Definitivamente, el Córdoba es un artista complicándose la vida. Qué manera de sufrir, qué querencia por el drama, qué enrevesada forma de cumplir ante su abnegada afición, qué contumacia en poner de los nervios al personal para que al final todos terminen dándose abrazos como si no hubiera un mañana. Los de Agné derrotaron al filial del Sevilla en una actuación extrañauna actuación extraña: perpetraron una primera parte tirando a infame y remontaron la situación cuando lo tenían todo en contra. Desde el marcador (0-1) hasta la grada, donde se escucharon chiflidos ante la visión de un espectáculo irritante. El candidato al ascenso no podía contra un filial y el globo de la ilusión, tantas veces parcheado, corría de nuevo el riesgo de pincharse.

Fue el día de los héroes inesperados. Al Córdoba le echaron al portero, Isaac Becerra, y tuvo que abordar el último tramo del encuentro con un hombre menos y un problema más. Pero surgieron dos figuras a contracorriente. Seguramente muchos de los casi diez mil seguidores que había en El Arcángel no conocían a Juan Luis Egea Llamas, que debutó en el primer equipo blanquiverde en una situación de lo más comprometido. En la última acción del partido, el meta -natural de Lucena y criado en la cantera cordobesista- realizó una sensacional parada que evitó el desastre para los suyos.

Antes había irrumpido en escena el número 36, Iván Navarro, un extremo sevillano de 22 años y ex del Betis que llegó hace unas semanas dentro de una brigada de salvación para el filial cordobesista, que es colista en Tercera. La gente se daba codazos preguntando quién era este perfecto desconocido en El Arcángel. Pues se estrenó con el primer equipo y la lió con una tarjeta de presentación brillante. Firmó el 2-1 y desató el jolgorio en un estadio que poco antes tenía un ambiente tétrico. Iván Navarro y Llamas, héroes por accidente. El Córdoba sobrevivió a sí mismo, se ganó su suerte y ahí sigue. Bien está lo que bien acaba.