Enrique Castro González, el mítico Quini, dejó ayer de ser un exfutbolista para convertirse en leyenda. El histórico goleador asturiano falleció a los 68 años de un infarto que sufrió cuando conducía, camino de su casa en el barrio gijonés de La Calzada, por la calle de Juan Carlos I. En un primer momento fue atendido por dos policías nacionales hasta la llegada de una uci móvil. Los sanitarios lograron estabilizar su estado, pero cuando ya se dirigían al Hospital de Cabueñes sufrió otro infarto que ya no pudo superar. Quini, El Brujo que había driblado a todas las defensas del mundo, no pudo superar el definitivo embate.

El exdelantero centro, leyenda en los dos clubs de su vida, el Sporting de Gijón y el FC Barcelona, había superado hace 10 años un cáncer de garganta y, en su época de jugador azulgrana, un secuestro de casi un mes que conmocionó no solo a la afición culé sino a todos los aficionados españoles. Quini perdonó a sus secuestradores, en una muestra más de su calidad humana, superior incluso a su categoría como futbolista, como ayer se encargaron de resaltar varios de los que compartieron experiencias con él.

ELOGIOS A LA PERSONA / Su entrenador en el Barça en la temporada 1983-84, el argentino César Luis Menotti, reaccionó con tristeza al conocer la noticia. «Me duele mucho porque era todavía muy joven. Fue de esos futbolistas que más ayudó a la formación de un equipo de fútbol. Era un excelente profesional, un gran compañero y ayudaba siempre a los jóvenes. Mas allá del futbolista y un gran goleador, se va una excelente persona, se pierde un hombre de verdad». El presidente del Barça, Josep Maria Bartomeu, destacó la gran huella que el pichichi por excelencia del fútbol español había dejado en el club azulgrana, el segundo en importancia en el corazón del futbolista asturiano, nacido en Oviedo el 23 de septiembre de 1949, pero convertido en estrella en su Sporting de Gijón. «Nos robó el corazón a todos. Era un jugador muy querido no solo por el vestuario sino por toda la afición. Las reacciones ayer fueron infinitas. David Villa, asturiano como él, colgó una carta de despedida en las redes sociales transmitiéndole su eterno agradecimiento: «Recuerdo que un día me pediste que fuera mejor delantero que tú y te pido perdón por no haberlo conseguido: eso era una misión imposible».

«¡Brujo, qué feliz me hiciste en mis inicios! Nunca te olvidaré. Cariñoso, sencillo y cercano. Te toca descansar en paz», escribió Luis Enrique en Twitter sobre una foto en blanco y negro de ambos en un entrenamiento del Sporting. «Nadie puede decir nada malo de él. Nada. Era entrañable», añadió Pitu Abelardo.

Quini, que entre sus muchos servicios al Sporting ejerció de delegado el equipo durante 20 años, hasta agosto del 2015, era de largo el miembro de la expedición que más autógrafos firmaba en los desplazamientos del equipo. No se desmoronó cuando su hermano Jesús, exportero del club, falleció al intentar salvar a dos mujeres de morir ahogadas en una playa, ni cuando hace 10 años superó un cáncer de garganta.

Como futbolista, su conocido historial de goleador es impecable, llegando a ser en siete ocasión pichichi español, cinco en Primera División y dos en Segunda. Tosco en apariencia, tenía la portería entre ceja y ceja, como demostró al llegar al Barça con 31 años y proclamarse máximo goleador en sus dos primeras temporadas en el equipo, en una de ellas a pesar del secuestro que sufrió durante 25 días de marzo de 1981. Ganó cinco títulos con el Barça en cuatro años, y jugó 17 temporadas en el Sporting. El Barça planea homenajearle el domingo en el Camp Nou. Su funeral, como no podía ser de otro modo, será en El Molinón.