Poquísimos alpinistas en todo el mundo se atreven con los grandes colosos del Himalaya y del Karakórum (Pakistán) en invierno. Normal: temperaturas de 50 grados bajo cero, vientos de 120 km/h y hielo, mucho hielo, no conforman el mejor escenario para plantarle cara a cualquiera de los 14 ochomiles, que presentan unas condiciones más llevaderas en primavera, periodo que concentra a miles de montañeros en esa zona. Por eso los campos base de las grandes cumbres se vacían entre diciembre y marzo, pero no siempre.

De hecho, desde hace pocos días, dos grupos se encuentra ya a los pies del Everest (8.848 metros) y del K2 (8.611 m.) con dos retos mayúsculos por delante: el del vasco Alex Txikon, de 36 años, que aspira a coronar el techo del mundo en invierno y sin la ayuda de oxígeno embotellado, algo nunca hecho, y el del polaco Krzysztof Wielicki (68 años), al frente de un grupo que sueña coronar la segunda cima más alta de la tierra, el K2, el único ochomil que nunca ha sido escalado en pleno invierno.

El límite del collado sur

«Espero que el Everest sea más amable esta vez», explicaba Txikon el pasado diciembre a este diario poco antes de partir. Un deseo que no se cumplió hace un año, cuando tuvo que abandonar entre lágrimas después de haber alcanzado hasta en tres ocasiones el collado sur, casi a 8.000 metros. Pero la meteorología no le ayudó en nada, más bien hizo todo lo posible para que desistiera.

Pero ahí sigue Txikon, con 11 ochomiles en su palmarés, de nuevo trabajando estos días en la Cascada del Khumbu, equipando con cuerdas fijas y escaleras metálicas esta peligrosa zona de profundas grietas y hielo que separa el campo base del campo uno. Una dura tarea que obliga al grupo a cargar diariamente entre 25 y 30 kilos de material y que supone un enorme desgaste, algo que pasó factura a Txikon la última vez.

Sin oxígeno embotellado

«No podemos castigarnos tanto en esta parte baja, hay que repartir más el trabajo», explica el alpinista de Lemoa (Vizcaya), consciente de que todo lo que exprima su cuerpo de más ahora le puede hacer falta muchos metros más arriba. Y más cuando no se recurre a la extraordinaria ayuda del oxígeno artificial, algo innegociable para Txikon porque, como afirma, «no se trata de hacer cima a cualquier precio».

No cuenta con esa ayuda pero sí con la del paquistaní Alí Sadpara, uno de los mejores himalayistas del mundo (ya le acompañó en la primera ascensión invernal al Nanga Parbat en el 2016) cuya aportación puede ser decisiva a partir de 8.000 metros. Mientras, el grupo trabaja subiendo material para equipar los campos de altura en las primeras jornadas de una expedición que puede alargarse más de dos meses.

A la cima por la Ruta Vasca

A unos 2.220 kilómetros de distancia de donde se encuentra Txikon, la élite del alpinismo polaco trabaja también a destajo en los primeros tramos del K2, la majestuosa pirámide de roca y hielo que nunca ha sido conquistada en invierno. Krzysztof Wielicki, leyenda del alpinismo, comanda una expedición numerosa que tiene previsto alcanzar la cima por la conocida como Ruta Vasca (por allí alcanzaron la cumbre en 1994 los hermanos Iñurrategi, Juanito Oiarzabal, Juan Tomás y Kike de Pablo).

Entre las dificultades que afrontará el grupo está la complicación que presenta esta montaña a partir de los 8.400 metros, tanto por la inclinación de la pared como por el hielo. Pero lo que más preocupa a Wielicki es la bajada. «No me da miedo la escalada porque los que suban, si tienen fuerzas, podrán hacerlo, pero el descenso sí que creo que puede ser muy peligroso. Y lo sé porque he estado allí», explicaba en Desnivel este veterano himalayista, que ya intentó este reto en 1987 y en el 2002. En ambos casos, no pasó de los 7.700 metros.

Otro de los factores que puede condicionar el éxito de la expedición es el viento (de hasta 150 km/h) que suele soplar durante esta época por el efecto de la corriente de aire del Jet Stream. Pero a pesar de todo, Wielicki, que junto a su compatriota Leszek Cichy se convirtió en 1980 en el primero en subir al Everest en invierno (con oxígeno embotellado), confía en la experiencia de su grupo y también en la destreza de Txikon, al que desea toda la suerte en el Everest. Sin duda, ambos la necesitarán.