La costumbre de negar, con empeño, el pan y la sal a cualquier logro o virtud del otro, conduce a que la trinchera se profundice y se extienda. Al igual que en los anteriores siete años, León va camino de convertirse en esa figura que provoca adhesiones inquebrantables o rechazo irracional, salvo que él mismo aplique pedagogía y, por supuesto, haya voluntad de las partes. El foso va excavándose lentamente y se hará más y más profundo si nada ni nadie (incluido él) lo remedia. No es muy popular, se dice por lo bajini y no se reconoce públicamente, pero muchos piden para el futuro los resultados deportivos que hubo en los siete últimos años. El problema es que lo único salvable en ese lustro largo fueron, precisamente, esos resultados deportivos, lo que debería haber servido de aprendizaje a su protagonista: no solo los resultados valen en un club de fútbol. Y ejemplos, más allá del Córdoba, existen de sobra. Se sufrieron resultados mucho más flojos en el pasado que no se tuvieron en cuenta por una parte importante de la afición a la hora de sentirse cercana o comprensiva con el dirigente de turno. Se debió tomar nota pero se eligió depender exclusivamente del resultado deportivo. Y así terminó la cosa.

La inversión deportiva

Habría cientos de datos que aportar, pero que el Córdoba actual, intervenido por LaLiga deportivamente, vaya a dedicar alrededor del 40% de sus ingresos a la plantilla deportiva choca y sonroja aquel pírrico 25% que le dedicó en la temporada del descenso de Primera y con las arcas llenas por la ayuda al descenso. Posiblemente, los datos y números fríos -como son también los resultados deportivos- sean el mejor remedio contra el atrincheramiento.

Todavía con esa mentalidad, a León se le aplica el mismo rasero. En febrero se lanzaba el mensaje de que había que salvarse como sea y a toda costa y en julio se comprobó que ese «como sea», que en abril se daba por bueno, en verano ha resultado demasiado duro para muchos. Se intentó esquivar el palo y no hizo sino agravarse, de ahí que la cesión de Guardiola se haya convertido en la más ruinosa que se recuerda y el máximo responsable es el actual presidente y dueño del Córdoba. Sin excusas y casi sin matices, salvo quizás por el que pergeñó la operación, hoy fuera del club. Se puede debatir si León era copartícipe y si tenía pleno conocimiento de todo lo que podía ocurrir, pero lo que es inexcusable es que el máximo responsable es él y así lo ha asumido públicamente.

La desconfianza de LaLiga

A partir de ahí, las consecuencias. El mismo día en el que Oliver daba su rueda de prensa de despedida, algunos auditores de LaLiga estaban en el club. Aquella escenificación dejó, entre otras perlas del navarro, esta: «Desde LaLiga pensaban que el Córdoba estaba en Segunda B y creo que nuestro presidente en LaLiga ha recibido una leve y sutil insinuación, porque todo lo que pase de eso se llama delito. Tú no puedes extorsionar a nadie. Espero que haya sido sutil Javier -Tebas-, que lo dudo porque lo conozco». Aquel «como sea» provocó la legítima desconfianza de la patronal hacia lo que se hizo en el Córdoba, pero que ha llevado a actuaciones, cuanto menos discutibles, en esa intervención deportiva que, de facto, ha ejecutado la patronal sobre la entidad blanquiverde.

Ejemplos ha habido para dar y tomar a lo largo del último mes y medio. El Córdoba tiene una lista interminable de futbolistas, algunos en paro, a los que LaLiga no ha permitido inscribir con el argumento del «no» y del «límite salarial sobrepasado». -Sin embargo, a otros futbolistas que costaban a la entidad blanquiverde lo mismo que los anteriores -el mínimo interprofesional- sí les ha consentido su inscripción.

