Este verano la globalización del mundo del fútbol nos está ofreciendo el 'Mercato' más desconcertante que se recuerda. El Mundial lo ha retrasado, va lento, desquiciado en precios, y con la excepción de la Premier (que ya ha hecho la mayoría de sus fichajes) los demás equipos europeos todavía tienen verdísimas sus plantillas cara a la temporada inminente.

En este momento asistimos a uno de los nuevos rituales del 'Mercato' moderno, la International Champions Cup, un gran escaparate de suplentes, promesas y jugadores en venta, a la espera de que vayan incorporándose las figuras que todavía se desperezan tras sus éxitos y fracasos en Rusia.

Mata (United) y Vinicius (Madrid), en el debut con derrota de Lopetegui /ROCK FOLDNI (AFP)

Se acabaron los viejos partidos de pretemporada ante rivales muy menores a los que se les solían endosar de ocho a 12 goles para ir soltando las piernas de los rematadores. Y asimismo decayó el prestigio de los grandes torneos veraniegos amistosos, como el mítico Carranza, en los que participaban junto a los grandes algunos equipos nacionales modestos y de la clase media.

El negocio es el negocio

Ahora todo es internacional, a lo grande, en campos remotos del extranjero, exprimiendo el nombre de los clubs a través de jugadores secundarios en venta y con partidos bastante sosos. Pero el negocio es el negocio.

Ha pasado mucho tiempo desde que el derecho de retención y la falta de reconocimiento de los derechos de los jugadores hacía que los fichajes prácticamente solo contaba la voluntad de los presidentes y sus billeteros. Ahora el 'Mercato' se mueve con otros parámetros.

Por parte de los jugadores, la voluntad de los que quieren irse de donde están o los que desean marchar al club que prefieren; a partir de ahí, cifras por las que se venden, maniobras de rebeldía y amago de huelgas disimuladas de bajo rendimiento para el caso de que no se les atienda.

Por parte de los equipos, la lista de hombres que codician, los que se quieren sacar de encima, los que intentan retener como sea… Y novísimas realidades como la petición de llegada de determinados compañeros de nivel que solicitan los cracks como condición para no irse a otra parte.

La culpa la tiene la Premier League

Los precios están desquiciados. Alfredo Relaño responsabiliza de ello desde Madrid al Barça por lo que pagó con el dinero de la huida de Neymar para conseguir a Dembelé y Coutinho. Es miopía.

El actual encarecimiento total nació en Gran Bretaña por la riqueza de los clubs a causa de sus grandes ingresos televisivos y por la entrada en escena, primero allí, de multimillonarios rusos, catarís y norteamericanos como fans-presidentes o negociantes buscando invertir para ganar dinero. Luego lo imitaron en otros sitios, con el ejemplo paradigmático del PSG. Pero el Real Madrid, más que el Barça, es quien siempre había pujado sin rivales para construir sus equipos, y ahora es el máximo afectado de que entidades más ricas le impidan traerse los caprichos que excitaban a Floren como posibles sustitutos de Cristiano Ronaldo.

Final del partido Manchester City-Bayern de Múnich en Miami / JOE SKIPPER (AFP)

Dentro de estas coordenadas generales ahora está la anomalía del Barça, que gasta y gasta quizá porque cualquier día de estos tal vez anunciará que pospone su costosa operación de rehacer el Camp Nou para intentar aprovechar el tiempo que queda de Messi con nuevos grandes éxitos que sólo pueden llegar si consigue rodearle de más plantilla y más calidad de la de las últimas temporadas.

Pero sus contrataciones generan recelo. Un buen analista, el profesor Campa, señalaba reciente la perplejidad que causa la heterogeneidad de los hombres que intenta contratar al buscar un gran centrocampista que complete la capacidad de generar juego ofensivo y robustecer la combinatoria defensiva. Tienen poco que ver entre sí, subraya, lo que hacen Pjanic, De Jong, Rabiot, Pogba y Arturo Vidal, los nombres que se intenta traer.

Tiene razón. El 'Mercato' actual es muy complejo pero algunos lo complican todavía más.