Atributos como perseverante, disciplinado y resistente ayudan a definir a Jesús García Bragado, 50 años recién cumplidos este jueves (Madrid, 17 de octubre de 1969). Pero dan un perfil incompleto de uno de los grandes del atletismo español, campeón del mundo de marcha en 1993 y subcampeón en 1997, 2001 y 2009. Sin entender la pasión que transmite, la ambición que destila, es imposible componer un retrato acertado de este madrileño de Canillejas, de rostro enjuto y hablar pausado y reflexivo. En el reciente Mundial de Doha, acaba de completar su última conquista: clasificarse para los Juegos Olímpicos de Tokio 2020 del próximo verano, pendiente de cumplir con la mínima olímpica en el Campeonato de España en febrero, para ampliar aún más su leyenda con su octava cita olímpica.

--Usted reúne talento y trabajo físico, pero eso no basta para tener una carrera tan exitosa y extensa como la suya. ¿cuál es su secreto?

--Debe haber gente que lo vea más claro que yo, pero si me preguntas diría que el secreto es la la ilusión. He vuelto a la universidad y no voy pensando: ‘soy un tío de 50 años, ¿qué hago aquí? ‘Yo voy. Hay otros más jóvenes que yo y punto. Lo que no intento es comportarme como un chico de 18. Pero intento no tener ese complejo. Me propuse llegar a los Juegos de Tokio. Y lo he puesto todo de mi parte para lograrlo, sin pensar en la edad. Y en este Mundial de Doha se ha hecho posible ese objetivo. Es verdad que ya lo dije en Río, pero ahora lo tengo totalmente interiorizado. Es hasta dónde quería llegar y ahora lo veo posible. En Tokio diré punto y final.

--¿Diría que es solo ilusión lo que explica su longevidad deportiva?

--No solo ilusión, también es pasión. Aún siento cosquillas en el estómago cuando salgo a competir. He pasado años en la política y una vez me preguntaron: ‘¿qué te gusta más: la política o el deporte?’ Tardé en reaccionar, pero la respuesta era evidente. La política me gusta, pero el atletismo me apasiona. No es comparable. A mí me encanta ir los fines de semanas a ver cualquier competición de atletismo, seguir torneos de niños, intentar descubrir algún talento prematuro. Supongo que Xavi se verá centenares de partidos de fútbol, y la gente pensará: ¿No se harta? No, porque le apasiona. A mí me pasa lo mismo.

--¿Quiere orientar su carrera hacia el rol de entrenador?

--Ya estoy metido en eso. Empecé después de Rio. Me saqué los cursos de entrenador. Me inicié un poquito y empecé a buscar clubs para entrenar a niños y jóvenes. Es un mundo que me está gustando mucho. Este año he estado en el club de El Prat y aunque esta temporada no creo que pueda seguir por falta de tiempo, intentaré estar lo más vinculado posible con los chicos que entrené año pasado. He tenido una propuesta muy seria para incorporarme a un grupo con grandes atletas después de Tokio. Así que voy a seguir vinculado con toda seguridad.

--¿Continúa con sus estudios de podología?

--Estoy en Bellvitge, me faltan algunas asignaturas y el trabajo de fin de grado, pero la idea es que sea una salida hacia esa nueva vida fuera del deporte.

--¿Su incursión en la política ya es pasado?

--Cuando entré era algo que tenía ganas de hacer. Uno cree que puede hacer cosas. Estuve en la política municipal de Sant Adrià (se inició en el 2006 en Lérida en las filas del PP). Pasé cerca de ocho años. Esperas cosas de la política, pero acabas viendo que no debes esperar nada, aunque ese es otro asunto.

--Con su clasificación entre los ocho primeros del Mundial de Doha, ha conseguir clasificarse en sus octavos Juegos. Es un dato que impresiona.

--Hay un jinete canadiense, Ian Millar, con 10 participaciones en Juegos. Creo que la velocista Merlene Ottey estuvo en siete diferentes, compitiendo con Jamaica y con Eslovenia….La verdad es que uno puede mirar atrás, pero al final tiene que mirar siempre hacia adelante. Es una cuestión también de superación. Te planteas: ‘a ver si llegamos hasta aquí’. Pero lo que me satisface no es tanto el número de participaciones en Juegos en los que esté, que sí, la verdad, entiendo que pueda resultar impresionante, sino tener el privilegio de llegar a donde he decidido que quiero poner el punto final. En este caso, Tokio-2020. Me hace muchísima ilusión.

--Mantenerse durante tanto tiempo en la élite ¿era un reto buscado?

--Empecé a plantearme la retirada lo en el Europeo de Barcelona, en el 2010. Pensé que sería una buena despedida. Lo preparé bien, pero quedé quinto. Y tengo una espina clavada por no haber conseguido medalla en ese Europeo o en el Mundial de Sevilla-99. Pero después de eso, el doctor Xabier Leibar (su médico personal, especializado en el alto rendimiento, que lo lleva desde hace 25 años) me metió el gusanillo de llegar a los sextos Juegos, en Londres. Luego, en el Mundial-2015, previo a Río, acabé noveno y la Federación apostó por mí, me dijeron: ‘tú tranquilo, prepara Río y disfrútalo’. La verdad es que cuando competí en esos Juegos, lo hice pensando que eran los últimos. En el 2017 ya no voy al Mundial, pero me planteé seguir cuando me entero que se ha decidido poner punto final a la prueba de 50 kilómetros y que la gente que se ha escogido para el relevo no ha logrado buenos resultados. El Mundial de Doha se me presentaba así como la oportunidad para ir a Tokio, porque es donde se va a disputar la última prueba de la distancia que me lo ha dado todo. Así que Doha me ha llegado con una motivación adicional. El nuevo seleccionador José Peiró, además, me dio su confianza para prepararlo y eso es algo que le agradezco públicamente.

