Un año después de acceder al Córdoba como máximo accionista y presidente, Jesús León podría recitar aquello que escribió un dramaturgo inglés: «El dinero no nos proporciona amigos, sino enemigos de mejor calidad».

En el fondo, nadie miraba al montoreño, sino más bien a lo que su llegada suponía, un adiós a Carlos González que, en realidad, no se ha producido y tardará mucho en plasmarse. En el Córdoba, si nos atenemos a la última década, nadie se va del todo: hay demasiado en juego. En cierta medida, aquel mes que transcurrió desde el 20 de diciembre de 2017 hasta el 19 de enero del 2018 estuvo marcado por el deseo de dar carpetazo a una etapa que en lo deportivo resulta difícilmente superable pero en lo social, en lo económico y de gestión dejó muchos nubarrones que, lejos de despejarse, amenazan con romper en tormenta abundante y prolongada. Aquel mes también estuvo plasmado por una evidencia: la escenificación por parte de alguien de que no quería irse pero que no tenía más remedio que hacerlo y alguna mínima alternativa al montoreño, opción que dejó también en la ciudad a algún «embajador», de ahí que no solo permanezcan de una forma u otra los que estuvieron, sino que incluso los que no llegaron a desembarcar también tienen su peso. Ahí estriba la debilidad que muestra en la actualidad no solo Jesús León, sino el propio Córdoba CF, al que siempre le aparecen pretendientes cuando está prometido pero al que nadie quiere cuando planea cambiar de pareja.

Sí que el fútbol tiene memoria, al contrario de lo que muchos dicen, aunque esta es como la de Dory, desesperadamente corta y, por lo tanto, entregada a los extremos. Jesús León fue denominado por algunos «el Mesías», casi los mismos que siete meses después, algo más de media temporada, lo han transformado en el principal problema del club.

Para describir ese proceso hay que empezar por la llegada del montoreño o el adiós de Carlos González, firmado el 19 de enero del pasado año y estrenado con una victoria, dos días después, ante el Albacete, precisamente, que será el próximo visitante de El Arcángel. Llegó León sin haber hecho una due dilligence, comprando un club completamente a ciegas y contando con el empuje de la afición y de un Luis Oliver al que públicamente el anterior propietario sacó de la ecuación de la compraventa, al menos de manera oficial. Mantuvo a Jorge Romero en el puesto de entrenador ante las peticiones del entorno del club y, a pesar de que el límite salarial estaba sobrepasado en unos 1,8 millones de euros -reconocido por el propio González-, consiguió la llegada de ocho refuerzos más dos que no pudo inscribir: Bambock y Montelongo. Entre ellos, el de José Antonio Reyes, que muchos señalaron como simple maniobra mediática pero que luego se encargó el propio utrerano de reivindicar. «Hay que salvarse como sea» era el nuevo mantra, lanzado no solo desde el club, sino que lo repetían muchos aficionados. Duró Romero unas pocas jornadas en el cargo y le relevó el entrenador que traía en mente la nueva propiedad, José Ramón Sandoval, que se estrenó con una derrota que llevaba el límite de la salvación a 13 puntos más el golaveraje.

No solo en la propia ciudad, incluso la anterior propiedad aconsejaba resetear, dejarse ir, preparar la siguiente temporada y asaltar la Segunda de nuevo en esta campaña. Pero el Córdoba se entregó a una vorágine a la que pocos le vaticinaban un resultado positivo, a pesar del nuevo estado de efervescencia, de los refuerzos, de la «liberación» que para muchos suponía el cambio de propiedad. Paralelamente, León debió lidiar, de club para adentro, con una situación que, además de curiosa, amenazaba con generar grandes problemas. Personas vinculadas a la anterior propiedad se mezclaban en el día a día con hombres que había hecho desembarcar Luis Oliver. El club hervía fuera, pero también dentro en una situación cuya resolución se pospuso hasta el verano: la única prioridad era mantenerse en Segunda.

