0 - Deportivo: Lux; Laure, Kaká, Insua, Manuel Pablo; Álex Bergantiños (Dani Iglesias, min.78), Wilk (Bicho, min.59); Arizmendi (Juan Carlos, min.46), Juan Domínguez, Rudy; y Luis Fernández.

1 - Córdoba: Saizar; Jansen, Iago Bouzón, Fran Cruz, Raúl Bravo; Pedro (Joselu, min.65), Luso, Abel, López Silva (De los Reyes, min.79); Caballero y Xisco (Ayina, min.81).

Gol: 0-1, min.67: López Silva.

Árbitro: Valdes Aller, del colegio castellano-leonés. Mostró amarilla a Pablo Insua (min.38), por parte del Deportivo; y a López Silva (min.56), por parte del Córdoba.

Incidencias: Encuentro correspondiente a la segunda jornada de la Liga Adelante disputado en el estadio de Riazor ante unos 21.000 aficionados. Antes del partido, el club coruñés recordó a José Luis Montes, exportero del Deportivo en el década de los ochenta que falleció recientemente.

LA CRÓNICA

El corazón blanquiverde late, palpita, manda fluido nuevo a cada golpe de músculo para revitalizar algo que parecía, si no muerto, sí bastante alicaído, enfermo. Donde antes había hastío ahora se vislumbra una posibilidad de revivir momentos de cierta felicidad. Donde no se percibía camino alguno para recorrer o, lo que es peor, cuando el camino se adivinaba imposible, la senda parece abrirse a base de empuje, de convicción en lo que se hace. Es el mejor mensaje que este Córdoba puede enviarse a sí mismo y lanzar a los demás, a cada uno que esté dispuesto a creer, a cada uno que también escucha continuamente a su alrededor machacones mensajes derrotistas anunciando tormentas donde no las hay y escondiéndose cuando sale el sol. El fútbol es ilusión por más que pueda pesarle a algunos y este Córdoba, quiérase o no (¿alguien no lo desea?), ilusiona. No lo hace por su juego, desde luego, aunque pueda tener pasajes intermitentes en los que se reconozcan detalles de calidad en lo que a combinaciones se refiere. Pero hace tiempo, décadas, que lo que el aficionado medio de este Córdoba pretende es ver ganar a su equipo. Desde la victoria continua habrá tiempo para las delicatessen . Habituarse primero al cocido diario para poder reclamar posteriormente, si ha lugar, mejores manjares.

Y, al parecer, eso es lo que pretende el Córdoba de Pablo Villa. Someter todo al triunfo. Por lo civil o lo criminal. En este caso, desde la fortaleza defensiva. Insistimos: no solo en tener una buena defensa, sino que el compromiso del equipo (uno de tantos) sea el no encajar un gol como premisa. La competición liguera está en los albores, pero el Córdoba de la 2013/14 continúa mandando los mismos mensajes. El blanquiverde es un equipo incómodo, peleón a un nivel que se ha visto muy poquitas veces en los últimos lustros y, lo que es mejor, que los resultados le están dando esa dosis de convicción en lo que realiza. Ya se vio en el estreno liguero al imponerse en el tiempo de descuento, sin bajar los brazos, y volvió a repetirse en la tarde de ayer en Riazor. El Deportivo de Fernando Vázquez no solo se fue a la caseta con la derrota, sino con un dolor de cabeza digno de un batido de espidifén .

Sobre todo porque en la primera parte los blanquiverdes mandaron en el encuentro, al menos, en la mayor parte de ese primer acto. El Córdoba volvió a entregarse a esos dos triángulos cuyo vértice confluye en Carlos Caballero. Luso y Abel por detrás no solo se veían cómodos para recoger balones disputados por todo el equipo, sino que al entrar el vallecano en juego activaba las bandas, tanto la de López Silva como la de Pedro. De hecho, ya en el minuto 4 debía ir ganando el Córdoba, pero Xisco erró una ocasión de esas en las que lo más difícil es echarla fuera. Este equipo necesita al balear en plan matador, porque en caso contrario, sufre. A pesar de todo, y salvo diez minutos de esa primera mitad, el partido tenía color cordobesista y gran parte de la calidad deportivista se quedaba en tierra de nadie. Rudy se encontraba muy encajonado en la banda y Juan Domínguez demasiado cortado y aislado. El poquito peligro coruñés aparecía cuando ambos lograban zafarse, algo que en esa primera mitad fue una excepción. El Córdoba funcionaba a base de una entrega brutal y cortocircuitó el centro del campo enemigo para intentar buscar a Lux, aunque en los últimos metros se mostraba fallón en el remate o en la elección del último pase. A pesar de todo, la sensación al pitar Valdés el descanso era que el encuentro era del Córdoba y que el Deportivo, además de una gran frustración, tenía un problema mayúsculo. Apenas funcionaba nada.

Vázquez sentó a Arizmendi y dio entrada a Juan Carlos, menos pegado a la banda, más búsqueda de diagonales hacia el centro; además, bajó unos metros a Juan Domínguez, con lo que se buscaba generar problemas entre líneas. El Córdoba comenzó a sufrir, pero a pesar de que el peligro deportivista aumentaba, nunca se descompuso, mantuvo la entereza. La suerte para los de Villa fue que, si bien el físico iba decayendo, lo hacía para los dos equipos. Y justo en ese momento, la picardía a balón parado en una jugada ya ejecutada en el filial la pasada temporada. Amago de lanzamiento en una falta de López Silva, nuevo amago de Abel Gómez para pasar precisamente al onubense quien, solo ante Lux, se limitó a fusilarlo. Aunque el conjunto blanquiverde, a partir de ahí, terminó hecho un cromo. Luso, un pulmón durante todo el encuentro, se desplazaba más por inercia que por capacidad física. Raúl Bravo finalizó como delantero centro porque apenas podía andar. Janse solo llegaba precisamente a eso: a andar. Así, los últimos minutos se asemejaban a un combate en el que los dos contendientes se lanzan golpes pero por el cansancio, estos casi son caricias.

Los últimos instantes no dejaron de tener cierto tinte épico, con jugadores intentando llegar adonde el cuerpo no les podía llevar por mucho que la cabeza, el alma, le mandara el mensaje. Y sin embargo... Llegaban. Por ello hay que decirlo, ni por los seis puntos sobre seis. Ni por ganar en Riazor al Dépor por primera vez en la historia. Solo por esa demostración de corazón:Graciñas , Córdoba.