada en Moscú, y un meritorio cuarto puesto en el Gran Premio de Helsinki.

Los campeonatos de Europa, del Mundo y los Juegos Olímpìcos cuando tocan, se disputan en la segunda parte del año deportivo, concretamente en el primer trimestre. En enero pasado, en Minsk, la capìtal de Bielorrusia, se posicionaron como la séptima pareja europea, marcando una clara progresión respecto a los resultados obtenidos en el 2018 en Moscú (8 puesto) y en el 2017 en Ostrava (un 13 lugar). Hace una semana, en Japón, obtuvieron el puesto 12 del mundo, igualando su actuación en los Juegos Olímpicos de PyeongChang del 2018.

En la cita coreana, en el programa libre, gracias a una imponente coreografía de Antonio Najarro basada en el ballet Don Quixote, superaron en puntuación a parejas tan consagradas en el patinaje artístico de danza como la formada por los estadounidenses Madison Chock y Evan Bates. Y aunque aún quedan tres años para los Juegos de Pekín del 2022, esperan para entonces haber incrementado el palmarés de campeonatos y medallas. "El patinaje es una cuestión de estatus, y es algo que vas adquiriendo poco a poco", subraya Sara.

"Es una pareja que tiene mucho margen de mejora; por eso los entreno", apunta Zhulin, su preparador. Entre los elementos que requieren especial atención durante los largos entrenamientos moscovitas de Sara y Kirill son los twizzles, una de las piruetas obligatorias de su especialidad, que consisten en series de rotaciones sincronizadas de ambos patinadores sobre un pie y moviéndose a lo largo del hielo. Sara admite que en el campeonato de Europa tuvo "un fallo" en su ejecución durante el programa corto, lo que le hizo perder cinco puntos y varios puestos en el resultado final. "Cuanto más arriba estás, las puntuaciones son más apretadas y los fallos se reflejan más en la clasificación final", reconoce.

DEPORTE MINORITARIO CON POCOS PATROCINADORES

Pese a los éxitos obtenidos en los últimos años por Javier Fernandez, Sara Hurtado y Adrià Díaz, el patinaje artístico sigue siendo un deporte minoritario en España, que requiere de grandes dosis de sacrificio y esfuerzo a quienes lo practican. En el caso de Sara, reconoce que aún depende en parte de la ayuda familiar, pese a sus 26 años. "La Federación Española me paga la pista y el entrenador", explica. Su situación no tiene nada que ver con la de sus compañeros rusos de entrenamiento. "Aquí, en Rusia, en cuanto entras en el equipo nacional, casi te conviertes en un funcionario, y pasas a recibir un sueldo del Estado", explica. Algunos patrocinadores, como Iberdrola, han aparecido en el horizonte, pero en ningún caso conceden la deseada autonomía a un deportista que debe dedicarse casi con total exclusividad a entrenarse.

Serán Javier, Sara y Adrià -estos dos últimos acompañados de Kirill y Olivia, sus actuales parejas de baile que compiten por España- tres casos aislados de talento generacional en un deporte que nunca ha recibido grandes apoyos desde la oficialidad? "A veces es lo que nos tememos", responde Sara. "Hoy en día en España, la principal cantera de patinadores está en Majadahonda, aunque también hay algunos centros en Catalunya o el País Vasco", continúa. Y es en estas etapas tempranas donde reside el futuro del patinaje artístico español y donde las autoridades deportivas deben emplearse a fondo si quieren dar continuidad a los últimos éxitos en este deporte. Los canadienses Tessa Virtue y Scott Moir, o los franceses Gabriella Papadakis y Guillaume Cizeron, campeones y subcampeones olímpicos en la modalidad de danza en los Juegos de PyeongChang, por citar solo dos ejemplos, llevan patinando juntos desde que eran unos niños, concretamente desde los ocho años.