«No estamos en modo de ampliación de capital. Estamos en modo venta». Fue la respuesta del aún máximo accionista del Córdoba la pasada semana cuando se le adujo esa opción para mejorar la plantilla. Por supuesto, justo antes del 10 de enero. También habló después del 10, en un desembarco mediático sin precedentes, ya que de todos es sabido de su cordial relación con todo el mundo, sobre todo con la prensa. Sabedor de ello, y con la necesidad de altavoz, buscó y buscó entre los que le dan a la tecla y, en principio, tuvo hueco para tener altavoz, pero él solo. Posteriormente se le estropeó el plan. Lo importante es que, mientras que Carlos González aseguraba durante años que lo de ampliar capital para tener mayor límite salarial era casi un invento de la prensa, dicho invento dejó de serlo en los días previos a la transacción frustrada. Interesaba dejarle esa patata caliente a los recién llegados, la exigencia por parte de la masa que él no quiso aceptar, a pesar de que la pasada semana, públicamente, reconocía que era una vía para poder fichar. También, la de demostrar ante la LFP un ingreso no previsto el pasado verano. Léase, un nuevo patrocinador, una nueva cantidad de dinero por publicidad o explotación.

El «empresario» no solo no ha ampliado capital, ni lo hará, sino que se ha mostrado incapaz de generar un ingreso extraordinario, algo ciertamente sorprendente, dadas sus legendarias buenas relaciones «con todo el mundo» y la apertura del club a la sociedad cordobesa, sus instituciones, afición y empresas. González se jactaba de serlo la pasada semana cuando hablaba de repartir dividendos, porque «los empresarios tienen empresas», una frase ciertamente marianista. Lo que no explicó es lo que pasa cuando esos empresarios que «tienen empresas» las dejan abandonadas a su suerte si la gestión ha sido la que se ha visto en el Córdoba en los últimos años. Ahí, al parecer, ya no se es empresario, y al parecer los errores en la gestión los pagan otros, mientras que los aciertos o los mayores beneficios de éstos son solo para él. Sería conveniente que el dueño del Córdoba explicase la diferencia entre un huevo y una castaña, distancia que él mismo marcó entre el Córdoba del 2011 y el actual. El último encuentro del Córdoba previo a su llegada a la entidad blanquiverde fue un Córdoba-Las Palmas con 6.500 espectadores en las gradas, con el equipo salvado tras una anodina temporada y, por lo tanto, todos dando por garantizado que el Córdoba seguiría en Segunda. El último encuentro en El Arcángel, esta campaña, trajo prácticamente el mismo público, en mitad de la Liga e intentando pelear por la salvación. En junio del 2011, el Córdoba tenía en «alquiler» una ciudad deportiva por 500 euros al año.

LAS INFRAESTRUCTURAS / Hoy, el máximo accionista de la entidad blanquiverde habla de «infraestructuras», para lo cual debería -como mínimo- pedir permiso a Grupo Tremon, porque dicho alquiler tiene pinta de que subirá hasta los 70.000 o 100.000 euros al año. En un mes, el Córdoba podría no tener dónde entrenar, a pesar de los «dos campos de césped artificial», de los que aún González no ha revelado si están pagados. No es baladí la afirmación: el césped de El Arcángel se pagó el pasado verano con 24 pagarés (unos 120.000 euros en total) y sólo hay que mirar su estado para pensar, de nuevo, en la gestión realizada. Que el «empresario» del Córdoba hable de infraestructuras está al nivel de la arenga, la pasada semana, de su asesor deportivo a la plantilla blanquiverde, lo que entronca con aquel objetivo marcado, hace años, de «profesionalización» del club. Obviamente, el dueño decidiría que para qué, cuando se tiene conocimiento personal de todos los campos y, más que empresario, se es un hombre del Renacimiento. Y hay que repetirlo: ante los graves errores, que paguen otros. Por mucha vehemencia que se aplique es complicado regatear a la afición que, al parecer, ya se mueve para que el sábado, ante el Albacete, sea una jornada de movilización y de protesta. Porque si ahora, se entiende, no se está en «modo venta» debería tocar estar en «modo ampliación de capital». Los «empresarios que tienen empresas», nos dicen, deben cuidar al máximo el objeto social de las mismas. En el Córdoba es el fútbol, objeto social que ha sido abandonado (se invirtió el 25% hace apenas dos años), cuando no maltratado, por parte de su máximo accionista. Y eso, hay que insistir, después de ingresar más de 80 millones de euros en los últimos cuatro años. Eso y mucho más que se queda en el tintero, en cuanto a gestión, con una incógnita añadida. El pasado viernes, el propio Carlos González reconoció a este periódico que el límite salarial «está sobrepasado en 1,2 o 1,5 millones, no sé la cantidad exacta». Aducía que dicho exceso llega por «la valoración de ingresos por fichajes que hicimos; al no vender por esa cantidad, la LFP lo ha imputado a 31 de enero, cuando lo hacía a 30 de junio».

Evidentemente, González recordaba que «eso es para todos los clubs». Lo que no han hecho todos los clubs es aplicar esa previsión. Prefirieron ser más conservadores o más realistas y si el Córdoba hubiera aplicado esa previsión, obliga a una pregunta: ¿Al límite conocido de 5,9 habría que restarle gran parte de esos 1,2 millones, con lo que esta temporada hubiera quedado por debajo de los cinco millones de euros? Porque entonces se quedaba entre los cinco últimos de Segunda siendo un club de entre los primeros en ingresos por TV y masa social.

«EL REGALO» / En lo que se refiere a la venta, el dueño del Córdoba aseguró la pasada semana públicamente que «muchos me han dicho que estoy loco y que regalo el Córdoba» por 8,5 millones de euros. Cabría pensar, ante la confidencia empresarial, que la cola en El Arcángel para hacerse con el «regalito» llegaría hasta Mercacórdoba. Pero no. «Solo hemos recibido dos ofertas: la de Garrido, desechada en octubre, y la de León». Posiblemente porque dar esa cantidad de dinero por un equipo de Segunda B que agota sus últimos momentos en Segunda no es tal regalo, con lo que la legendaria credibilidad del dueño del Córdoba queda, de nuevo, en entredicho.

Como se comentó desde aquí hace ya muchos meses, González sigue bailando la yenka. Solo que en esta ocasión ya no hay música, con lo que la escena queda un tanto ridícula. Hace años alguien le dijo al «empresario» del Córdoba: «Dinero o ego. No tendrás las dos cosas». Continúa pretendiendo ambas, solo tiene posibilidad de una y está en riesgo de perder las dos.