Hace días pedí gestos que rebajasen la tensión ambiental, cuyo equilibrio es tan importante o más que la de muros del estadio hacia adentro. El Córdoba anda en medio de una espiral de tensión salvaje; la deportiva debería resolverse ya por el bien del futuro (¿y último?) proyecto de ascenso de Carlos González. La otra, la que envuelve al cordobesismo, se cobró ayer una víctima de mucho peso, Alfredo Duro. El mensaje es claro. Que el vestuario --Juan Eduardo Esnáider incluido-- tome nota.