Hay otro fútbol en el que los jugadores se toman un café en el bar del campo antes de empezar el calentamiento. En el que las novias, gafas de sol en la cara y bolso de imitación al hombro, comentan las mejores jugadas entre risas en una grada a cinco metros del terreno de juego. Otro fútbol, algunos dirían que el verdadero fútbol, en el que no existe el límite salarial, no hay discusiones sobre el estilo de juego y tampoco preocupaciones que, en la Ciudad Deportiva El Rosal de Cádiz, parecían muy mundanas.

El Córdoba CF jugó este domingo en uno de esos campos en los que sabía que tendría que dar la cara en Segunda B. Sin oropeles. Sin brillo. Pero tampoco faltaba nada de lo importante. Un campo de dimensiones permitidas por el reglamento, cuatro banderines, dos vestuarios, un par de gradas y dos porterías. Mejor dicho, cuatro, ya que las de relevo estaban apartadas prudentemente alejadas del campo principal.

En la grada, la gracia gaditana se dejaba ver a cada momento. El día después de la final de los Carnavales del Falla no es cualquier día en Cádiz. Por ello, se vieron muchos disfraces, algunos de ellos tan pegaditos al cuerpo que sacaban el chascarrillo de un público local ya de por sí bastante tendente a la sana gracieta. Un Spiderman amarillo hizo acto de presencia al poco de comenzar el encuentro. Al fondo, en la zona visitante, estaban los jeques. Los otros jeques. No eran Abdullah Al-Zain ni Mohammed Al-Nusuf. Pero, de todos modos, recibieron el saludo y el apretón de manos del consejero delegado, Javier González Calvo, que se acercó a la zona blanquiverde antes de situarse en el improvisado palco de la grada central junto a Juanito, David Ortega, Miguel Valenzuela y Jesús Coca.

En algunos campos se le afean al linier sus malas decisiones con insultos, con bravuconería, con poco arte. No en Cádiz. “¡Qué pocas hechuras tienes línea!”, lanzó un avispado hincha cadista. “¡Este no es árbitro, viene vestido del Falla!”, respondía su mujer, entrada en años pero que lucía unas atrevidas mechas californianas. Al descanso, como el Cádiz B iba palmando y el Córdoba CF parecía tener el partido donde quería, era el momento de refrescar el gaznate. “Niño, llévate la cartera”, le avisó la parienta a un marido que, ni corto ni perezoso, se hizo el loco para que pagase su acompañante. “¡Qué poca vergüenza tienes!”, fue la respuesta, entre risas, de la señora, que se ahorró algunos euritos que nunca vienen mal.

Airbus está de liquidación. Puerto Real, donde se ubica la Ciudad Deportiva del Cádiz, vive el turismo, de la pesca y del complejo industrial de la empresa aeronáutica. Cientos de puestos de trabajo corren peligro aunque, como siempre en el sur, al mal tiempo buena cara. El viento de Levante, eso sí, no perdona a nadie. Y tanto que no. En la primera parte lo sufrió el Cádiz B pero en la segunda le tocó al Córdoba CF jugar cara al viento. Los blanquiverdes acusaron el esfuerzo físico y, especialmente los más veteranos, acabaron con la lengua fuera. Al final, un empate que sabe a poco pero que irá ganando en importancia conforme pasen las jornadas.

Piovaccari, un perro viejo donde los haya, acabó seriamente cansado. Algunos cadistas, sonrientes, comentaban entre ellos que el italiano “está muy viejo” para estos trotes. Deberá ponerse en forma, pero aún se espera mucho más de un Pío que no estaba para muchos trotes en Puerto Real.

Al final, los 300 aficionados del Córdoba CF se marcharon con un puntito en el zurrón y la experiencia de visitar una de las tierras más acogedoras y sanas de España. Una Ciudad Deportiva El Rosal donde no hubo flores, pero tampoco espinas. Donde el viento sopló de lo lindo y despertó a más de uno de sus sueños de liderato sin esfuerzo. Esto aún hay que pelearlo mucho.