García Bragado durante la prueba de 50 kms del Mundial / LAVANDEIRA JR

--Doha era una oportunidad, pero usted debía sentirse con fuerzas para afrontarlo.

--Hace tiempo que no me planteo objetivos que a lo mejor no son inalcanzables, pero sí posibles. En el caso del Mundial sabía que tenía la posibilidad de estar peleando por los diez primeros lugares al ser una prueba que se iba a hacer a unos ritmos que no iban a ser los de siempre: en lugar de 3h.40, velocidad que no está a mi alcance por muchísimas razones, iba a situarse en torno a las 4 horas. Ahí se abría una oportunidad. Y Tokio también lo va a ser, porque todo indica que el clima y la meteorología va a ser muy similares en cuanto a condiciones tan extremas de calor y de humedad, que van a la limitar mucho las marcas.

--¿Se plantea algún objetivo concreto para Tokio?

--Ahora mismo el objetivo que tengo en la cabeza es ir a por buena nota. Repetir el octavo del Mundial sería un gran resultado. Un diploma sería una despedida más que digna. Esa es la idea, pero quedan 10 meses y conforme se vaya acercando podré ir subiendo las expectativas o cuando queden semanas a lo mejor tenemos que ser más humildes y bajarlas. Pero competir ya será magnífico.

--En su exigente programa de preparación del Mundial se entrenó en la cámara climática que el Ejército tiene en Torrejón, en altura en Font Romeu, explicaba que se encerraba en el coche sin climatización soportando temperaturas de 40 grados, tomaba preparados de glicerina para hidratarse en condiciones extremas. Cuando se lleva el cuerpo hasta el límite como ha hecho usted, ¿se puede disfrutar?

--Se disfruta igual, porque como tienes mucha ilusión, no piensas en las renuncias que estás haciendo. Cuando ves niños y niñas de gimnasia piensas en lo duro que es. Pero ellos no piensan en eso, en sus renuncias. A mí me pasa igual. Sabes que tienes que pasarlo mal y debes superarlo porque son esos momentos en los que avanzas, y que al final ese esfuerzo da sus frutos. Hay que pagar el precio. Entonces el esfuerzo se valora mucho más. Hay cosas de las que podría haber prescindido. Las bañeras de agua caliente, por ejemplo. Podía haber dicho que era un tontería y que lo importante era entrenar. Lo que te apetece, después de una jornada de entrenamiento, en realidad es ir a la ducha, tirarte en la cama, y ponerte a ver una serie. Pero le he dado mucho valor a todas esas cosas que rodeaban el entrenamiento y son las que me han permitido, al final, hacerlo bien.

--El cambio en realidad es más entrenamiento de calidad en lugar de cantidad.

--Yo empecé en Barcelona-92. Hablamos del siglo XX. Venía de Marín, de Llopart. De trabajar con los mexicanos. La tendencia en esos momentos era cuando más se entrenara, mejor. Pero luego descubre que podía ser contraproducente. Con el tiempo vas descubriendo que necesitas ser más eficaz y eficiente en el entrenamiento; hacer justo la cantidad de trabajo que necesitas y saber aprovecharlo muy bien.

Chuso García Bragado junto a la marchadora Julia Takacs con la que comparte entrenadora / LAVANDEIRA JR (EFE)

--Usted ha incluido también los tests de ADN en su preparación.

--A raíz de un tratamiento de células madres que me hice para un problema de menisco y de una rotura muscular, me introduje en el tema de la genética. Hoy día puedes hacer test genéticos que te dan información para sacar tu mejor rendimiento. El estudio que me hice y que tengo desde junio, coincidiendo con la preparación de Doha, me revelaba cosas que ya intuía y las precisa más. Pero también otras que no sabía y que te da mucha información, que te hace cambiar pequeñas cosas, en tu alimentación, por ejemplo, que pensabas que no te influían, pero que descubres que sí te ayudan. Está claro que el futuro va a ir por esa dirección.

--¿Qué queda del campeón mundial del 93 en el atleta que ha competido en Doha?

--Es la misma persona, pero mucho más experimentada. Porque mi carrera deportiva tiene muchos logros pero también tiene muchos fracasos. Y la verdad es que de todos ellos he aprendido. Vivimos en una sociedad que le tiene mucho miedo al fracaso, cuando debería formar parte del aprendizaje. Lo que sí es verdad es que esa persona que empezó a lo mejor tenía más ego, más soberbia por lo conseguido tan joven. En un deporte de tanta autoexigencia personal, tienes que tener el ego un poquito elevado. Usain Bolt tienen que creer que es el mejor. Si no, no gana. Es lo que tienen los americanos: se creen los mejores. Bruno Hortelano tiene es formación en esa línea. Es optimista, cree que puede hacerlo. El atleta tiene que verse capaz de superarse y de ser el mejor. No hay que verlo tampoco en negativo. Hay que tener el ego subido, pero también ser humilde para ver que cualquiera te puede ganar.