El Sevilla hizo 15.000 abonados más el verano en el que llegó al Sánchez Pizjuán Diego Maradona, lo que deja a las claras la repercusión del astro en el fútbol mundial. Era el curso 92-93. «Fue una explosión, una barbaridad», recuerda un Javier Pineda que era casi un niño cuando le tocó vivir en el mismo vestuario que el astro argentino. «Entrenábamos en la ciudad deportiva y allí no iba nadie. Fue llegar él, y en los entrenamientos, todos los días, había miles de personas, era tremendo», explica el cordobés, que señala la vertiente futbolística y humana del argentino. La última «aún mayor».

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Pineda detalla, como ejemplo, lo ocurrido en Burgos. «Bilardo lo retiró del campo y él se fue con bronca, como diría él, tanta que ni me saludó y solo tenía ojos para el entrenador, muy enfadado». El partido finalizó, el Sevilla regresó a su ciudad y al día siguiente Maradona tuvo un gesto que no está al alcance de muchos, y menos, si eres un dios del fútbol. «Nada de cogerme aparte, no, delante de todos los compañeros, dentro del vestuario», sonríe el cordobés: «Una cosa, chicos, perdonad, quiero pedir disculpas al pibe porque mis formas no fueron acertadas», dijo Maradona, a sus 33 años, delante de todos. «Me puse colorado», reconoce Pineda.

En el aspecto futbolístico, para Pineda no ha habido otro mejor y lo califica como «brutal». Las defensas, los campos de entonces no se repetirán y, a pesar de ellos, Maradona hizo lo que hizo y llegó hasta donde llegó. «Siempre te daba el balón de la mejor manera, presentado por delante, tú solo tenías que correr», reconoce Pineda, que además explica que «darle el balón a Diego era un seguro de vida». Recuerda en particular «un partido contra el Real Madrid, una barbaridad, ganamos 2-0 y lió el taco, aún hoy veo jugadas de él en ese partido y pienso que es una brutalidad», asegura el que fuera mediapunta en el Sevilla.

Como persona, Pineda resalta «el carisma que tenía, cómo defendía a todos, su forma de ser. Defendía a todos por igual, no hacía distinciones, a veteranos, a jóvenes, a titulares, a suplentes, para él todos eran iguales y su generosidad». Un ejemplo de esta última es los numerosos relojes que llegó a regalar Maradona a compañeros simplemente porque estos alababan lo llamativo que era al verlo sobre su muñeca. Una alabanza y el argentino se lo quitaba para dárselo al compañero. «Es que él era así en todo y para todos», reitera Pineda.

Una formación del Sevilla, con Pineda al lado de Maradona arriba, a la derecha.

La repercusión del argentino era tal que a Pineda se le quedó grabada una minigira del Sevilla, obligada para financiar su fichaje. «En Turquía, en el campo del Galatasaray, todo el campo cantando ‘¡Maradona! ¡Maradona!’, tremendo, tremendo», recuerda el cordobés, para el que también resulta «inolvidable» la visita del Sevilla a Argentina, en donde disputó varios amistosos y en la que Maradona invitó a toda la plantilla a su casa, a asado.

«No hay día que no me acuerde de él, no lo digo ahora, con lo que ha pasado, me lo has escuchado decir varias veces», comenta Pineda, que lleva horas dándole vueltas a un hecho ocurrido hace apenas unas semanas. El 30 de octubre pasado cumplía 60 años y Richy Castellanos, conocido relaciones públicas, organizó un homenaje en forma de vídeo para el argentino. Y llamó a Pineda. «Parece que hemos sido embajadores del sentir de millones de personas en el mundo y era como un vídeo de despedida. Es como si lo hubiera visto, lo hubiese disfrutado de él y haya dicho adiós», confiesa Pineda, emocionado.

En el canal de whatsapp que tiene el cordobés con muchos de los jugadores de aquel Sevilla, como Rafa Paz, Unzúe, Monchu, Tevenet o Andrade, todos coinciden: «Se ha ido el más grande de todos los tiempos».