SIN MANIOBRABILIDAD

A pesar de esa anomalía en la trastienda, el club vivió grandes momentos porque, siempre, lo deportivo tapa todo. El conjunto blanquiverde se plantó a finales de marzo a solo cuatro puntos de la permanencia, cuando restaban 10 jornadas de Liga. Tras los varapalos sufridos en Soria y León, los blanquiverdes seguían aún a tres puntos de la salvación cuando quedaban cinco jornadas, pero un arreón final, con cuatro victorias en las últimas cuatro jornadas logró un hito para la entidad blanquiverde que también quedó grabado en la historia de Segunda.

León debía acometer en verano la transformación que necesitaba el club, tanto en organización interna y administrativa como deportiva, en la plantilla. Pero la misma fuerza que obligó a su antecesor a salir del Córdoba terminó con la corta etapa de Luis Oliver. La retahíla de expedientes de LaLiga, el exceso en el límite salarial de la plantilla y la continuidad del rosario de demandas heredadas obligó a la entidad blanquiverde a mantener prácticamente fijo el rumbo. Francisco, el entrenador-apuesta de León, se marchó a las pocas semanas al entender que el proyecto nada tenía que ver con lo que se le había prometido. El club recurrió a un efecto balsámico con la afición aunque con dudas en lo futbolístico: el regreso de José Ramón Sandoval. A pesar de la histórica salvación, a nadie se le escapaba que el éxito tenía muchos padres y había que ver cómo actuaría el de Humanes con una plantilla justita y con algún elemento dentro del vestuario que no quería su vuelta, entre otras cosas, porque el camino de la salvación tapó más de un roce. El club no podía dejar ir a jugadores que preferían irse y solo se pudo mover en el mercado en la última semana, firmando por el mínimo profesional.

Para colmo, la gestión de la marcha de Guardiola al Getafe, que asumió el propio León como un error, lastró aún más la capacidad de reacción del club, tanto en el mencionado límite salarial como en las propias cuentas, con un déficit después de impuestos de 4,2 millones de euros.

La obligada marcha de Oliver trajo dos nuevas caras al Córdoba: Alfredo García Amado como director general tras una etapa de 18 años en el Sporting de Gijón, ciudad en la que es muy criticado, y un hombre que piensa en blanco y verde, Rafael Berges, como director deportivo. Ocho puntos de los primeros 33 en disputa solo prolongaron la agonía del de Humanes en el banquillo, al que el club dio hasta la jornada 14 para traer posteriormente a Curro Torres, un hombre que ya sonó en verano, precisamente, como alternativa a Francisco.

En lo institucional, León está negociando en la actualidad con el Ayuntamiento la regularización de la cesión de El Arcángel, una vieja reivindicación de la entidad blanquiverde cuyos antecesores no lograron, entre otras cosas, porque el propio club, ya en la etapa González, intentó incluir en la misma la de la explotación de todos los espacios del estadio municipal. Además, la aportación de ese inmovilizado daría equilibrio a las cuentas y evitaría la causa de disolución en la que se encuentra actualmente, aunque para ello aún tenga diversos inconvenientes, como el del tiempo que ha de reflejar dicha cesión o concesión administrativa. Justo en aquel primer encuentro de Jesús León como nuevo presidente y propietario, el conjunto blanquiverde se situaba a siete puntos de la salvación. Un año después se encuentra a cinco, dos menos. Y una nueva revolución parece avecinarse justo en los días posteriores a su primer aniversario al frente del Córdoba CF. Movimientos que alcanzarán desde el mismo vestuario hasta la planta noble de El Arcángel.

El montoreño es conocedor de los frentes que tiene abiertos y que alguno de ellos se plantea desde opciones y alternativas que estuvieron en el pasado o aspiran a estar en el futuro. El primer paso, fundamental, ha de darse en lo deportivo, el prozac que calma no solo los ánimos, sino que ayuda a que la crítica sea más cerebral. En definitiva, una nueva lucha por la estabilidad.