Una de las grandes incógnitas en la gestión del Córdoba es lo ocurrido con el que fuera jefe de los servicios médicos de la entidad blanquiverde, Javier Bejarano, y su despido, del que se cumplen ahora tres meses y medio. A finales de enero, el Córdoba CF comunicó oficialmente la salida del doctor Bejarano, en este caso, de la empresa de la que es administrador único, Cordobesa de Terapia Avanzada, que a la postre es la firma con la que la entidad blanquiverde tenía comprometidos los servicios. Unos servicios firmados en el año 2014, con Carlos González como presidente y máximo accionista de la entidad y en cuyo contrato, de diez años de duración, se estipulaban unos pagos cercanos a los 240.000 euros por temporada en caso de que el equipo estuviera en Segunda División y de 270.000 si lo hacía en Primera.

La confianza de González en Bejarano iba más allá de lo profesional y dicha relación se plasmó en dicho contrato, que ya tras la llegada de León y Oliver, hace 15 meses, experimentó una ligera bajada de emolumentos, en torno a los 220.000 euros por temporada. A pesar de todo, tanto entonces como al inicio de la pasada campaña, en el club se entendía que esa cantidad era difícil de asumir, aunque por otra parte también estaba claro que a Cordobesa de Terapia Avanzada le seguían perteneciendo esos cinco años más por contrato.

A pesar de ello, en el Córdoba se afanaron en buscar una solución, no solo para romper ese vínculo contractual, sino también para intentar que los servicios médicos no fueran tan costosos para el club de El Arcángel. El Córdoba pareció encontrarlos tras negociar tanto con Quirón como con Clínica Beiman. En la negociación con ambos el planteamiento por parte de la entidad blanquiverde era el mismo: por un lado, el coste anual debía ser inferior al que soportaba en ese momento con el doctor Bejarano y, por otro, tenía el lastre de que un litigio por las cantidades pendientes más otras que se podían añadir podía ser dañino para los intereses del Córdoba.

El pasado 22 de enero, el Córdoba envió al doctor Bejarano un escrito en el que le informaba de que el motivo de la resolución contractual se justificaba en el «incumplimiento reiterado de las obligaciones asumidas» en dicho contrato y se centraba, principalmente, en los trabajos que debía desempeñar el propio doctor Bejarano en el club blanquiverde. El Córdoba alegó que dichos incumplimientos «han supuesto la pérdida de confianza en Cordobesa de Terapia Avanzada y en usted», pasando posteriormente a una relación de hechos en los que, según el club, se basaba dicha rescisión y pérdida de confianza. «Falta reiterada de asistencia a los entrenamientos, falta de asistencia a los viajes y partidos del primer equipo, falta o retraso en la atención médica a futbolistas de la primera plantilla, del filial o del equipo femenino, con el evidente perjuicio ocasionado al club», fueron algunos de los motivos alegados por el Córdoba en la comunicación realizada al doctor Bejarano. Además, el Córdoba le recordaba en la misiva que dichos incumplimientos, de «carácter grave, se han venido produciendo desde hace tiempo, como ya le habíamos advertido en reiteradas ocasiones». En el club se aseguró entonces que había otros motivos, alguno inconfesable, como la relación de estrecha confianza del galeno con el anterior accionista mayoritario, que incluso él reconocía de puertas hacia adentro del club.

El Córdoba, finalmente, pareció cuadrar el círculo, ya que, entre las exigencias para que cualquiera de las clínicas con las que negociaba se hicieran con los servicios de la entidad blanquiverde estaba también la de asumir el coste, si llegaba a producirse, del despido del doctor Bejarano. Según pudo saber este periódico, tanto Quirón como Beiman aceptaron dicha condición, quedándose finalmente la segunda con los servicios médicos del Córdoba por un número de años, como mínimo, iguales a los que le restaba por cumplir a Cordobesa de Terapia Avanzada.

Es evidente que la situación de Bejarano en el club, tanto para él como para la propia entidad, no era nada cómoda, ya que la jefatura de los servicios médicos de una entidad suele estar ocupada por un profesional de la máxima confianza del propio club o de su presidente. Y en este caso era obvio que no existía. Así, una de la trilogía del refrán logró cumplirla el Córdoba: «Al médico, al confesor y al letrado, hablarle claro». Queda ahora el resto.