Geraint Thomas (Cardiff, 25 de mayo de 1986) iba para gregario, para ser un buen gregario, el que, en todo caso, podía ganarse los galones y probar suerte en una carrera de una semana, como le ocurrió en el 2016, cuando ganó la París-Niza ante Alberto Contador. Fue su primer gran éxito internacional en el ciclismo en ruta. Y este domingo, el gregario ha llegado vestido de amarillo a los Campos Elíseos de París.

Thomas no se esconde cuando declara que ni en el mejor de sus sueños podía llegar a imaginar que un día ganaría el Tour. De hecho, él fue convocado a esta carrera para ayudar a Chris Froome. Y, ambos, esto hay que destacarlo, han demostrado una exquisita deportividad entre ellos, a pesar de que el primer día que se vio que Thomas estaba para ganar el Tour, tras su triunfo en La Rosière, podía intuirse que las cenas en el bus restaurante del Sky echarían humo.

Siempre al lado de Froome

La vida deportiva de Thomas siempre ha ido pareja a la de Froome, buenísimos amigos fuera y dentro de la carretera. Ambos entrenan juntos por los alrededores de Mónaco y, tal como ha reconocido el hoy jersey amarillo, Froome ha sido una especie de espejo en el que se ha reflejado. "Es increíble poder llevar el jersey amarillo con Froome a mi lado. Él me ha ayudado mucho, somos amigos y él es el mejor corredor que hay. Por eso, necesito tiempo para asumir que he ganado el jersey amarillo".

Es, sin duda, el gregario que una tarde de julio llegó a los Campos Elíseos vestido de amarillo; el primer galés de la historia que gana el Tour. Hasta el punto que, hasta ahora, no se había ganado la admiración de una afición galesa que, antes que al ciclismo, ha mirado hacia el fútbol, el rugbi o el golf. Thomas ni aparece en la wikipedia, en el apartado de deportistas famosos galeses, donde salen los nombres de Gareth Bale, Ryan Giggs, o el gran jugador de rugbi, sir Gareth Edwards, ganador en siete ocasiones del entonces denominado Torneo de las 5 Naciones, hace 50 años, y alma de los ‘dragones rojos’.

Dos oros olímpicos en la pista

De hecho, Thomas estaba llamado a ser un campeón de la pista y no de la carretera. Prueba de ello es que antes de llegar a imaginarse su victoria en París había ganado dos medallas de oro en los velódromos olímpicos de Pekín y Londres. En el 2008, en la capital china, pesaba cinco kilos más que ahora, una pérdida de peso necesaria para comenzar a subir montañas como Dios manda y dejar de ser un corredor clandestino en el pelotón.

Nadie se fijó en él cuando debutó en el Tour, en el 2007. Llegó el penúltimo de la tabla a París, a casi cuatro horas de Contador. Corría entonces en el modesto Barlowold. Y fue allí donde conoció a Froome. Al menos, el cuatro veces vencedor de la ronda francesa pasó menos desapercibido en su debut, un año después que Thomas, porque en aquella época corría como ciclista keniano, lo que le dio un toque exótico y llamo la atención de los periodistas.

El punto 'G' del Sky

"Iban pasando los días y algunos no creían en mí. Yo tenía que superar los malos ratos que pasé en los Alpes y los Pirineos. Pero hacía mi trabajo y decidí engancharme a la rueda de Dumoulin como una mierda en un zapato. Por eso, me tomaré una hamburguesa y una cerveza. Pero no en Cardiff, si no en París".

Cardiff y Gales ya tienen un nuevo ídolo. El dragón rojo se sentirá muy orgulloso de su nuevo hijo predilecto, sin duda, el punto 'G' (como lo denominan en el equipo) del Sky en este Tour.