Llegadas bloqueadas

Comenzando por los casos de Pawel y Edu Ramos. Se intentaron rehacer los nuevos contratos de ambos, pagándoles el mínimo y compensándoles las diferencias en las siguientes temporadas. Algo que escama por añadidura en todo esto es que Edu Ramos podía salir al Cádiz y solo al Cádiz. Pero entre los casos de jugadores que el club blanquiverde pudo traer y recibió un «no» por parte de LaLiga está el de Derik Osede. El central y mediocentro defensivo español de ascendencia nigeriana rescindió su contrato con el Bolton. La negativa de la patronal vino provocada porque su contrato, la temporada pasada, era mucho mayor que los 80.000 del mínimo. Si con jugadores como él o como Javi Varas -un caso parecido- el rechazo era difícilmente explicable, aún más lo es en el de Chris Ramos, porque para que el Córdoba engañara de nuevo a una desconfiada patronal (legítimamente) necesitaría de la complicidad de otro club. El delantero del Valladolid tiene una ficha por encima de los 300.000 euros y la entidad blanquiverde llegaba a esos 80.000. Dado que la prioridad de los clubs de procedencia es que sus futbolistas jueguen, en Pucela daban por hecho que el gaditano iba a tener protagonismo como blanquiverde y aceptaban esos 80.000 para revalorizar al jugador y darle competición. En LaLiga no se lo creían, así que naranjas de la China. Expósito, por el contrario, sí tiene un contrato en el que oficialmente percibe algo más de 100.000 euros.

Si en la patronal se agarran al valor de mercado, ¿qué valor se aplica a Yáñez, con un contrato cercano al medio millón, de una calidad indiscutible, pero que solo ha jugado cuatro partidos en Segunda División? Precisamente, la última discusión en el fútbol tiene que ver con ese valor de mercado y sobre una burbuja en el mismo. Se entiende que el valor de mercado lo marca la ley de la oferta y la demanda. Una ley que puede dejar en el paro a algún futbolista con un contrato más que sustancioso hasta hace unos días, apenas. En este epígrafe, ya es conocido, también se encuadra el imposible regreso de Narváez por un concepto bien subrayado implícitamente por la patronal: responder con una negativa a jugadores de mayor valor y teórico nivel futbolístico superior -aunque se consigan acuerdos con ellos por el mínimo- y permitir tan solo a los que sus contratos sean acordes a su nivel. En el mejor de los casos para el Córdoba, futbolistas con un futuro prometedor pero un presente construyéndose. ¿Qué valor de mercado tiene Nacho Vidal? Al principio del verano se anunció su llegada con un coste para el Córdoba en torno a los 250.000 euros. A horas del cierre del mercado pudo llegar a El Arcángel por el mínimo. LaLiga insistió, también en este caso, en el «no», pero sí admitió a De las Cuevas, un futbolista por el que insistió con vehemencia José Ramón Sandoval. La única excepción fue Piovaccari, que no es tal. Futbolista en paro cuyo anterior contrato no era galáctico, precisamente.

Mentiras, verdades y errores

Con todo lo ocurrido, quizás lo más conveniente sea mirar el mapa completo y no agarrarse a verdades o mentiras absolutas. Porque posiblemente todo tenga una parte de verdad o de engaño. De ahí que el debate sea más necesario que nunca para evitar caer en viejos comportamientos, pala en mano, cavando fosos. Como dijo un general británico de la Primera Guerra Mundial «no sé si cambiaremos la historia, pero desde luego que cambiaremos la geografía» con kilómetros y kilómetros de trincheras. Dos décadas después se producía el segundo conflicto mundial. Entre otros motivos, porque se impusieron los intereses de unos pocos, derrotados en aquella guerra de trincheras, sobre el deseo de paz de muchos. Este Córdoba ha tenido errores graves para salvar una situación extrema, otros errores ruinosos por no valorar en su justa medida la situación del propio club y también se ha visto maniatado por un ente superior dispuesto a algo más que el castigo para resolver sus contratiempos moviéndose bien en el mercado. Olvidar alguno de esos extremos sería injusto. Alguien escribió que «el que impone un castigo desproporcionado no corrige, solo se venga». Igual este verano ha sido el de los errores. De todos. Ver los fallos, vigilar ese propósito de enmienda y conceder el justo margen ganado en muy pocos meses. Porque el mejor camino para una guerra, sea cual sea, es el abandono de los términos medios, no reconocer nada positivo, remarcar lo negativo y solo los errores, viajar hacia los extremos y ponerse, por tanto, a cavar trincheras. Quizá sea el momento de centrarse en el fútbol, en el equipo, porque por arriba no hay nadie que quiera ser protagonista ni insiste solo y exclusivamente en poner el foco en el castigo, también reconoce errores. Los ha habido y no pequeños. Pero también ánimo de revancha de otras partes. Por fin empieza la Liga de verdad, por fin hablaremos de fútbol. Si nos dejan.