Por la carretera de Olivenza. Salía uno de Badajoz en dirección al Nuevo Vivero en lo que iba a ser, por fin, un partido de fútbol. por fin, un partido de fútbol En un estadio, con dos buenos equipos, con miles de espectadores, aunque tuvieran que cumplir mil y un preceptos para ver al equipo de sus amores. «Coronatimo» se leía en un grafiti a un par de kilómetros del Nuevo Vivero. El supuesto timo le costó a algunos tener que ir una hora y media antes al estadio. No fumar. No comer.

El verano y la pretemporada del 2020 debían ser atípicos porque el país en sí se encuentra en una situación singular (por suerte, que no se repita) y solo se busca volver a la normalidad, a la real, a la antigua. Un verano, en clave blanquiverde, en el que acudió a recintos más que dignos, pero más de uno peculiar, como el de verlo disputar un amistoso en el campo de un hotel y tener que tomar notas debajo del olivo. Tararear música era lo que hacían en el Nuevo Vivero los más alrededor de 4.500 asistentes. No se puede gritar, no se puede cantar por más que se ponga por megafonía AC/DC o The rythm of the night, pero por fin al Córdoba CF se le veía jugar un partido de fútbol, contra un rival de nivel, en un campo de verdad y hasta con público. Siete meses han pasado y lo que hace un año hubiera sido una triste entrada, en Badajoz pareció un lleno de reventón a ojos del espectador.

Se guardó un minuto de silencio por las víctimas de la pandemia y el himno solemne fue interpretado por un violinista que para muchos alargó en el tiempo esos 60 segundos. De hecho, el colegiado pitó el final del minuto de silencio y el violín seguía sonando. Palmas, todas. Lo de «dejarse la garganta» habrá que esperar a mejores momentos, unos meses, como mínimo.

González Calvo y Adrián Fernández Romero departían con Joaquín Parra, presidente del Badajoz, en los minutos previos al choque y el partido dio comienzo. Al principio parecía que el público, más de 4.000 espectadores, estuviera tímido. Palmas y poco más. Pero el fútbol es fútbol. Y las protestas al árbitro tienen que hacerse gritando. Y vaya si se hizo.

No solo al colegiado, que era de la tierra -hay que recordarlo-, sino también a los jugadores rivales. Durante unos minutos, el Nuevo Vivero la tomó con Javi Flores por una falta que señaló el colegiado a su favor y ya en la segunda parte el partido era un partido de la anterior normalidad, salvo por las mascarillas y, cómo no, por la megafonía. El Badajoz reiteró en diversas ocasiones las normas de obligado cumplimiento para los asistentes: no moverse de su asiento, cumplir con las directrices de seguridad, no comer -de nuevo-, y desalojar al ritmo que marcaba la misma megafonía. Ahora, fondo sur y norte. Unos minutos después, tribuna. Y mientras la megafonía desalojaba el Nuevo Vivero, la reunión entre Sabas, González Calvo y Fernández Romero continuaba. La Liga ya está aquí y con ella se acerca la normalidad.