Han ido terminando todas las eras. La era Rijkaard, la era Guardiola, la era Puyol, la era Xavi, la era Iniesta, y el Barça sigue siendo campeón. ¿Quizá porque no ha terminado la era Messi? Seguramente. La era Messi continúa, con nuevos compañeros de viaje y con otro entrenador.

El 10 es el nexo de unión, el hilo conductor de la época dorada del Barça. Diez Ligas del diez. El nombre de Messi figura en la conquista de las diez últimas Ligas en el brevísimo lapso de 15 años. Más que figurar, lo que ha hecho Messi es intervenir, decisivamente a partir de la primera que celebró, con su primer gol al Albacete, y aupado a hombros por un Ronaldinho que vio venir a su sucesor.

Intervino con el taciturno Rijkaard, que tutelaba la maduración de un adolescente hambriento, e interviene con el reflexivo Valverde, que modela la ambición de un veterano incansable al que ha convencido para sentarlo en el banquillo en citas decisivas como ante el Levante. Tipos con la mano izquierda indispensable para gestionar desde el volcán del Camp Nou a genios que escapan a la cotidianeidad. ¿O acaso se ha visto un tipo capaz de marcar tres faltas consecutivas de tres formas diferentes? Tal vez radique ahí, en la personalidad de los entrenadores -además del ecosistema del vestuario- una de las explicaciones al a la doble percepción que existe de Messi, una deidad en Europa, un pechofrío para media Argentina.

A dos Ligas de Gento

Una década y media lleva el Barça hartándose de títulos mientras Messi iba borrando todos los nombres madridistas de los cuadros de honor de la Liga. Al amo de los récords solo le queda por delante el de Paco Gento, que con 12 ediciones es el futbolista con más Ligas en su palmarés. No hay un listón lo suficientemente alto que la Pulga no pueda saltar.

417 goles ha cantado Messi, 417 goles dedicados a la abuela Celia, 417 goles celebrados por los culés, particulamente sentido el último que certificaba el título. Un promedio de 26 por campeonato. Cifra suficientemente abultada como para otorgar al actual capitán una aportación crucial en la gloria barcelonista y concederle el honor, obligado parece, de denominar como Era Messi los últimos 15 años del Barça, los 15 primeros del astro argentino.

Una era que empezó cuando era el último en salir al campo por superstición, el penúltimo cuando llegó Luis Suárez y ahora es el primero. Obligado por su condición de capitán al heredar un brazalete que ha ido pasando de brazo en brazo hasta que la paulatina marcha de Puyol, Xavi e Iniesta le dejó al frente de la fila. Ahora posa en la foto protocolaria que los árbitros enseñan a los amigos para demostrar que estuvieron al lado de un extraterrestre, el futbolista más extraño que jamás han conocido porque nunca quiso engañarles.

33 goles en la Liga; 15 asistencias

Leo echa un vistazo a su alrededor y solo quedan Piqué y Busquets de los viejos tiempos. Pero Vidal, Lenglet, Arthur y compañía le han ayudado a consolidar al Barça en el trono. Él no ha cambiado. No ha cambiado en el padre de familia numerosa que es hoy la actitud, la predisposición, la ambición ni mucho menos el acierto de aquel soltero que pudo caer en la mala vida.

Se marcharon unos, llegaron otros, y Messi ha seguido marcando goles (34, de momento en la Liga, 46 en total) y repartiendo asistencias (15 y 22), insensible a la nostalgia, inmune a la comprensible autocomplacencia que podría haberle turbado ante la descomunal colección de títulos que ha reunido en su casa. Y en el museo del Barça.

Tripletes en Sevilla

Leo es el más laureado de la historia del club adelantando, como era de esperar, a Iniesta en la colección de oropeles. Tardó muy poco. Con la Supercopa de España en agosto, título olvidado en la riqueza de los éxitos, y con la Liga que va a levantar, la primera como capitán.

La Copa y la Champions -recuerden, esa "copa tan linda y deseada"- aguardan a la vuelta de la esquina, aparcadas por una simple cuestión temporal, y que el astro empezará a despachar a partir de ahora que el torneo básico ha quedado liquidado y donde ha dejado, nuevamente, episodios sensacionales. Desde el debut, con un par de goles al Alavés.

Con sendos tripletes en el campo del Sevilla y el Betis, para que no se peleen. Con cuatro goles al Espanyol, dos en casa y dos fuera. Con otro paseíllo ante el Madrid, sin marcar, pero ulcerando el ánimo blanco, sangrando por la huida de Cristiano Ronaldo.