La selección española cerró el 2018 con un triste triunfo ante Bosnia en Las Palmas de Gran Canaria (1-0). Brais Méndez, uno de los debutantes junto a Pau López y el perico Mario Hermoso, selló la victoria de una selección alicaída que ya conocía su desgraciado destino en la Liga de las Naciones con la remontada inglesa en Wembley. La versión B de la Roja tampoco enamoró. A Luis Enrique le queda mucho trabajo por delante para dar con la tecla correcta de una España que camina entre dudas.

No había nada en juego en el amistoso que servía para rendir homenaje a David Silva, uno de los integrantes de la generación de oro que condujo a la Roja al mejor ciclo de su historia, con dos Eurocopas y un Mundial en cuatro años casi irrepetibles. La realidad actual es mucho más terrenal. España ya no domina el planeta futbolístico. Es solo una buena selección que pelea por volver a estar entre las mejores con una complicada regeneración. Los que vienen están demasiado lejos de los que se fueron. Hay que admitirlo.

Generación nueva

"Luis Enrique tiene toda nuestra confianza. Se está viendo una generación nueva que intenta hacerse sitio. Nos hubiera encantado estar en la final four de la Liga de las Naciones, pero no dependíamos de nosotros. Miramos hacia el futuro", reflexionó Luis Rubiales, el hombre que confió en el asturiano como arquitecto de la nueva España. "La selección tiene buena pinta. Hago un balance positivo de mis seis partidos. El equipo está mejor de lo que esperaba a estas alturas", dijo el técnico, optimista pese al chasco en la Liga de las Naciones.

Cuatro horas antes de saltar al césped canario la selección ya conocía el resultado de Wembley. Necesitaba un empate la Roja en el templo inglés y en 63 minutos existieron esas tablas. Al final, Kane destrozó el objetivo de una selección que no dependía de sí misma.

Un mágico septiembre con triunfo ante Inglaterra y goleada contra Croacia parecía levantar el ánimo coincidiendo con el adiós de figuras emblemáticas como Iniesta, Piqué y Silva, pero la realidad volvió a imponerse con dos derrotas ante los mismos rivales que acabaron conduciendo a otra decepción.

De poco servía la pachanga de este domingo en un estadio semivacío. El cuestionado De Gea se quedó en el banquillo y dejó su sitio a Kepa, que a los 25 segundos hizo su primera y última parada. Mario Hermoso, el prometedor central del Espanyol, se estrenó como titular con buena nota.

La Roja actual es terrenal. Los que vienen están demasiado lejos de los que se fueron

Brais, el autor del gol (m. 78), y Pau también debutaron en un combinado gris que solo mejoró en el tramo final con buenos detalles de Fornals, que jugó su segundo partido como internacional (debutó con Del Bosque en el 2016). Morata, que lleva un año sin marcar con la selección, personalizó como nadie la gris imagen. El punta del Chelsea, siempre tosco en sus movimientos, falló un gol a puerta vacía antes de ser sustituido por Rodrigo.

La competición de verdad retornará en marzo con la fase de clasificación para la Eurocopa-2020, que se sorteará el 2 de diciembre en Dublín. El torneo, en el que participarán 24 selecciones, tendrá lugar en 13 ciudades, entre ellas Bilbao.

Wembley, el estadio donde este domingo se confirmó el batacazo en la Liga de las Naciones, acogerá las dos semifinales y la final. Repetir los recientes títulos del 2008 y 2012 será el objetivo de la renovada selección de Luis Enrique. "El día podría ser más negro. Si nos gana Bosnia tendríamos un cocidito bueno. Siempre puede ser peor", concluyó el técnico.