FECHA: 2 de septiembre de 1984.

LUGAR: Municipal de Rute.

PARTIDO: Rute - Córdoba CF (0-2, jornada 1 del campeonato de Liga del grupo 10 de Tercera División).

LA SITUACIÓN

No era un futbolista de complemento, ni mucho menos. José Calzado Ferrer (Córdoba, 1954) tenía su sitio en el Real Valladolid, donde era uno de los referentes en una etapa, entre 1980 y 1984, gloriosa para los pucelanos en Primera. Fenoy, Pato Yáñez, Minguela, Jorge, Gail, Da Silva, Gilberto… Y él, claro. Había clubes que le pretendían. El 22 de abril de 1984, en la jornada 33 -penúltima de Primera División-, y ante 80.000 espectadores, el equipo blanco necesitaba imperiosamente la victoria para mantener sus opciones al título, por el que peleaban también el FC Barcelona y el Athletic de Bilbao (conquistador final del doblete, Liga y Copa, con Javier Clemente).

Salguero y Santillana resolvieron la papeleta con oficio en un día en el que no hubo exquisiteces de la emergente Quinta del Buitre. Butragueño y Martín Vázquez se dejaron ver lo justito ante el Pucela, que llegaba con el curso resuelto y un reto particular: el uruguayo Polilla Da Silva necesitaba un gol para compartir el Pichichi con el añorado Juan Gómez Juanito. Lo marcó. El partido terminó con 2-1. Allí, vestido de blanquivioleta, estuvo Pepín...

Unas semanas después recibió una llamada. Era su hermano Paco -el añorado Litri-, muy alterado. "¡El Córdoba te necesita! ¡Campanero quiere hablar contigo!", le dijo. Pepín bajó a su tierra... y decidió quedarse. Se alió con Perico Campos, López Murga, Mariano Mansilla, Luna Toledano, Valentín, Luna Eslava, Revuelta, Vinuesa… Gente de la casa, sufridores vocacionales para rescatar el pisoteado orgullo de un Córdoba en fase crítica. El club había encadenado dos descensos consecutivos y había caído a la Tercera División. Pepín cerró la puerta de la élite para ser soldado en una de las batallas más dramáticas en la historia del club blanquiverde, que acumulaba una deuda de 100 millones de pesetas que amenazaba con llevarle a la desaparición.

¿QUÉ OCURRIÓ?

Era la jornada 1 del campeonato de Liga de Tercera en el Municipal de Rute. Llenazo histórico, con unos 800 seguidores. Campo de albero. Para el modesto equipo de casa es el partido de su vida, un acontecimiento en un pequeño pueblo de 132 kilómetros cuadrados y unos 8.000 habitantes, enclavado en la Subbética cordobesa. Lo entrenaba Rafael Sedano. Y allí estaba Pepín, "el del Valladolid", el jugador al que Diego Armando Maradona se refirió en una entrevista en El Mundo Deportivo diciendo que era quien mejor le había marcado en España. "Por nobleza fue Pepín, del Valladolid. Fue duro conmigo, pero correcto y noble", dijo el astro argentino sobre el cordobés, que pegó un volantazo a su carrera que solo se puede entender con códigos que tienen que ver más con los sentimientos que con la razón.

Iosu Ortuondo alineó a Copado, Ricardo, Campos, Luna Eslava, Vinuesa, José María, López, Pepín, Mariano Mansilla, Rícar y Juanito. También salieron Revuelta y López Murga. El Córdoba ganó por 0-2 (Campos y Juanito) y el pleito entre vecinos derivó hacia la polémica: los ruteños quisieron reclamar el resultado por alineación indebida de López Murga, un extremo vasco que hacía el servicio militar en el Cerro Muriano. Pepín marcó un gol, pero el árbitro linarense Soto Navarro lo anuló.

¿QUÉ PASÓ DESPUÉS?

Con la blanquiverde, Pepín se alineó en todos los partidos posibles durante dos campeonatos memorables: 79 comparecencias, 22 goles, un ascenso a Segunda División B y muchas jugadas grabadas en la memoria de los aficionados, entre los que provocaba sentimientos ambivalentes. No sabían si sacarle a hombros o darle una tanda de collejas. Hacía cosas impropias. Cuando estaba inspirado, su trascendencia en el juego era espectacular. Tras esos dos cursos en el Córdoba, se volvió a ir. Pasó por el Júpiter, la Gramanet, el Gavá, el Andorra… Su trayectoria sigue siendo hoy un verdadero galimatías, un extraordinario sinsentido que le llevó de gira por todo tipo de escenarios: desde los templos sagrados de la Primera División a los corralones de Tercera. Su presencia en esas divisiones abisales era un lujo inconcebible. Era condenadamente bueno, mucho más de lo que él mismo creía.

Un día regresó a Córdoba. Volvió a El Arcángel. Allí se reunió con su hermano, el célebre Litri, y desempeñó labores de utillero. Pepín, hoy jubilado, fue un héroe en tiempos de crisis.