No hay escapatoria. Claudio Ranieri alza la vista y mira a su izquierda. “Unbelievables”. Mueve la cabeza hacia el otro lado y se lo recuerdan en italiano: “Campioni”. Así hasta en una decena de portadas enmarcadas, de gran tamaño, que adornan la sala de prensa del King Power Stadium.

Las imágenes del día después de lo imposible. Algo tan extraordinario que nubla la situación actual del club, decimoséptimo, un solo punto por encima del descenso. Eliminado de la FA Cup por el Millwall de Tercera División tras presentar un equipo suplente, en previsión de unos octavos de final de Champions League frente al Sevilla. Un año después, el Leicester ha vuelto a la normalidad, a la realidad, a sufrir por arañar un punto. El mismo 'status quo' de toda su historia. El que permite elevar su maravillosa gesta a la dimensión inexplicable y fascinante que merece.

LEICESTER NO HA CAMBIADO

Un letrero de Champions 2015-2016 se despliega en una de las columnas del exterior del estadio. Sobre la tienda oficial saludan las imágenes de Jamie Vardy, Kasper Schmeichel, el capitán Wes Morgan y Shinji Okazaki, cuatro integrantes de un once que se recitará de memoria por varias generaciones de 'foxes'.

Leicester no ha cambiado. El ambiente de partido grande, como cuando recibió alManchester City de Pep Guardiola, fue idéntico al del tramo final de la temporada pasada. El campo se llena, la afición ayuda y los pies de bistec son exquisitos. El problema inevitable es que los futbolistas han dejado de vivir como finales los partidos contra Burnley o Sunderland. Se ha acabado el trance, desvanecido el espíritu ganador. Con un calendario muy complicado en las últimas 13 jornadas, son ahora un candidato real a bajar de categoría.

Este sábado cayeron en Millwall y se ha criticado la selección de Ranieri. Incluso Gary Lineker ha sido severo con el manager italiano, interpretando que un equipo titular habría ganado fácilmente en The Den, con la repercusión positiva en el vestuario.

“Está bien estar en la Champions League, pero la obsesión con una competición que tienes un cero por ciento de opciones de ganar ha dañado gravemente la temporada del Leicester”, analiza el exfutbolista y presentador de televisión. “Es extraño", reflexionó Ranieri tras el encuentro. “La temporada pasada ganábamos por esto, por carácter. Ellos han mostrado más deseo, más ganas, más corazón que nosotros. Por eso han merecido ganar”.

Aún así, pocos reproches pueden hacerse a la dirección deportiva y a los propietarios. Hace dos semanas ratificaron el cargo de Ranieri. El club confió en él, evidentemente, en el hombre que avisó tras levantar el trofeo que el objetivo del curso siguiente sería clasificarse entre los diez primeros. Precavido.

PLANIFICACIÓN PERFECTA

Podían pensar que la venta de N’Golo Kanté al Chelsea les perjudicaría y no ficharon a un sustituto, sino a dos: Nampalys Mendy (15 millones) y Daniel Amartey (8), dos centrocampistas defensivos del mismo perfil. Podían pensar que la temporada deJamie Vardy era irrepetible. Por si acaso le renovaron con el contrato de su vida y después incorporaron dos delanteros de nivel: Ahmed Musa (20 millones) e Islam Slimani (32). Con este último rompieron el récord económico de fichajes del club.Riyad Mahrez firmó un nuevo contrato de cuatro temporadas. La planificación veraniega fue cercana a la perfección. Sobre el papel, el Leicester tiene una plantilla más amplia, compensada y de mayor calidad que la temporada pasada.

A mediados de febrero de 2016, el Arsenal les ganó en el Emirates en el último minuto (2-1). Fue el partido, el gol de Welbeck, el instante, donde quienes no creían en la magia apuntaron que hasta ahí habían llegado, que no ganarían la Premier.

Un año después tienen un reto de complicación también extrema. Han perdido los últimos cinco partidos de Liga. Encadenan decepción tras miseria y aparece la distracción de la Champions. Quién sabe si una visita del Sevilla puede transportarles al estado de ánimo del curso pasado. Salvarles también de una nueva situación inexplicable. Ranieri expresa que ahora necesita una conversación determinante con sus futbolistas: “¡Ei! Tenemos que pelear todos los partidos. ¿Quién quiere luchar? Decidme, porque necesito gladiadores”.