Rafa Navarro se estrenó este sábado en el banquillo del Córdoba, en el empate ante el Málaga (1-1), logrando imprimir un sello de garra y sacrificio al equipo blanquiverde, cualidades que no habían sido su seña de identidad en jornadas pasadas.

El conjunto cordobesista planteó bien el partido, consciente de que el rival malaguista, uno de los claros candidatos al ascenso directo, disponía de un nivel competitivo y de calidad en cada una de sus líneas que pondrían difícil la empresa de la victoria.

Esperando en campo propio

No obstante, el Córdoba saltó al césped de El Arcángel con una idea muy clara: evitar una presión adelantada que hiciese largo al equipo y juntar las líneas para tapar posibles fugas en defensa. El balance negativo en la retaguardia provocó que en las cinco jornadas pasadas, pese a adelantarse en el marcador, solo pudiera retener una victoria, sellando cuatro derrotas. El pasado sábado, en cambio, el equipo blanquiverde esperó a su rival en su campo, tirando su primera línea de presión en torno a la medular, donde la salida del balón del Málaga tuvo muchas dificultades, especialmente en la primera parte.

El 1-4-4-1-1 en defensa pergeñado por Rafa Navarro funcionó bien en esa labor de contención, aupado por el notable trabajo de Andrés Martín, que con gran oficio contribuyó a ralentizar y dificultar el juego combinativo del Málaga. Carrillo, muy bregador, también se fajó bien en las ayudas defensivas e incluso fue protagonista de un penalti no señalado al malaguista Luis Hernández. Pero hay instrumentos que deben afinarse mejor.

El delantero centro murciano recibió en varias ocasiones de espaldas y no aguantó todo lo necesario el balón para favorecer la salida al contragolpe del Córdoba. Cuando se robaba el esférico en la medular, se trataba de montar transiciones veloces a la espalda del centro del campo malaguista, pero Carrillo no consiguió retener la pelota el tiempo suficiente para que Jaime Romero y De las Cuevas, en los costados, pudiesen romper el entramado defensivo del Málaga. Lo lograron en alguna ocasión, la más evidente en el minuto 61, cuando una jugada iniciada por Blati Touré llegó a los pies de Jaime Romero, en banda izquierda, y su pase al interior del área lo rescató Carrillo, que asistió a De las Cuevas para que este, con gran calidad, definiese para el 1-0. Jugada coral en ataque de un equipo trabajado y con sacrificio.

Obviamente, el Málaga tenía la capacidad para ponerle difíciles las cosas al Córdoba. Pero fue un sufrimiento distinto al de las anteriores jornadas, con un equipo blanquiverde que acusaba, eso sí, la presión de los malacitanos, en especial mediante un Ontiveros que salió tras el descanso y desbordó bastante por la banda izquierda. Los pupilos de Rafa Navarro soportaron bien las acometidas rivales y se mostraron sólidos y solidarios.

La mala fortuna

El gol del empate, obra de N’Diaye, tuvo un componente importante de mala fortuna. En primer lugar un delantero, Neftali Manzambi, trató de despejar la pelota en el costado derecho de la defensa cordobesista, perdiendo finalmente el balón ante Ontiveros, que recibió luego la falta de un Fernández que acudió a la cobertura. No la señaló el árbitro Vicandi Garrido -con una actuación más que discreta durante el partido-, permitiendo que la jugada continuase hasta que el centrocampista Alfred N’Diaye, posiblemente el jugador del Málaga con peores estadísticas de definición cara a puerta, recibió solo para lanzar un buen disparo y llevar la decepción a las caras de los cordobesistas. De hecho, N’Diaye lleva 11 goles en sus últimas cinco temporadas en los cinco equipos donde ha jugado, y entre todas las competiciones.

El encuentro ante el Málaga, eso sí, deja a las claras que el plan de Rafa Navarro es el de un Córdoba más solidario y combativo, que puede renunciar al balón si es preciso y que se mostró mucho mejor en defensa. La capacidad para robar en campo propio y lanzar contragolpes más efectivos, lo que debe llegar con los entrenamientos y el acople, puede traer buenos réditos al Córdoba en los próximos envites.