Se trata, sin duda, del efecto domino. Caída la primera ficha, la primera fecha, el primer gran premio, el de Losail (Doha, Qatar), al menos en cuanto a la categoría de MotoGP se refiere, han ido cayendo las sucesivas citas: Tailandia, EEUU, Argentina, Jerez...y, ahora, Francia, Le Mans. Cierto que, en diversos de esos casos, tanto la Federación Internacional de Motociclismo (FIM) como Dorna Sports, organizadora del Mundial de motociclismo, intentarán recolocar, tal vez, la carrera española y la francesa a lo largo de los últimos meses de la temporada, en caso de que, ciertamente, el campeonato se estire hasta Navidad. La carrera francesa, una de las pruebas organizada por un privado que arriesga su dinero, debía celebrarse, tras Jerez, el 17 de mayo.

Todo parece indicar que la fecha en la que, realmente, empiece el campeonato, con el debut de MotoGP, que ya celebró, en Mugello (Italia), un GP virtual de seis vueltas con la Play, que ganó con autoridad el catalán Àlex Márquez, en su brillante debut, sigue siendo tan incierta como la evolución de la crisis provocada por el coronavirs.

Mugello (Italia), primero de la fila

El aplazamiento de la prueba en Le Mans no es más que una medida lógica si atendemos al momento actual y a cómo Europa está haciendo frente a la amenaza provocada por la propagación del covid-19. Acaba de caer Francia y, tal y como avanzó El Periódico al anunciar el aplazamiento de Jerez, era muy probable, casi seguro, que se aplazasen o desplazasen las carreras de Le Mans y Mugello (Italia, 31 de mayo), que, en principio, sería, ahora, la carrera que abriese el gran calendario.

Todas las fuerzas del Mundial, incluidos, por supuestos, los responsables de las grandes marcas y escuderías, empiezan a meditar (y conformarse) con la posibilidad de celebrar, al menos, las 13 carreras que exige la FIM en su reglamento mundialista para que el campeonato sea válido.