Cuando ya casi nadie le esperaba, después de sentir que estaba más fuera que dentro del Real Madrid tras la última final de Liga de Campeones, el terremoto que ha vivido el club blanco este verano, con el cambio de entrenador y la salida de Ronaldo le han colocad en un lugar preponderante dentro del nuevo equipo de Lopetegui. Este se ha consagrado a una idea colectiva para construir su proyecto, un contexto en el que el galés se siente cómodo e importante.

Lopetegui busca los goles que se fueron con Ronaldo y, mientras integra a Modric en el once, Bale ha emergido como la punta de lanza del sistema, como el factor diferencial que canaliza en goles el despliegue del equipo. Ahora el galés se atreve y se siente liberado. El pasado domingo ante el Getafe acaparó el protagonismo en el ataque del Madrid. Protagonizó todas las ocasiones de la primera parte: un buen tiro con rosca buscando el palo largo, un remate de cabeza al larguero y el primer gol, que se originó con un centro desde su antaño predilecta banda izquierda. La animosidad de los primeros minutos pasó y Bale solo volvió a aparecer para hacer el segundo.

Sin fichajes

Ante la ausencia de caras nuevas, y a la espera de Modric, ante el Getafe el Bernabéu se entusiasmó con Bale, pero la temporada es larga y el galés ya ha demostrado que está lejos de la fiabilidad física y goleadora que ha promediado en los últimos años Cristiano Ronaldo, el factor diferencial en las tres últimas Ligas de Campeones con grandes actuaciones y un sinfín de goles.

Los duros meses de invierno y los partidos intensos con títulos en juego serán harina de otro costal. Entonces, cuando haya que salvar situaciones complicadas y la presión apriete, las miradas virarán hacia el galés. Con Isco y Asensio titulares e importantes para Lopetegui, Bale tampoco tiene ninguna competencia dentro de la plantilla. Ha pasado de estar bajo la inmensa sombra de Ronaldo a disfrutar del sol intenso como un reptil en una mañana fría.

Un gran año en la Premier

En aquella época en la que daba la sensación de que el Madrid fichaba casi a cualquier estrella rutilante que tuviera un año o un torneo de gloria, llegó Bale. Venía con el recuerdo fresco de su gran temporada en el Tottenham, nombrado mejor jugador de la Premier, pero durante toda su carrera había tenido muchos problemas con las lesiones y la falta de continuidad había sembrado dudas sobre su potencial. En sus primeros años en Londres, su carrera parecía no despegar, pero a partir de 2011 encontró la continuidad, jugando más de 30 partidos de liga cada año.

Desde que fichó por el Madrid, hace cinco temporadas, acumula cuatro con menos de 3.300 minutos disputados, una de ellas, la 16-17, con menos de 2.000 minutos y más de 135 días de baja. Sus registros, también en sus dos mejores años en Inglaterra, están lejos de los 4.500 que ha promediado Ronaldo, con 50 goles por temporada en el Madrid. Aún con los altibajos en su relación con el juego del equipo, Gareth Bale ha demostrado que, siempre que esté sano, es capaz de sumar goles. Solo una temporada que ridiculice su mejor año en la Premier League (21 goles) puede saciar las necesidades del equipo de Lopetegui, más que en el juego, en los registros goleadores. Algo necesario para que la maquinaria madridista engrase en su camino a un nuevo éxito como los logrados en temporadas anteriores.