Se ha dejado unos incipientes pelillos a modo de perilla para disimular su cara adolescente. Se llama Charles Leclerc, es monegasco, tiene 22 años, viste un mono rojo y está dispuesto a dinamitar la hegemonía de Lewis Hamilton -cinco títulos- y Sebastian Vettel -cuatro- los férreos dominadores de la F-1 en la última década con nueve títulos en 11 años. El Mundial 2019 arranca este fin de semana en la otoñal Melbourne con un nuevo duelo entre Ferrari y Mercedes al que Red Bull se suma.

Al paddock de Albert Park ha llegado Williams con Robert Kubica -ocho años después de su accidente y con movilidad reducida en su brazo derecho- el coche a medio hacer y el cartel de colista. Y por el medio, un grupo de siete equipos, entre los que se espera mucho de Alfa Romeo y Renault, y en el que se encuentra McLaren, el equipo en el que Carlos Sainz ha heredado el volante de Fernando Alonso. Después de 18 temporadas, el paddock echa de menos al bicampeón asturiano que esta noche conducirá al otro lado del Pacífico, en EEUU, su Toyota del Mundial de Resistencia.

RED BULL ACELERA

«Adrian Newey apenas ha dormido desde que comenzaron los test de Barcelona», dice Christian Horner, el jefe de Red Bull, de su diseñador, del gurú de la aerodinámica. La escudería estrena motorización Honda y ha hecho un trabajo enorme en el chasis para alcanzar a Ferrari y Mercedes. «Hemos forzado al máximo todo y podremos estrenar en Melbourne las actualizaciones que teníamos previstas para China», confirma Horner. Aún así, Max Verstappen, el niño terrible de la F-1, tiene difícil luchar por el título, aunque nadie se extrañe si gana tres o cuatro carreras. Es un rival del holandés en el kárting, otro enorme talento de 22 años, Charles Leclerc, quien sí parece en mejores condiciones de acabar con el dominio de Vettel y Hamilton. Conducirá el coche más rápido en el inicio de mundial, pero tendrá que batir a Vettel, el tetracampeón, con el mismo coche, y a Hamilton, el pentacampeón, con el monoplaza que ha dominado los cinco últimos años… Parece una tarea imposible, pero son muchos los que ven capaz de hacerlo al campeón de la GP3 y la F-2, que el pasado año acumuló experiencia en su primer año en F-1 con Alfa Romeo.

TRABAJO MUY DURO

«No es que los test tengan una lectura difícil. Dijimos que teníamos que trabajar, no mentíamos, debemos hacerlo», desvela Hamilton en la sala de prensa de Albert Park. «Hemos trabajado y lo seguimos haciendo muy duro, y confío mucho en lo que pueda pasar en dos carreras».

Mercedes trabaja a destajo para restañar esas tres décimas que le separaban de Ferrari en el invierno. «Estamos más preparados que nunca», admite Vettel, quien ya asume que su principal rival, está en el garaje de al lado. «Creo que nuestro jefe, (Mattia Binotto), ha sido claro: tenemos libertad para luchar entre nosotros».

En esa cerrada lucha incidirán pequeños detalles como la nueva construcción de los neumáticos Pirelli -este año se simplifica la nomenclatura a duro, medio y blando para cada carrera- que tan poco gustan a Hamilton, o la posibilidad de sumar un punto al lograr la vuelta rápida siempre que se acabe entre los 10 primeros. El aumento en la carga de combustible -de 105 a 110 kilos- y las restricciones en el alerón delantero deberían favorecer la lucha y los adelantamientos, sobre todo, en esa zona media de 14 coches en la que Sainz debe pelear con el que el año pasado era el peor coche de la parrilla junto a Williams.

«No sabremos donde estamos hasta la clasificación, pero sería feliz si entramos entre los diez primeros de la clasificación y de la carrera», avanza el madrileño, que se ha convertido, logicamente, en la gran esperanza española tras la momentánea desaparición de la parrilla del bicampeón Fernando Alonso.