A veces, Messi sacude con sus ausencias las estructuras del Barça, un club que vive pendiente de su estrella. Pero también lo hace con sus palabras. Hace cuatro años y medio, el astro no se presentó a un entrenamiento de puertas abiertas el día de Reyes tras la derrota en Anoeta en la que Luis Enrique lo sentó inicialmente en el banquillo. Aquel enero del 2015 desencadenó, curiosamente, la conquista de la Champions y el triplete, con un tsunami que se llevó por delante a Andoni Zubizarreta, entonces director deportivo, y provocó el adelanto de las elecciones, en las que arrasó Josep Maria Bartomeu.

Ahora, en cambio, ha usado la palabra para agitar todas las áreas del club. Lo ha hecho a través de la entrevista concedida en exclusiva a Sport (y reproducida ayer por este periódico), en la que la estrella ha destapado la profunda frustración que le embarga al ver que no se cerró el fichaje de su gran amigo Neymar. Aún no se le ha visto jugar esta temporada debido a esa lesión muscular en el sóleo de la pierna derecha, pero ya se le ha escuchado airear sus quejas sobre el funcionamiento del club, lo que ha vuelto a provocar otro terremoto interno.

Messi es siempre muy cuidadoso con sus gestos. Y, por supuesto, con sus palabras. Nada en Leo resulta improvisado o circunstancial. No le ha gustado nada el desenlace del caso Neymar, convencido como estaba de que el retorno del brasileño haría mucho más fuerte al Barça. El club, a través de su portavoz Josep Vives, se empeñó en dulcificar las declaraciones de Messi. «No hay ninguna grieta entre Leo y el club», se apresuró a declarar ayer. «No podemos hacer un pulso con nosotros mismos ni gastar energía en eso... Y, desde luego, no vemos, en absoluto, un pulso de Messi al club por esta entrevista», añadió Vives, sin asumir la tremenda preocupación que ha generado en el interior del club. Afecta a todos. Desde el presidente, al que Messi no cita en ningún momento, hasta Abidal, al que tampoco cita pero al que alude al decir que preferiría que estuviera «Puyi» (Carles Puyol) en su puesto. Llega la inquietante voz de Messi justo en el momento en que empieza la temporada de verdad, con cinco puntos de desventaja con el Atlético.

MENSAJES A BARTOMEU

«Sinceraremente no sé si el Barça hizo todo lo posible para fichar a Neymar». Más rotundo no ha podido ser Messi. Duda de las verdaderas intenciones del club, quien presentó su primera oferta por escrito al Paris SG el 27 de agosto, ya en la última semana del mercado. Duda Leo porque él tenía, y tiene, la información de la otra parte. O sea, de Neymar, con quien ha estado en permanente contacto durante este tumultuoso verano que ha terminado con el brasileño en París. Y con Leo enfadado en Barcelona. «Sé lo que hablaba con Ney, lo que me contaba él de cómo iban las cosas», reveló Messi al diario Sport. Duda, además, la estrella del plan deportivo trazado por la junta de Bartomeu («no sé si es mejor plantilla o no que la pasada temporada», llega a decir), además de restar valor a la fuerza que tiene su opinión. O incluso la de sus propios compañeros. «Yo no mando en el club», afirma.

SU CONTINUIDAD

«Esta es mi casa y no quiero irme, pero quiero ganar». Sí, pero no. Ese es el mensaje de Leo Messi, que encara con toda la libertad del mundo el penúltimo año de su contrato. Seguirá, pero si se mantienen las condiciones deportivas que pide, exige y necesita el astro. Cuatro años sin una Champions son una verdadera tortura para el 10, consciente, además, de que eso le aleja también de los premios individuales. Y ese es el mensaje que viene trasladando a la directiva azulgrana, especialmente en estos dos años donde la errática planificación deportiva (Coutinho, uno de los elegidos para ocupar la plaza del fugado Neymar, está ahora cedido en el Bayern de Múnich) ha acabado condenando al equipo.

SIN REPROCHES A VALVERDE

«Todos se imaginaban la destitución de Valverde, pero... Como dije en su momento, fue culpa nuestra, de los jugadores». Ni un solo reproche de Messi hacia su entrenador. Ni uno solo. Tiene muchos motivos de preocupación el astro. Pero ninguno dirigido hacia la figura silenciosa que ocupa el banquillo del Camp Nou desde hace dos años. Dos años marcados por la figura de Neymar. Cuando aterrizó, Valverde vio cómo a inicios de agosto del 2017 se le iba uno de los pilares de su estructura. Remontó, ganó la Liga y se estrelló en Roma. Al segundo curso, más de lo mismo. Liga fácilmente ganada, pero más cruel aún la caída en Europa. «No tuvo nada que ver con el partido que hicimos en Anfield y el resultado. Y fue más cosa nuestra que del técnico», se empeña en eximir la estrella a su entrenador.

Comprensivo y tolerante con el Txingurri se muestra Leo. No lo es tanto, en cambio, con Dembélé, a quien califica de «jugador impresionante». Pero no basta, dice, solo la calidad para triunfar en el Barcelona. Se necesita mucho más. «Puede hacer lo que él quiera, que es muy joven, pero debe hacer el cambio ese a ser profesional». Le pide el capitán al joven que se comporte como se espera. recordando que en la temporada pasada «cuando más lo necesitábamos se lesionó».

Protege Messi a Valverde, avisa a Dembélé y se muestra hierático cuando le preguntan por Griezmann, por quien se mojó hace un año. Se mojó en vano. Cuando le preguntaron si ya conoce al exdelantero del Atletico, destila frialdad máxima. «Muy poquito, la verdad. Muy poquito porque desde que llegué estoy lesionado y entreno al margen». Apenas un entrenamiento llevan juntos. Y Messi no volverá hasta que esa «traicionera» lesión muscular no lo deje tranquilo.