La cruz negra en el pecho de la nueva camiseta era el luctuoso anuncio del futuro que aguardaba al Parma FC, fundido literalmente por las deudas. El 19 de marzo un tribunal declarará la bancarrota del club, con una deuda de 100 millones, más 17 millones pendientes de pagar a la hacienda italiana.

El colapso económico ha paralizado al club, que no tiene un euro. La falta de liquidez impidió que el domingo ni siquiera pudiera abrir el estadio para jugar ante el Udinese. "Sentimos una sensación muy amarga", admitió el capitán, Alessandro Lucarelli. Una más de las muchas que han vivido. Esta temporada no han cobrado nada. Nada. Ahora tendrán que lavarse la ropa de entrenar en casa. Lucarelli anunció que la plantilla sufragaría el viaje de esta jornada a Génova (a 205 kilómetros) si no se podía contratar un autocar. Los clubs se plantean costear los gastos para que el Parma (último de la Serie A) acabe la temporada. El presidente del Sampdoria se ha prestado para mantener al juvenil parmesano.

El ejemplo ruinoso

Un ejemplo que sirve para describir cómo un club, de mayor o menor entidad, con mayor o menor respaldo publicitario, puede sucumbir a la bancarrota. En la plenitud deportiva y económica, el Parma adquirió a Hristo Stoichkov en 1995. Pagó 900 millones de pesetas y garantizó al futbolista 600 millones por 3 temporadas. Fichado como refuerzo para conquistar un título después de tres subcampeonatos, el Parma no triunfó. Al verano siguiente, lo devolvía al Barça por 400: la operación arroja un déficit de 700 millones.

Casos como ese, en el que se conjugan la ausencia de triunfos con una espiral de inversiones para conseguirlos conducen a las entidades deportivas a la quiebra. Básicamente las futbolísticas, las más ligeras de cascos y escrúpulos, como los presidentes que a menudo las dirigen.

Difícilmente se explica que un club radicado en una ciudad de 185.000 habitantes pueda competir con los dos representantes de Milán, los de Roma, el Nápoles o la Juventus de Turín. Pero hubo un tiempo (entre 1991 y el 2003) en el que el equipo emiliano lo logró.

Y se explica porque al equipo le empujó con dinero el mismo gigante industrial que aguanta la ciudad: la Parmalat. La empresa llegó a ser líder mundial en productos lácteos hasta que se descubrió el fraude de su propietario, Calisto Tanzi, que también se había adueñado del club.

Mobiliario a subasta

Tanzi fue arrestado y abandonó los dos puestos de mando. El Parma AC se transformó en el Parma FC. Entonces acabó la época gloriosa con tres títulos de Copa (1992, 1999 y 2002), una Recopa (1993), una Supercopa de Europa (1993) y dos Copas UEFA (1995 y 1999).

Desaparecieron del césped del Ennio Tardini, hoy cerrado, con mobiliario que será subastado, futbolistas de la talla de Buffon, Cannavaro, Thuram, Hernán Crespo (entrenador del juvenil), Sensini, Asprilla, Brolin, Verón... La estrella hoy es Lucarelli (37 años), el capitán, que no solo seguirá rascándose el bolsillo, sino que anunció que jugaría "en la Serie D si fuera necesario".