El Espanyol es uno de los clubs más estables de la Liga. Aferrado a Primera desde 1994 -algo que solo mejoran los inamovibles Athletic, Barça y Madrid, más el Valencia-, en las últimas 12 temporadas siempre ha acabado entre la posición 8ª y la 15ª. Ni Europa ni descenso, la clásica zona templada de la tabla. Más de un club envidiará esa estabilidad, pero se echaba en falta algo de emoción. Está por ver si la recta final del curso resulta nuevamente tediosa, pero en el último mes la afición blanquiazul se ha subido a una montaña rusa de emociones comandada, para bien o para mal, por Quique Sánchez Flores.

«Estamos en un momento mágico y hay que aprovecharlo», recalcó este viernes el técnico del Espanyol, pensando en la visita del Sevilla (13.00 horas) y en la posibilidad de entrar en la lucha por puestos europeos. Quién lo hubiera dicho hace un mes, cuando la derrota en Eibar, la victoria del Girona en Cornellà, muy dolorosa para la afición, y el pinchazo en Las Palmas dejaron al equipo en una situación delicada y al técnico en la cuerda floja, con el estadio gritando «¡Quique vete ya!».

El rumor del Stoke y el sorteo de Copa

La visita del Atlético, invicto hasta entonces en la Liga, no hacía presagiar el fin de la cuesta arriba, pero el tanto de Sergio García en el minuto 88 permitió a la parroquia perica pasar una feliz Navidad. En Málaga se sumaron tres puntos más, pero cuando todo parecía sonreír al club, la remontada copera contra el Levante quedó empañada por el rumor de que Quique (que no lo desmintió) negociaba su marcha a la Premier. Crisis. Encima, el sorteo deparó un derbi en la Copa. Mazazo.

«Estábamos preparados para sustituir a Quique y que se notara lo menos posible», aseguró ayer el director deportivo, Jordi Lardín. Teniendo en cuenta que pocos días antes la afición pedía su cabeza, ingresar cuatro millones por su marcha voluntaria al Stoke parecía hasta un buen negocio, que no llegó.

El Sevilla, una ‘bestia negra’

Ni el «soy y seré del Espanyol» pronunciado por Quique 72 horas después evitó que el técnico volviera a escuchar pitos en Cornellà, ante el Athletic y al inicio de un derbi que, contra todo pronóstico, iba a suponer otro golpe de timón. El gol de Melendo supuso la primera derrota del Barça en el RCDE Stadium y elevó los ánimos de la afición como no se recordaba en mucho tiempo. «Después de ese partido, imposible no hay nada», dijo Víctor Sánchez. «Es un triunfo importante para la historia del club, hemos derribado muros», celebró Quique, que se enojó al ser preguntado por los momentos más duros. «No me paso la vida recordando el pasado», zanjó irritado.

Un pasado que no es favorable al Espanyol en las últimas seis visitas del Sevilla (dos empates y cuatro derrotas), pero que Quique confía en revertir, subido como está su grupo a la dinámica positiva. «Confío mucho en las inyecciones morales y el poder la mente. Cuando se gestionan grupos, uno gestiona las emociones y las compromete en un mismo objetivo. El equipo llega estable», valoró el técnico, que recupera a Sergio García y, por precaución, ha dejado fuera a Piatti, con molestias. Aarón también es baja por acumulación de amarillas. El Sevilla de Vincenzo Montella, que no vence en la Liga desde el 3 de diciembre, también obtuvo su dosis de moral en la Copa al vencer en el Wanda.

Denuncia de la Liga

El único nubarrón en el idílico panorama españolista es la denuncia de la Liga (confirmada este viernes) por los insultos a Piqué y cánticos contra el Barça proferidos desde la Grada Canito durante el derbi. El vicepresidente Adolf Rousaud aseguró que el club condena «cualquier insulto o manifestación de odio, así como el lanzamiento de objetos», aunque luego añadió que «todo el mundo será capaz de relativizar los hechos que han sucedido».