Formidéibol, que diría el inolvidable Forges. El Córdoba siempre está en situaciones parecidas, retando continuamente a la profunda desconfianza, al acerbado escepticismo de no pocos de sus incondicionales. No es falta de cariño de éstos, sino un simple y humano mecanismo de defensa ante el dolor que se avecina, que se huele, que se atisba cuando se contempla tanta distancia con lo bueno. Sí, el Córdoba ha hecho imposibles de parecido calado, aunque también se ha quedado exhausto en la orilla en otros. De ahí que se recurra al clásico y nada adivinatorio «no tiene nada que hacer» cuando se contempla la distancia a la salvación. Eso sí, muchos de los que a las 12.00 del mediodía entraban en El Arcángel repitiendo la misma frase salían poco antes de las dos de la tarde con una sonrisa y mirando en el móvil cuánta distancia se había recortado con la tierra prometida. Escépticos, pero con corazón.

Antes que nada hay que avisar de que, por un lado se encuentran las emociones, lo vivido en El Arcángel, sobre todo durante la última media hora: el penalti parado por Kieszek, la alevosa entrada de Luismi a Fernández -estará un mes de baja, al menos-, las llegadas contínuas de los blanquiverdes, los errores arbitrales, las quejas al colegiado y el empuje de la grada al equipo... Y por otra parte está el partido en sí, el fútbol, en definitiva. Si en emociones el duelo estuvo cargadísimo y fue un vaivén contínuo, en lo segundo hay mucho que cortar y que contar.

Este Córdoba no se puede asentar sobre la emocionalidad. No por ahora. Es algo que se afirmó ya en la jornada 3 de Liga. En los vaivenes sobre el campo, este equipo tiene, generalmente, todas las de perder. De ahí que el orden desde atrás deba ser su objetivo. Sandoval planteó un once menos reservón que el de su debut, con más gente «para tocarla», teóricamente, y también sobre el papel, con más criterio para jugar y llegar a la portería rival. Como era previsible, tanto por algún nombre como por la incapacidad demostrada a lo largo de la campaña, el plan no le salió. Insertó a Noblejas en el lateral izquierdo para adelantar a Javi Galán a su puesto natural. Le dio la alternativa a Álex Quintanilla en el centro de la defensa ante la baja de Valentín y las dudas que dejó Caro. Colocó en el once titular a Javi Lara como acompañante de Edu Ramos y a Alfaro por detrás de Sergi Guardiola. Es decir, sobre el papel, debía funcionar. Pero ya ha habido sobradas muestras en esta temporada de que no. Mientras que por fuera el conjunto blanquiverde lo intentaba con Galán y con Jovanovic, por dentro no había fútbol o, para no exagerar, no había el que se pretendía. Mucho balón en largo para las carreras de los que estaban en los costados y para el pichichi, pero poco más. Lo más claro ante la portería rival en 45 minutos lo protagonizó, paradójicamente, Aythami. Primero, tras un saque de esquina (min. 4), y segundo, tras una falta lateral (min. 40). Un par de acercamientos a cargo de Jovanovic más... Y pare usted de contar. Al Valladolid no le iba mucho mejor, precisamente, ya que además de notar la ausencia de Mata -lógico-, se quedó aún más lejos del arco rival que el Córdoba. Salvo en la última jugada del primer tiempo, en la que anotó a balón parado tras un despiste defensivo, que no de la defensa.

El segundo acto comenzó en parecidos términos a pesar de la entrada de Narváez por Noblejas, que notó la falta de competición. Apenas un disparo alto de Javi Galán, casi en el área pequeña, fue el único bagaje atacante del Córdoba. Pero en el minuto 60 ocurrió todo. Penalti de Quintanilla a Gianniotas, que el griego se encarga de ejecutar. El polaco detiene su quinta pena máxima en esta temporada, el rechace lo coge Fernández, que sale al contragolpe y Luismi le hace una entrada alevosa que termina en expulsión, tangana y una grada exacerbada que ya no paró hasta el final.

El nuevo partido, de media hora y con superioridad numérica, lo afrontó el conjunto blanquiverde con más víscera que cerebro, con más sangre que pensamiento. Le pudo las ganas y durante un tiempo jugó en el alambre, con un Valladolid que pudo darle la puntilla (Gianniotas y Chris Ramos, min. 72) definitivamente. Jovanovic empataba a continuación la contienda y, de nuevo, el Valladolid se encontró con el muro polaco (min. 74) en un mano a mano con Óscar Plano, que había salido un rato antes.

Le costó hilvanar al equipo de Sandoval, por lo que se movía más a empujones de voluntad, a la obligada respuesta ante la efervescencia de la grada, que al propio fútbol. Narváez estuvo especialmente bullidor en esa etapa, aunque sin suerte y, a cuatro del final, se intercambiaban las posiciones. Si Jovanovic anotó el primero a servicio de Guardiola, en el segundo dio el último pase para el decimoquinto gol del jumillano en esta campaña.

El Arcángel dejó claro un mensaje con su explosión: se trata de sumar, no de jugar al fútbol. Y, con la épica remontada, el propio Córdoba sumó más creyentes para revertir «lo imposible».

Ficha técnica:

Córdoba: Kieszek; Fernández (Jauregi, m.65), Aythami, Quintanilla, Noblejas (Narváez, m.46), Edu Ramos, Javi Lara; Jovanovic, Alfaro (Reyes, m.71), Javi Galán; y Sergi Guardiola.

Real Valladolid: Masip; Antoñito, Kiko Olivas, Calero, Moyano; Luismi, Borja, Hervías, Ontiveros (Cotán, m.66), Gianniotas (Óscar Plano, m.73); y Toni Martínez (Chris Ramos, m.56).

Goles: 0-1, M.48+: Moyano. 1-1, M.72: Jovanovic. 2-1, M.87: Sergi Guardiola.

Árbitro: Eduardo Prieto Iglesias (Comité Navarro). Expulsó con roja directa al visitante Luismi (m.61) por agresión. También amonestó a los locales Edu Ramos y Sergio Aguza, y a su técnico, José Ramón Sandoval, y a los visitantes Toni Martínez, Borja, Moyano y Masip.

Incidencias: Partido de la vigésima octava jornada de Segunda División, disputado en estadio El Arcángel ante 14.670 espectadores. Terreno de juego en perfectas condiciones.