Cuando todo parecía perdido para Argentina Leonel Messi se vistió de superhéroe. Hizo tres goles que todos los argentinos gritaron hasta la afonía colectiva y condujo a la selección al Mundial de Rusia 2018. El 'hat trick' en el estadio Atahualpa de Quito ante Ecuador (1-3) queda ya en la historia de un jugador que no tiene límites.

Solo un Messi gigante y nada más que Messi podía encabezar una remontada en la que muchos no creían al punto de darle al equipo la extremaunción anticipada al minuto de juego y después del gol sorpresivo ecuatoriano.

Los argentinos se olvidaron del pánico al fracaso y dieron rienda suelta de un optimismo alucinado. "Volveremos otra vez a ser campeones, como en el 86”, se cantó. “La verdad es que hoy estamos tranquilos, conseguimos el objetivo que era lo más importante”, dijo Messi, reconciliado con la prensa argentina.

EL FÚTBOL LE DEBE UN MUNDIAL A MESSI

Como era de suponer, Jorge Sampaoli pasó de ser considerado un entrenador “vende humo” a un fino estratega. El pelado sabía muy bien que su papel en esta hazaña era secundario. “Se lo dije al grupo: Messi no debe un Mundial, el fútbol le debe un Mundial a Messi. Pudimos ayudarlo para que esté en la Copa el mejor jugador del del Mundo. Sería ilógico que el torneo más importante del fútbol no lo tuviera. Es el mejor jugador de la historia”, expresó cuando todo terminó y, al igual que los jugadores, se había ganado el derecho a un festejo desbocado en el camarino.

Los planetas se alinearon con tal sintonía que hasta hubo tiempo de celebrar la eliminación chilena. La "Roja" pagó muy caro su derrota por tres goles ante Brasil. Perú, que empató en un gol con los colombianos, la dejó en el sexto puesto por diferencia de goles.

“Messi descomunal”, titula Clarín. En la noche de un martes que se temió aciago y terminó en carnaval, los críticos, incluso aquellos que venían lanzando frases lapidarias, hirientes, se quedaron sin adjetivos. “El Dios verdadero nos dio una mano en la altura de Quito, y el Dios del fútbol actual hizo lo que se le ve hacer seguido en Barcelona”, señaló el diario deportivo Olé.

LA MISIÓN, SEGÚN SAMPAOLI

Antes de salir a la cancha, Sampaoli reunió a sus jugadores y les recordó cuál era la misión: “teníamos que llevar a Messi al mundial”. Casi dos años después de perder con Ecuador en Buenos Aires por dos goles, el seleccionado se juró hacer realidad ese objetivo.

No se habían acomodado todavía en el terreno y el equipo, por una desinteligencia de sus defensores, se encontraba en desventaja. El gol de Ibarra al minuto se sintió como una señal nefasta. Sin embargo, la pesadilla duró apenas 11 minutos. Leo empezó su marcha triunfal en el centro del campo. Se sacó de encima a Darío Aimar y habilitó a Di María. Esta vez, el jugador de París Saint-Germain supo devolverla y el diez anotó su primer gol.

Ocho minutos más tarde, Messi capitalizó un error de Aimar, que se demoró en rechazar, y encontró por segunda vez el camino del gol. Argentina sufría los 2900 metros de altura y la presión del rival, pero ganaba sin mayores sobresalto.

Faltaba incluso el broche de oro y llegó a los 17 minutos. Otamendi robó un balón en el círculo central. Messi durmió la pelota en su pecho y encaró hacia la portería ecuatoriana. Lo persiguieron tres jugadores. La Pulga definió por encima de la cabeza del arquero Máximo Banguera y completó una noche mágica. Pudo convertir el cuarto pero -ya sabemos cómo es- se lo entregó en bandeja a Darío Benedetto, que otra vez desperdició el regalo.

EL MEJOR PARTIDO POSIBLE

Leo jugó el mejor partido posible. El más esperado. Lo acompañaron Enzo Pérez y por momentos Dí María. A nadie, sin embargo, le quedó la duda sobre lo que sucedió en Quito: Messi ganó casi solo el boleto a Rusia. Su iluminación encegueció a los ecuatorianos y ayudó a los compañeros a salir de la zona de oscuridad y timidez. “Es tiempo de venerar a Messi y de soñar con él en el Mundial, sólo por él. No es momento de tanto análisis, de pensar en cómo debe seguir la nueva renovación y la organización (de la caótica Federación). Para eso hay medio año. Son horas de abrazarse, de gritar, de descargarse, de cantar por Leo”, señaló Olé. En la madrugada de Buenos Aires retumbaron los fuegos artificiales. Se brindó por el triunfo y porque Messi terminó como máximo artillero de las eliminatorias sudamericanas en toda la historia.

A diferencia de Brasil y Uruguay, y en menor medida Colombia, Argentina ganó su plaza en el Mundial con un estilo que ya conoce: el del sufrimiento. Ya sucedió en los mundiales de México, EE.UU y Sudáfrica. La sensación de que esta vez se necesitaba de un prodigio para aventar los peores fantasmas la dio en las vísperas el popular imitador Martín Bossi, quien hizo a la vez de Messi, el ex entrenador campeón del mundo y el papa Francisco. Leo y Bilardo van al Vaticano a pedirle al pontífice una gestión celestial. “Hable con su jefe, se lo pido porfi (por favor)”, implora el Messi de Bossi. “Le pediré al Señor por ustedes”, responde Francisco. “Necesitamos un milagro Jesuscito”, insiste el capitán del seleccionado. Finalmente, Jesús abandona la cruz y desciende a conversar con el Dios del fútbol que reza por la unidad de los argentinos. “Leo, ubicate con los pedido. Soy Jesús, no Superman”.

De tanto invocar a la Providencia, mitad en broma y otra parte con la máxima seriedad, la selección regresa a Buenos Aires con la mejor de las noticias. Ni siquiera hubo que ir a la repesca. Ya pasó lo peor. El Messi "real" todavía se lame las heridas del pasado y cree en el futuro. “Fue injusto lo que nos ocurrió en el Mundial (de Brasil) y en las Copas América, en donde en los merecimientos debimos ganar esas tres finales y no se nos dio. Ahora estamos tranquilos, hay que empezar a trabajar. Después de esto el equipo va a cambiar, va a crecer mucho, va a mejorar”.