No es nada nuevo, sostiene Ernesto Valverde. Lo dice con aire despreocupado, sin darse importancia alguna. Estaba ya inventado recuerda el técnico como si fuera totalmente ajeno a la nueva mutación futbolística de Leo Messi. Habla el Txingurri como si no estuviera en el banquillo del Barça. Pero él tiene, y mucho, que ver en la refundación del 10, que aparentemente juega de falso nueve, aunque, en realidad, ocupa toda las zonas del campo, bajando incluso a presionar a la defensa.

Es un falso nueve, pero no tiene nada que ver con el de Guardiola (allí no había nadie por delante suyo y hasta se prescindió de la gigantesca figura de Ibrahimovic, mientras ahora anda Luis Suárez), pero no deja de goles como un nueve de toda la vida.

Es, otra vez, 'falso nueve', pero no como con Guardiola. Entonces, estaba solo en el frente del ataque; con Valverde, no

Parece similar a lo de Pep, pero es diferente, aunque tienen algo en común. Ambos conectaron a la primera con la estrella. En aquel verano del 2008, Guardiola se lo ganó permitiendo a Messi acudir a los Juegos de Pekín, pese a que el Barça se jugaba todo en la previa de la Liga de Campeones. En este verano del 2017, Valverde ha diseñado una nueva estructura táctica para que el genio está aún más cerca del área. Estar cerca no significa vivir dentro del área como demuestran los siete goles que ha marcado el argentino. Casi todos llegaron en ese rincón izquierdo, irrumpiendo por sorpresa, conectado como está telepáticamente con Jordi Alba (tres asistencias) y más cerca que nunca del nuevo Rakitic

Rodeado de socios

El croata, que ejercía de equilibrista en la banda derecha, ya no corre tanto como guardaespaldas de Leo o como fue en su día de Alves. Ahora, Rakitic se pasa la pelota con Messi. Además, el 10 tiene más socios que de costumbre, obsesionado como anda Valverde en que su Barça no se haga largo, descompensado y, sobre todo, desequilibrado.

En el fondo, acerca al argentino a los jugadores con mejor pie (Iniesta, Busquets, Rakitic) ofreciéndole también la mirada larga sobre Jordi Alba, el futbolista que mejor entiende la relación espacio-tiempo con Leo. No necesitan ni tan siquiera mirarse. El resto, no por sabido ni rutinario, deja de ser algo extraordinario. Por mucho que se le conozca, llega Messi y sorprende.

La inflexión del Bernabéu

No tardó mucho en Valverde en descubrir nuevas vías tácticas para Messi. Todo cambió en el Bernabéu. Ahí, como le pasó en su día a Guardiola en Stuttgart (2009), descubrió que el 10 se aburrió con aquel frustrado experimento del 3-5-2. En la vuelta de la Supercopa, la estrella apenas tocó el balón y se desconectó del juego de tal manera que solo remató tres veces a la portería blanca: uno a portería. Su peor registro en la incipiente era Valverde. Ahí entró en acción el técnico. Aprovechando la ausencia por lesión de Luis Suárez, levantó otro andamiaje táctico distinto para Leo colocándole en el centro.

A partir de ese momento, se desató otra furia goleadora del argentino, que firmó siete tantos en los cuatro últimos partidos. Volvió el uruguayo y nada cambió. La foto que no tiene aún Bartomeu de Messi firmando su renovación hasta el 2021 ya la ha encontrado, al menos, Valverde. Leo sonríe en el campo.