Aunque se puede afirmar sin vacilación que el Real Madrid es un club experto en finales, vencedor de muchas importantes, lo de este miércoles no es lo mismo. No se suelen dar, entre los equipos más acostumbrados a ganar, finales anticipadas, fuera de lugar, aún en pleno mes de diciembre, en las que el premio no es un título, sino evitar un cataclismo. Los equipos más humildes están acostumbrados a que sus trofeos sean intangibles, a que el premio de sus finales sea no descender, apenas mantener un estatus. Eso es por lo que se juega el equipo de Zidane, por no caer eliminado.

El Madrid estará en octavos de final de la Liga de Campeones si gana su partido ante el Borussia Monchengladbach, el líder del grupo al que le vale con el empate en cualquier caso. Sabemos que es el partido más importante del año. Tenemos que encararlo como una final, refrendó en la previa Casemiro. La alternativa es que el equipo caiga eliminado por primera vez en una liguilla de la máxima competición europea, más incluso, puede terminar cuarto en el grupo y eliminado de toda competición europea.

Si el equipo de Zidane mantiene su actual tercera posición (si empata o pierde), jugará la segunda competición europea 26 años después, desde diciembre de 1994, el día que el Odense danés eliminó al equipo entrenado por Jorge Valdano en la antigua Copa de la UEFA, ahora Liga Europa.

La clave del futuro blanco, si no gana, está en el otro partido del grupo, un Inter de Milán-Shakhtar condicionado por la posibilidad, muy comentada en Italia, del biscotto. Si ganan los interistas, el empate entre el Madrid y el Borussia clasificaría a los dos para octavos y dejaría fuera a los de Conte, un acuerdo tácito que sobrevuela el partido del Madrid. Esto es la Champions, no es un torneo de bar, dijo el técnico italiano en la previa.

El juicio a Zidane

El juicio a ZidaneEl Madrid vive desorientado en un papel de debilidad al que no está acostumbrado. Las victorias ya no son balsámicas y, aunque los blancos hicieron un esfuerzo furibundo para ganar con lo justo el fin de semana en Sevilla, la necesidad sigue acuciando a un Zidane permanentemente ensombrecido por la nube de la despedida. El francés no es de esa cuerda de entrenadores que utilizan las rueda de prensa a su favor, no se preocupa por enviar mensajes, por copar titulares con una arenga pública. En sus comparecencias dicen más las preguntas que las respuestas: ¿Se impone en el juicio que hay sobre usted?, ¿le preocupa que se diga que la culpa es de Zidane?, ¿le sorprendería ser despedido si no gana?, le preguntaron. No respondió con nada muy rimbombante: Estamos acostumbrados a jugar bajo presión. No pienso en otra cosa que no sea ganar, dijo.

El fin de semana espera en La Liga el derbi capitalino contra el intratable Atlético de Simeone, lanzado en el campeonato doméstico y con la opción de dejar a los de Zidane, con un partido menos, a una distancia de nueve puntos, la mentada cifra que marca la máxima desventaja recortada en la historia por un campeón de La Liga.

Vuelven Ramos y Carvajal

Vuelven Ramos y CarvajalJusto a tiempo, como en los guiones de las películas, la recuperación a última hora de Sergio Ramos y Carvajal le dan a Zidane la opción de volver a alinear a su defensa titular, una última bala de esperanza para el día decisivo en la competición fetiche.

La ausencia de Odegaard en el último entrenamiento confirmó que el noruego no estará, aquejado de molestias musculares, y se une a Hazard, Mariano y Valverde en la lista de bajas. Tampoco entrenó Jovic, antes de que se oficializara que sufre una lesión muscular, después de superar el coronavirus, que le va a tener unos diez días de baja.