Lo más fácil cuando un ciclista sale volando en un esprint a 80 kilómetros por hora --una llegada en bajada, qué barbaridad!-- y se estampa violentamente contra una valla es que desgraciadamente no lo cuente. Casi se podría decir que Fabio Jakobsen (24 años) salvó la vida de milagro, después de una acción absolutamente antideportiva de su paisano, neerlandés como él, Dylan Groenewegen (27 años y cuatro triunfos de etapa en el Tour). Sucedió el 5 de agosto de 2020, en la Vuelta a Polonia, en la primera carrera tras la pandemia para muchísimos corredores.

Jakobsen y Groenewegen eran los mejores velocistas de los Países Bajos y hasta aparecían como rivales, pero buenos amigos, tal como muestra la fotografía del periodista EdwinWinkels, tomada en la Volta a la Comunitat Valenciana (febrero de 2020). Y ambos estaban llamados a convertirse en figuras indiscutibles en los esprints del Giro. Pero, ¿en la Vuelta a Polonia? ¿Era necesaria la acción irregular de Groenewegen cerrando a su compatriota y mandándolo contra las vallas? Jakobsen no se mató porque al salir volando impacto contra un inspector de la Unión Ciclista Internacional (UCI), que estaba en la zona de meta, y que le sirvió de amortiguador. "El hombre se rompió varias costillas por el impacto", recuerda Jakobsen en una entrevista del periodista holandés y exciclista Thijs Zonneveld, publicada en el periódico 'AD'.

El accidente ha hecho cambiar todo el sistema de seguridad de la UCI a la hora de salvaguardar a los corredores. Las acciones kamikazes, a partir de ahora, implicarán duras sanciones, de al menos seis meses si son graves y causan lesiones. Y, por supuesto, la pérdida de la victoria si los jueces creen, sin caída, que se ha puesto en riesgo a los rivales. A Groenewegen le cayeron nueve meses de castigo. "Dylan se desvió de su línea y me cerró tras superarlo. Creo que todos vieron eso. Si me hubiera cerrado un poco antes, habría podido frenar. En cierto modo lo culpo. Por él y por nuestros equipos. Éramos los dos mejores velocistas neerlandeses. Unas veces ganaba él y otras yo. Pero, hacer lo que hizo, con todos los respetos, ¿en la Vuelta a Polonia? Ambos íbamos al Giro. Recientemente me llamó y me dijo si podíamos vernos. Pero todavía no estoy preparado para ello", cuenta Jakobsen en la entrevista.

Tres días inconsciente

Despertó a los tres días del accidente en cuidados intensivos de un hospital polaco y lo primero que vio fue al médico de su equipo llorando. El parte médico era escalofriante: contusión cerebral, cráneo fracturado, nariz rota, paladar roto y desgarrado, diez dientes perdidos. "Además, partes de mi mandíbula superior e inferior desaparecieron. Tenía cortes en la cara, sobre todo en la mandíbula. También me rompí un pulgar, al margen de contusiones en hombro y en el pulmón. El nervio de las cuerdas vocales sufrió un golpe. Los glúteos estaban muy magullados. El primer impacto fue en mi cara, luego golpeé a ese hombre con el trasero. ¿Cuál fue mi suerte? Tengo un culo bastante grande", cuenta Jakobsen con ironía.

Fue operado a vida o muerte durante cinco horas y se pasó meses sin poder comer nada sólido. Si hay suerte a mediados de año volverá a enfrentarse a un esprint, al menos mucho más seguros para él, Groenewegen y el resto de los 'locos de las llegadas' jugándose muchas veces la vida. "A finales de año acaba mi contrato. No tengo miedo a volver a caer. Pero si entonces ya no me veo como corredor siempre puedo empezar a trabajar por turnos en alguna fábrica".