Ser del Córdoba es, en muchas ocasiones, un noviazgo pleno de inseguridades. «No me ilusiones, que luego el palo es más grande, dime la verdad». Siempre esperando, de banderilla en banderilla, el estoconazo final. Esperando la respuesta reconfortante que remita las dudas: «Que estamos bien. Bueno, que estamos mejor». Pero no hay forma. Hasta en los mejores momentos, al menos en la reciente historia, las dudas han logrado trufar siempre el devenir del conjunto blanquiverde. Y cuando lo exterior se mete en El Arcángel -o al menos se intenta meter- la cosa ya se pone un poquito más complicada. A las dudas en ese noviazgo se cruza una tercera persona.

Curro Torres afrontaba su quinto encuentro liguero con el Córdoba. Solo había perdido un partido, pero no había ganado ninguno. Una moneda lanzada al aire con la visita de una de las mejores plantilla de la categoría, la de la Unión Deportiva Las Palmas. Su Córdoba había mejorado, sobre todo en el aspecto defensivo y en la llegada al área rival. A pesar de que la cosa pintaba mejor, las eternas dudas dejaban al de Ahlen y a su equipo en un limbo preocupante. Solo le hacía falta el resultado a este equipo y ante los canarios llegó de golpe, como un cañonazo.

La primera media hora fue del Córdoba, a pesar de que los canarios tuvieron sendas llegadas a través de Blum (minutos 4 y 26) y con dos disparos, a cargo de Araujo (por error de Vallejo) y de Rafa Mir. Pero el Córdoba transmitía mejores sensaciones, mantenía más la posesión del balón y, sobre todo, se asomó al gol, como en el minuto 10, cuando Jaime Romero estrelló su disparo en el poste tras una jugada individual. Ya en esa primera media hora se hizo notoria la presencia de Blati Touré. El costamarfileño se marcó un partidazo, se convirtió en catalizador del juego de ataque de su equipo y tuvo una notable consistencia defensiva. En el minuto 14 sirvió un buen balón a Sebas Moyano, pero el cordobés se escoró demasiado y su disparo salió alto. También Javi Galán aportó en forma de llegadas al área canaria, como en el minuto 21, que finalizó con otro disparo de Romero demasiado desenfocado del objetivo. Muy diferente a lo ocurrido en el minuto 28, cuando el manchego se fue de un rival dentro del área, se cayó, volvió a levantarse, amagó y lanzó un disparo cruzado que se coló en la portería de Raúl Fernández. El marcador hacía justicia a lo visto sobre el terreno de juego, pero en ese instante el Córdoba dio un paso atrás o, más bien, la UD Las Palmas lo dio hacia adelante. Blum y sobre todo Fidel crearon muchos problemas al conjunto blanquiverde, así como sendos disparos de Rafa Mir y Araujo, que terminó por mirar el reloj y pedir que llegara el descanso cuanto antes. No consiguieron los canarios generar ocasiones claras en ese último cuarto de hora, pero el signo del encuentro había cambiado.

De hecho, el paso por los vestuarios no solo no cambió el panorama, sino que lo empeoró. Entró Andrés Martín por Sebas Moyano y Rubén Castro por Blum, y aunque el Córdoba tuvo una ocasión con un disparo de Vallejo (min. 51), Las Palmas avisaba ya con peligro, llegando de manera muy diferente a cómo lo hacía en esa fase final del primer tiempo.

Tras un aviso en el 48’, Rubén Castro terminó por igualar el marcador en el minuto 57 tras un desajuste de la defensa blanquiverde. Además, los de Curro Torres tenían un problema añadido con el gol encajado, ya que no habían recuperado esa capacidad para manejar el balón que se mantuvieron en la primera media hora del encuentro. Demasiados balonazos largos, imposibilidad de disputar la segunda jugada y sensación de que Las Palmas controlaba el encuentro. En el 63’, Rafa Mir perdonó el segundo gol canario, lo que decidió al técnico blanquiverde a incluir a Piovaccari. Si no recuperaba el balón ni se jugaba raso, al menos intentaría ganarlo por arriba y provocar la segunda jugada. Y así ocurrió nada más salir el italiano. Pelota larga que peinó el transalpino para que cayera en los pies de Andrés Martín. El chaval retrasó a De las Cuevas, que mandó el cuero a las espaldas de la defensa canaria para que Piovaccari, en carrera, anotase el segundo. Acusó el conjunto de Paco Herrera ese segundo gol, pero a pesar de todo, seguía teniendo el control del juego con un Córdoba que ya definitivamente se había agazapado. No apelotonado, no desordenado, pero sí con muchísimo trabajo. La mayoría del esfuerzo acertado, pero por la derecha de la defensa tenía una vía preocupante. Todo el desequilibrio del equipo llegaba por ahí y en una jugada iniciada precisamente por ahí llegó el origen del tercer gol cordobesista. Los canarios la volvieron a hacer y Carlos Abad se hizo un paradón espectacular ante Araujo. El rechace terminó llegándole a Andrés Martín, que se hizo una carrera de 30 metros para superar a Raúl Fernández sin aparente dificultad.

Los menos de 9.000 fieles que se dieron cita en El Arcángel se frotaban los ojos. Si ya era casi imposible esta temporada ver ganar a su equipo al descanso, aún menos hacerlo por dos goles de diferencia a un cuarto de hora del final. Y por si había alguna duda de que este equipo puede ganar a los de abajo pero que también debe puntuar con los de arriba, Piovaccari volvió a anotar para hacer el cuarto en una jugada muy parecida a la de su primer gol.

El Córdoba cierra así el 2018 a dos puntos de la permanencia, con cinco puntos en los últimos tres partidos y seis puntos en los cinco partidos con Curro Torres, una media muy cercana a la salvación. Pues sí que había mejoría. El noviazgo sigue.