Dos empleados del club esperaban a que Hugo Pina saliera del vestuario. Le tenían preparada una pequeña pero grata sorpresa. El portugués se hizo de rogar. Salió arreglado, con un jersey y unos vaqueros juveniles. Y le entregaron un álbum de fotos. Hugo lo abrió y, algo emocionado, fue pasando páginas, comentando imágenes incluso con algo de sorna -sobre todo determinadas poses en alguna rueda de prensa-. Todo ello, sin borrar la sonrisa de su cara. Al portugués se le ve liberado, como si se hubiera quitado un peso de encima. Entró en la sala de prensa y confirmó su cesión al Olivais e Moscavide, equipo de la Segunda División portuguesa, que se hará cargo de su ficha, como ya informó ayer este periódico.

Pina se marcha con amargura. Consciente de que no ha demostrado lo que él quisiera. Llegó envuelto por la polémica que originó su carestía; no logró librarse del corsé que le unía a Juan Carlos Rodríguez y ahora se marcha "para volver y demostrar que puedo jugar en el Córdoba". Ha pasado por muchos altibajos. La temporada anterior no disfrutaba de demasiados minutos al principio, pero en los últimos ocho partidos jugó los 90. Inició la presente de forma similar a la pasada, pero esta vez ni siquiera iba convocado. Jugó tres partidos seguidos de titular, pero volvió al ostracismo, de donde no salió, en parte por los continuos rumores de su salida.

Eso sí, el portugués es realista. Sabe que no va a poder despedirse de la afición en el campo. "No sería bueno ni para mí ni para el equipo, no estoy igual de motivado que mis compañeros".