Comenzó el partido insulso, feo, con el cordobesismo que lo veía en su casa pensando «ofú, menudo tostón me espera, al menos que metamos un gol con el culo y los tres puntos para casa». Este Córdoba aún guarda mucho miedo, temores de la pasada temporada, cuando se sufrió de lo lindo para evitar un traumático descenso a Segunda B.

Carrión quiere que sus chicos jueguen al toque, que la saquen desde atrás, presionen arriba y no dejen moverse al rival, pero cuando todo ello se va al traste en el segundo 30, en la próxima ocasión te lo piensas dos veces.

Los jugadores estaban en modo «virgencita, que al descanso me quede como estoy», y eso que el Albacete no generaba ningún peligro. Plano, planísimo en todas sus líneas el equipo que dirige José Manuel Aira, que mucho debe mejorar para no estar todo el año en la zona baja de la clasificación.

Los alrededor de 50 cordobesistas que desafiaron al nefasto horario (viernes laborable, en plena temporada de veraneo de agosto) para marcarse cuatro horitas de viaje animaban ante el silencio de un Carlos Belmonte medio vacío, cuando sucedió lo inesperado. Estaba el partido dormido, con fallos e imprecisiones en ambos lados, y un mal remate con todo para marcar de Jona acabó en córner. El saque de esquina lo lanzó genial Javi Lara, en jugada ensayada, para que Edu Ramos, con movimientos del mejor Sergio Ramos, rematase directo a la red.

Y se soltó, vaya que si se soltó el Córdoba. Vimos entonces la electricidad de Javi Galán, el veneno de Jaime Romero cuando se mete hacia dentro, la calidad técnica de Javi Lara y una defensa que, esta vez sí, estuvo ordenada y compacta.

Al descanso los cordobesistas enganchados al televisor pudieron irse en busca de la lata de cerveza del frigorífico con una media sonrisa en la boca, media, que con el Córdoba nunca se sabe.

En la segunda parte todo salió a pedir de boca. Ni el mejor guion escrito por Luis Carrión habría deparado una situación similar. Los centrales sacaban todos los balones colgados por el Albacete, que a falta de ideas recurría a una táctica propia del tiempo de descuento. Los mediocentros dominaban el balón, y los extremos, especialmente Javi Galán, estaban hiperactivos.

Y fue en esas cuando otro balón parado lanzado por Javi Lara, este con más suerte que estrategia (dio en la barrera, le cayó de nuevo al montoreño, disparo que da en los dos palos y le cae a Javi Galán, libre de marca), acabó en el segundo gol de los de rosa (la blanquiverde tocará en El Arcángel, que hay que vender la segunda camiseta).

Que dicen que era fuera de juego claro, pero como diría Homer Simpson, «si no lo veo no es ilegal». Hubo tiempo para el jolgorio, hasta tal punto de que Jovanovic, el nuevo fichaje, debutó, dejó buenas sensaciones y trastabillándose, cayendo al suelo, disparando luego sin fuerzas, pero acabó marcando el definitivo 0-3.

Porque para que el Córdoba golee a un rival tienen que venirle de cara los palos, los tropezones, los rebotes y un linier poco agraciado. Pero nada de eso importa, porque los 50 valientes se volvieron a casa con una felicidad que nadie les podrá quitar, y los que lo vieron desde casa disfrutaron de lo lindo de ver ganar a su Córdoba. Hoy toca sacar la sonrisa, que mañana nunca se sabe.