No por más esperado es menos doloroso. Ayer se confirmó el descenso del Córdoba a Segunda B y a más de un aficionado blanquiverde se le heló el alma. Era un suceso esperado después de una temporada lamentable, llena de sinsabores y que ha dilapidado el crédito que disponía la actual directiva y la propiedad del club después de la milagrosa salvación de la pasada temporada.

Se hace difícil recordar aquellos partidos en plena remontada por la permanencia, en el campo del Rayo Vallecano o el del Reus. Se encoge un poco el alma cuando en este regreso al pasado lleno de nostalgia y algo de masoquismo la vista se para un instante en el Córdoba-Sporting que cerró la permanencia, hace casi un año.

Poco después de aquel partido se presentó una campaña de abonos bajo el lema «Creemos en las matemáticas». Ayer se agotaron los números. El Córdoba fue el club con la campaña de abonos más temprana pero el segundo que más tardó en fichar a su entrenador, Francisco, que apenas aguantaría un mes en el cargo.

El estadio de Gran Canaria marca el desenlace de una temporada lamentable llena de sinsabores

Aquello ya hacía presagiar que la temporada 2018/19 no iba a ser un camino de rosas. Y desde luego que no lo fue. Problemas con el límite salarial, fichajes por el mínimo profesional, desbandada en invierno, una negociación eterna para vender a Guardiola y, entre medias, los primeros impagos, que se reproducirían con más ahínco a partir de marzo. El Córdoba aún debe dinero a jugadores y empleados, y eso es lo primero que se debe solucionar. Porque con el descenso ya consumado, un descenso triste pero anunciado desde hace muchas semanas, toca reiniciar el proyecto y hacerlo atractivo para la afición. La Segunda B espera, pero el toro debe cogerse por los cuernos. Nada de esperas, nada de verónicas para cansar al animal, ningún capotazo de más. Mirada fija, voz serena y a explicar al personal lo sucedido. A darle las explicaciones necesarias para que se entiendan los pormenores de una temporada lamentable. Y, acto seguido, a razonar con argumentos por qué el cordobesista debe abonarse de nuevo a su club para iniciar de su mano el camino para subir de nuevo del pozo de la Segunda B. Sin explicaciones, argumentos e ilusión, la estancia en el infierno podría durar mucho más de lo que todos -afición, accionistas, los jugadores que continúen, la ciudad y la provincia- desean.