El Córdoba se queda esperando pista para un próximo despegue, porque el previsto ante el Granada -después de la victoria consistente en Tenerife- quedó finalmente en nada. Era, desde luego, todo un reto, porque el equipo de Diego Martínez tiene una línea de medias puntas que no solo pasa por ser la mejor de la Liga, sino también la más goleadora. Y en El Arcángel pusieron el turbo durante media hora, quizás 20 minutos, tiempo suficiente para que la patrulla blanquiverde tocara a corneta en retirada, pero retirada en desbandada, sin orden ni concierto. Sí, hay cosas que este equipo continúa haciendo bien, pero hay otras que lo matan sin misericordia, tanto individual como colectivamente. Anoche, en El Arcángel, dos errores individuales, groseros, atroces, fueron suficientes para voltear el marcador que era favorable a los locales desde el minuto dos. Por si no fuera suficiente con los regalitos, tampoco hubo excesiva clarividencia.

Primero, en intentar atajar el caudal ofensivo que sufría el equipo por su flanco derecho. Luego, en el arreón final de la segunda parte, para no terminar el encuentro con cinco defensas cuando el adversario jugaba con un solo delantero y la idea era intentar empujar. Sí, se empujó; sí, se llegó al área de Rui Silva, pero posiblemente con un hombre más de ataque -por ejemplo, dejar a Andrés e introducir a Jaime por uno de los dos defensas de ese flanco derecho-, ese apretón final blanquiverde hubiera generado muchos más problemas a Diego Martínez y a su Granada. Posiblemente, la paliza propinada por Vadillo durante 25 minutos de la primera parte aún dejó secuelas en el lomo blanquiverde, y en previsión de que pudiera reactivarse y cerrar el partido por completo se optó por mantener la cobertura idéntica.

El técnico gallego, sabedor del poder intimidatorio del extremo puertorrealeño, lo dejó en el campo prácticamente hasta el final, aunque su segunda parte estuvo a mucha distancia de la primera y lo sufrió su equipo, que vio cómo el Córdoba rozó el empate y posiblemente incluso lo mereció. Un Córdoba al que se le puso todo de cara apenas a los dos minutos de encuentro con el gol de Andrés Martín, anoche, el mejor de los suyos. Surgió Vadillo, consecutivamente, en los minutos 6 y 7 y también apareció Montoro, que maniobró durante todo ese primer acto a su antojo, para mandar un balón a Rodri al que llegó antes Carlos Abad. De nuevo Vadillo en el minuto 10 para obligar a Loureiro a enviar el balón a córner.

El Córdoba intentó rebelarse con un balón largo que se comió Martínez, que dejó a Andrés Martín con el disparo franco para anotar el segundo, pero el tiro le salió facilón para Rui Silva.

De nuevo Vadillo apareció en el minuto 13, pero se topó con Miguel Flaño y, una vez más, en el 18. La definitiva llegaría en el minuto 25, con un centro al segundo palo de Fede Vico que Vadillo tocó para que Loureiro, en su intento de desviar con la cabeza el pase del extremo nazarí, introdujera el balón en la portería de Carlos Abad. No dejaba de ser una fatalidad, pero también esa superioridad del juego de ataque en línea de tres cuartos del Granada se dejó sin un mínimo gesto para intentar contrarrestarla. De hecho, cuatro minutos después volvería a golpear el Granada, cómo no Vadillo, aprovechando el segundo regalito blanquiverde. En esta ocasión fue Álex Quintanilla. Perder el balón ante el extremo nazarí podía enmarcarse en un fallo relativamente aceptable, pero lo que ocurrió luego... En apenas cinco minutos, de nuevo, el Córdoba era remontado en el marcador, aunque en esta ocasión intentó pelear contra su suerte: apenas con el saque del centro del campo Andresito generó una ocasión para los blanquiverdes, pero su centro raso no encontró rematador a escasos centímetros de la línea de gol. En el último cuarto de hora de ese primer acto se vio de nuevo el nivel superior del Granada, sobre todo en fase atacante, y un Córdoba que peleaba contra su destino y los propios errores.

La segunda mitad comenzó más tranquila, el Granada no mantuvo ese ritmo de la primera, y el Córdoba fue controlando más el partido. Pero sin profundidad. Curro Torres metió cambios y lo cierto es que el equipo sí que ganó en profundidad y en manejo en un centro del campo que había entregado prácticamente durante una hora. Pero el castigo de Vadillo dejó huella y no se atrevió a dejar una línea de cuatro atrás para dar más consistencia al centro del campo o al ataque. Sí, el Córdoba tuvo más el balón, y sí, también tuvo ocasiones, pero le faltó más intensidad, más continuidad en las llegadas, más emoción. Neftalí Manzambi tuvo un par de ellas, una de ellas clarísima (minuto 77), tras una buena jugada del conjunto blanquiverde con pase final de Álex Menéndez, pero al delantero suizo se le marchó el balón por encima del larguero. También tuvo otra Jaime Romero, en una internada con apoyo en Loureiro, pero el Córdoba se convirtió en ese último cuarto de hora en un huevo sin sal. Tocaba y llegaba, pero le faltaba emoción, veneno... El veneno que había tenido en el flanco derecho de la defensa en la primera mitad. Le faltó al Córdoba en la primera parte mayor presencia de sus hombres de calidad en el mediocampo y más contundencia en ambos lados en defensa. Mejoró en la segunda mitad, pero esa mejoría fue insuficiente porque no tuvo la chispa necesaria y, posiblemente, mayor determinación, tanto desde la banda como dentro del campo. Además del obsequio que significa ver a Vadillo, los dos regalos insuperables del Córdoba hicieron imposible soñar con nada.