A Francisco Narváez (Jerez de la Frontera, 26 de abril de 1972) los Juegos de Barcelona le cambiaron la vida. Apenas nueve meses después de firmar su primer contrato profesional, fue el héroe por accidente que dio al fútbol español el único oro olímpico de su historia, el jugador decisivo en un torneo que le metió de cabeza en la elite.

Un cuarto de siglo después, Kiko, que acudió como 'Quico' a Barcelona'92, recuerda para Efe que entró en aquel equipo por la lesión de Javier Manjarín, se sorprende de la efectividad que mostró durante aquellas dos semanas en las que marcó cinco goles y rememora, con cierta nostalgia, aquella conexión en el campo con Pep Guardiola, con el que le hubiese gustado jugar "ocho o diez años".

--Veinticinco años después, ¿qué recuerdo le queda de aquellos Juegos?

--Cuando lo conseguimos, sabíamos que habíamos hecho algo importante. Después llegaron los 'pequeñitos' y la liaron parda ganando Eurocopa y Mundial, pero el tema de hacerlo en Barcelona, con tu familia y tu gente, repercutió muchísimo. Ver aquel Camp Nou con 85.000 banderas de España y gritando lo que gritaban...Sabíamos que se iba a recordar y mira lo que pasa con estas fechas.

--¿Qué suponía para usted, que venía del Cádiz, entrar en un equipo que ya tenía a jugadores hechos?

--Los más jóvenes éramos Alfonsito (Pérez), que tenía 20 años, y yo que soy seis meses mayor. Yo me hice compadre de Toni (Jiménez), el portero, porque habíamos jugado la promoción el Cádiz y el Figueras y luego ha sido el padrino de mi hija. Veíamos a esta gente que venía de Wembley, el otro que acababa de ganar la Copa del Rey...No éramos los patitos feos, pero sí que mientras que para ellos era un torneo, entre comillas, menor, para nosotros era la oportunidad de nuestras vidas. Este tipo de partidos era un escaparate al mundo. Luego estaba el tema de la edad. Éramos sub'20, sub'21. No teníamos presión, sino que ésta fue llegando con los resultados.

--Ahora, todo son buenos recuerdos, pero el comienzo no debió ser fácil con los problemas con las primas, con el forcejeo para ir a la ceremonia inaugural...

--Empezamos en Valencia, en los Juegos el fútbol no era el deporte rey y hubo muchas movidas al principio. Al estadio no iba mucha gente y luego los fuimos enganchando. Y luego está el tema de la ceremonia inaugural, porque nosotros acabábamos de jugar contra Colombia (el fútbol empezó un día antes de la ceremonia) y dos días después había partido. Miera decía que no y hubo sus tiranteces, pero pensábamos que si estábamos en una Olimpiada y no íbamos a la ceremonia inaugural que qué era eso. Y allí fuimos, con nuestros sombreritos y viendo al Dream Team. Acertamos, porque fueron de los mejores momentos de nuestras vidas. Oír ese: 'España-Spain' y salir ahí con todo el mundo gritando fue superemocionante. Después, la liamos un poquillo parda, porque nos colábamos con una cámara que había allí supergrande y sacábamos las caras. Se nos veía a Pinilla y a mí peleándonos por salir en la tele. Miera, que nos había advertido, nos lo recriminaba pero había que liarla así.

--Goleada a Colombia (4-0), victoria contra Egipto (2-0) y Catar (2-0) y, en cuartos, contra Italia. ¿es ése el partido decisivo?

--Se puede decir que todo empezó más oficial contra Italia y, después de ganar, nos dijimos: ya no podemos fallar.

--Victoria con gol de Kiko...

--Tenían un portero muy grande (Francesco Antonioli) y, en la jugada del gol, yo estaba como loco por pasársela a Alfonsito, pero levantaba la cabeza y no veía a nadie. Se la piqué un poquito y justo. Fue el partido más complicado.

--En semifinales se superó a Ghana y llega la final. ¿Cómo es esa llegada a Barcelona que preocupaba al seleccionador Vicente Miera?

--Nosotros teníamos más presión, todo lo contrario que en Mestalla, donde parecía que casi estábamos de vacaciones. Además, cada uno estaba a las cosas de su cabeza y poco a las del partido.

--Polonia, además, se adelanta justo antes del descanso. ¿Cómo fueron esos momentos?

--Fue difícil llegar al vestuario. Era el primer gol que nos metían y allí hubo mucha tensión. A mí se me venían muchas cosas a la cabeza y eran pocas del partido. Pensaba: 'Ay, madre mía la que estamos liando'. Con todo el campo lleno y mis amigos ahí, 15 colegas que habían venido desde Jerez en tres Ford Escort en día y medio. Pensaba más en la gente de fuera, en la oportunidad que se podía ir.

--Pero todo cambió en el segundo tiempo.

--En el segundo tiempo nos soltamos y fuimos a por ellos. Los nervios que teníamos, los dejamos en el vestuario y Amavisca nos dio mucha frescura por la banda izquierda.

--Empata Abelardo, usted pone por delante a España y le llega la oportunidad de marcar en la última jugada del partido.

--Cuando me llega el balón, lo único que veo es al portero, pero no a los dos tíos que están en la portería, Aquel día sólo veía red, la pegué con el interior, el portero se tiró y entró por el centro. Fueron 3 semanas en las que me encontré con una confianza increíble. Donde antes se me quedaba la portería como de hockey patines, yo la veía grande en esos partidos. Yo no he tenido tanto gol nunca y ahí lo hacía fácil. ¿Dónde estaba ese duende, cuando jugué en el Atlético?

--Un gol para la historia, que relanzará su carrera...

--Hay gente que no lo sabe pero yo iba de suplente, porque los titulares eran Alfonso y Manjarín. Manjarín se rompe el adductor y, poco a poco en Cervera de Pisuerga (donde hubo la concentración previa), me fui ganando la confianza. Sobre todo de uno, del Pep (Guardiola), que cogía la pelota y me estaba mirando todo el tiempo. Me hubiese encantado jugar 8 o 10 años con ese pavo, porque tú dabas un paso hacia adelante, él estaba mirando a cualquier lado y, cuando te dabas cuenta te había dado el balón. Y yo le decía; hostia Pep, ¿tú cómo me has visto?. Él estaba mirando a la banda y hacía 'pum', filtraba entre medias y el balón al pie. Después decía; 'tú ven, la amortiguas, me la dejas de cara que yo la cambio a un lado u otro cuando el equipo este abierto. Y yo pensaba; 'ya está el entrenador aquí'...