Ricciardo dominó las dos primera sesiones de libres con Max Verstappen de escudero. El fogoso holandés no gana para disgustos en este arranque de temporada, y Mónaco es un terreno que ha humillado su desmesurada autoestima. Es verdad que es un talento natural, que tiene algo especial, pero debe aprender a moldear su carácter. Mónaco fue su primera lección, cuando acabó contra las vallas los tres días de gran premio dos semanas después de dejar boquiabierto al mundo al romper todos los récords de juventud con su su triunfo en Barcelona en la primera carrera que disputaba con un Red Bull.

Con lecciones o sin ellas, Verstappen es el «niño bonito» en Red Bull, el chico por el que apuestan para el futuro, aunque Ricciardo salga mejor parado en la comparación de estos dos años que se cumplen ahora de convivencia en Red Bull. Puede que sean la pareja más fuerte de la F-1, y seguro, cuentan con el mejor diseñador de la parrilla. No existen dudas para casi nadie que Adrian Newey es el gurú del diseño. La ventaja que sus coches extraen sobre otros monoplazas equipados con el mismo motor Renault dan idea de su potencial. Los Renault y los McLaren acabaron doblados en Barcelona por los Red Bull, y en estos libres de Mónaco finalizaron a 1,2 segundos de Ricciardo, en un ajustado grupo separado por unas décimas que formaron Niko Hulkenberg, Stoffel Vanddorme, Fernando Alonso y Carlos Sainz (séptimo a décimo).

1,2 segundos tiene de margen Red Bull, una barbaridad en un circuito de poco más de tres kilómetros que se completa en poco más de un minuto, pero es que Ricciardo, con Verstapen a su espalda, endosó casi medio segundo a los Ferrari y Mercedes que en esta ocasión parecen condenados a luchar por el podio sin posibilidades de victoria.