Una vez más las dos montañas más altas de la Tierra se han salido con la suya. El Everest, el techo del mundo (8.848 metros), y el K2 (8.611 m.) se mantienen inaccesibles para los pocos himalayistas que se atreven con ambos colosos en pleno invierno, con temperaturas de 60 grados bajo cero y vientos de más de 100 km/h. Por eso los campos base de ambas cumbres se llenan de ilusionados montañeros en primavera y se vacían por completo cuando llega el invierno, aunque no siempre del todo.

Y es que en esta campaña invernal que toca a su fin dos expediciones han intentado hasta la extenuación hollar ambas cumbres, pero no ha habido manera. Una, la lideraba el vasco Alex Txikon, en el Everest, quien el martes regresó a Bilbao poniendo fin a su segunda tentativa consecutiva (ya lo intentó en el 2017) de escalar esta montaña en pleno invierno y sin ayuda de oxígeno embotellado (en 1980 una expedición polaca lo ascendió pero con esa aportación extra).

El tope de los 8.000 metros

El otro grupo, en el Karakórum (Pakistán), lo formaba buena parte de la élite del alpinismo polaco con la colaboración de Denis Urubko, de 44 años, uno de los mejores himalayistas del momento y que cuenta con tres nacionalidades: rusa, kazaja y polaca. Pero tampoco esta aventura ha tenido éxito en el cuarto intento de la historia en conquistar la majestuosa pirámide de roca y hielo del K2, el único ochomil que se mantiene virgen en invierno.

Curiosamente, en esta ocasión ni en el Everest ni en el K2 los alpinistas han podido siquiera alcanzar la barrera de los 8.000 metros. Las condiciones meteorológicas han sido muy adversas y las ventanas de buen tiempo, especialmente cuando el viento amainaba, exiguas y cortísimas.

Ante esta situación, Txikon, que llegó al campo base del Everest a primeros de enero, puso punto final tras dos meses de expedición. «El balance es muy negativo porque no he cumplido mis expectativas, pero creo que hemos hecho lo mejor ya que de haber intentado el ataque a la cima, alguno de nosotros no hubiese bajado con vida», admitió el experimentado montañero de Lemoa (Vizcaya), de 36 años, frustrado por no tener una oportunidad clara de intentarlo. «Mi intención era al menos salir del campo 4 hacia arriba, pero no ha sido posible. Vengo con la sensación de que ni lo he intentado».

Cambio repentino de tiempo

Txikon llegó a iniciar el ataque a la cima, el 24 de febrero, pero cuando se encontraba casi a 7.900 metros, un cambio imprevisto del tiempo le obligó a descender. Puede que no vuelva más al Everest en invierno. «No creo que lo intente de nuevo. Hay otros proyectos. ¿El K2? Sí, porque no, es una opción bonita», avanza Txikon, con 11 ochomiles en su palmarés, todos sin oxígeno, incluido el Nanga Parbat, al que subió en el 2016 en invierno por primera vez junto al italiano Simone Moro y el paquistaní Ali Sadpara.

Cuarto intento fallido

Sí, atractivo es el K2 pero inaccesible en invierno por ahora como bien sabe el grupo polaco, cuya aventura terminó con reproches y un intento en solitario y a la desesperada de Urubko, contraviniendo las órdenes del jefe de expedición, Krzysztof Wielicki, referencia del himalayismo invernal que ha visto fracasar su tercera tentativa al K2 (1988, 2003 y 2018). También Urubko, que cuenta con los 14 ochomiles en su palmarés, sabe de la dureza del K2 en esta estación, ya que participó en el intento del 2003.

La presente expedición ha estado marcada por la heroicidad que tanto él como Adam Bielicki llevaron a cabo en el Nanga Parbat (8.126 m.), jugándose la vida para rescatar en plena noche a la francesa Elisabeth Revol, al final salvada, y al polaco Tomek Mackiewicz, quien se quedó en la montaña. «La decisión de abandonar fue correcta porque terminé cansado de la mala relación y la negatividad del grupo», lamenta Urubko, que tiene decidido volver a intentarlo. Quién sabe si junto a Txikon.