Carlos Sainz y Lucas Cruz, la pareja de Peugeot, están ya de vuelta a España como flamantes ganadores del que dicen, incluidos los propios organizadores, incluido el excampeonísimo de la prueba, Marc Coma, diseñador del trazado, ha sido el Dakar más duro de las últimas décadas. Sainz, que aseguró, nada más llegar a Madrid, que aún no ha decidido, a sus 55 años, si continuará o no corriendo, afirmó que estuvo muy cerca, en tres ocasiones, de pensar que había perdido el rally. “¿Cuándo?, el segundo día, cuando vi que Lucas (Cruz, su copiloto) no paraba de vomitar en el coche, ahí con su bolsita, y se negaba a que parásemos, creí que no lo íbamos a soportar, que habíamos perdido la posibilidad de ganar. Luego cuando volcamos en el cauce de un río seco y nos ayudaron cuatro pilotos de motos a enderezar el coche, a los que les doy, de nuevo, las gracias, y, finalmente, el día que se nos rompió el cambio de marchas y solo iba la tercera velocidad, haciendo los últimos 20 kms en esas condiciones".

Sainz contó que le había prometido a Reyes, su esposa, y a sus hijos que acabaría “pero no creí que ganaríamos”. Reconoció que su victoria, su segundo victoria en el Dakar, no tiene nada que ver con los dos títulos en el Mundial de rallys (“otra época, otra edad, otra especialidad, otro coche, otra motivación, otros objetivos…”) y contó que “si no hubiese sido por la complicidad, la profesionalidad y el buen hacer de Lucas, hubiese sido imposible ganar”. Y, en ese momento, Lucas le interrumpió y añadió: “Somos un equipo, convivimos quince días en un habitáculo diminuto, hay que tomar decisiones, te vas jugando la vida, vamos muy, muy, deprisa, así que o te llevas bien o es imposible hacer la carrera y, mucho menos, tener opciones a ganar”.

Sainz quisiera correr de incognito

Fue entonces cuando le preguntaron a Lucas si quisiera que Sainz siguiese, que no se retirase. “Jamás le diría algo así. No soy quien para pedírselo. Es más, él puede decirlo: nunca lo hemos hablado entre nosotros. Cada uno ha de tomar las decisiones tras hablar con los suyos y analizar su vida. No, no, nunca se lo pediré, aunque él sabe que es evidente que me gustaría que siguiese y continuase contando conmigo, porque yo quiero seguir ganando y con él es mucho más fácil de ganar que con otro. Un piloto necesita un gran copiloto para ganar, pero un copiloto también precisa de un gran piloto para ganar”.

Sainz contó que si pudiese correr de incognito, pasando desapercibido, seguiría en el Dakar. “De niño recuerdo que leía unos dibujos que se llamaba ‘Meteoro’, el enmascarado, nadie sabía quien era, nadie conocía su edad, nadie sabía su era o no bicampeón del mundo, pero no soy el enmascarado, no, y por lo tanto he de pensármelo”.

El piloto madrileño reconoció que de lo que más orgulloso está es de seguir siendo veloz y competitivo con 55 años y, sobre todo, de que todo el mundo le reconociese su trabajo. “Cuando tú sobrevives y ganas el Dakar más duro de los últimos años, el Dakar aniversario, el de los 40 años, la 10ª edición en Sudamerica y, en la meta, te felicita Peterhanse ‘Monsieur Dakar’, Loeb, ‘Nani’ Roma, que me llamó, Loeb…sabes que ese reconocimiento es lo mejor, pues solo ellos saben lo duro que ha sido ganar”. Lucas contó que él cree que “la organización ha puesto esta vez a prueba a los pilotos, las mecánicas y las asistencias como nunca antes”. “Bueno, en el fondo -añade Sainz--, se ha regresado al espíritu del Dakar. Pero, sí, yo no me lo puedo imaginar más duro, no”.

Sainz y Cruz reconocieron que “aunque parezca sencillo” no es nada sencillo, nada, colocarte líder, a falta de varias etapas, y administrar esa ventaja. “No puedes ir despacio, no puedes medir, has de seguir yendo a tope porque tú no sabes ir despacio. Y, además, si sales a medir la velocidad, a conservar, los minutos te caen como el aire, volando”. Cruz insistió en la habilidad del piloto madrileño “para saber cuándo hay que correr y cuando conservar”. “Yo me cuido de eso -bromeó Sainz—y Lucas hace todo, todo, lo demás, pues no solo es mi copiloto, es un tipo extraordinario, educado, que jamás tiene una mala palabra ni una frase más alta que otra. Este éxito es muy, muy, muy suyo”.

Y Sainz volvió a contar que el segundo día “cuando vi que vomitó hasta siete veces en el interior del coche y él siempre, siempre, con su bolsillo en la mano, no queriendo que parase, no queriendo estropearme el rally, no queriendo dejar de hacer su trabajo, supo que íbamos a ganar, sí”.