Las camisetas para Pepín

Pepín atiende la llamada justo después de colgar el teléfono a otro cordobés, Toni Muñoz, que también vivió la época de Maradona en España desde el lateral izquierdo del Atlético de Madrid. De Pepín ya se ha contado el halago que en su momento hizo Diego Armando Maradona y el marcaje que le hizo el cordobés en su etapa en el Real Valladolid. Temporada 82-83, segunda jornada: el primer partido del 10 argentino en el Camp Nou. Aquello terminó con 3-0.

«Le pedí la camiseta y me comentó que la tenía prometida, pero que en el partido en Valladolid me la daría», recuerda el centrocampista cordobés. Pero el argentino cayó enfermo por una hepatitis y se perdió el encuentro de la segunda vuelta. No fue un problema. «Estábamos en el estadio, una hora y media antes del partido, como siempre, y vino Tente Sánchez con dos camisetas con el 10», recuerda Pepín. «Diego me ha encargado que te dé esto, Pepín», le explicó el defensa culé ante la sorpresa del cordobés, que no daba crédito a que el argentino se acordara muchos meses después de la promesa.

Pepín, en una imagen reciente en Córdoba | A.J. GONZÁLEZ

«Hizo internacionales a los compañeros que tenía en aquel Barcelona, por él los llamaron a la selección a muchos», reivindica Pepín ante algunas dudas sobre la grandeza futbolística del argentino. «Diego sufrió mucho cuando llegó aquí con 20 o 21 años», asegura Pepín, recordando la tremenda calidad técnica de Maradona y las defensas que se estilaban por entonces. Pero a pesar de ello, Maradona dejó su sello y Pepín no tiene dudas: «Para mí ha sido el más grande y, además, más compañero que algunos compañeros con los que compartes vestuario».

También recuerda una anécdota en Barcelona, estando el cordobés de vacaciones y visitando a su familia, ya que «en Córdoba solo estaba el Litri». Se jugaba la Copa de la Liga y el Madrid ganó al Barcelona. Pepín salió con su novia, por la noche, y coincidió con jugadores blancos y los llevó a Cartier, la discoteca de moda entonces. Cuando se marchaba se cruzó con Maradona, que quiso que regresara. Pero el Renault Fuego de Pepín había sido asaltado en el parking de la discoteca. Maradona quiso llevárselo a casa. Pepín se negó y el argentino le pidió que le llamara cuando resolviera todo con la Policía. Así lo hizo. «Llamé a las 11 de la mañana y me cogió el teléfono Claudia, su mujer, que quiso despertarlo, pero le insistí en que no lo hiciera», recuerda Pepín con una sonrisa.

«Su humanidad, destaco su humanidad», explica el cordobés cuando se le pide que destaque alguna cualidad del argentino, porque «era así para todo y con todos». Y futbolísticamente, para él, no hay discusión: «Era el que mandaba en el campo, no ha habido ninguno como él».

Berges y la guerra de estilos

Rafael Berges estuvo en el mismo partido que Diego Armando Maradona, sobre el mismo césped y en el mismo estadio, el Heliodoro Rodríguez López. Iniciándose el año 1993, el Sevilla visitaba al conjunto tinerfeño y ambos peleaban la misma Liga. De hecho, el Tenerife terminó ocupando plaza para disputar la Copa de la UEFA la siguiente temporada y los sevillistas se quedaron a tan solo un punto.

Formación del Tenerife con Berges, arriba en el centro.

«Aquello fue una batalla», recuerda el campeón olímpico, que empezó el duelo en el banquillo. En el calentamiento ya notaba Berges el gran peso de Maradona en todo su entorno. «Le rodeaba un halo, calentaba aparte, sin relacionarse demasiado con los demás y el toque de balón, incluso en un calentamiento era…», explica el actual técnico del Badak Lampung indonesio, con una sonrisa, sin terminar la frase, expresando la admiración por el astro fallecido.

Maradona tuvo que abanderar también a su equipo en aquella guerra entre Bilardo, su entrenador en aquel momento, contra Valdano, declarado seguidor de Menotti. El propio Maradona terminó expulsado en un choque de alta tensión con varias expulsiones y en el que Berges jugó los últimos minutos. «Aquello fue una batalla y él estaba en todas, en todas», recuerda el cordobés, que remarca que «era imposible de parar, al menos, legalmente». «Marcó una época en el fútbol, claramente, y lo que hizo no se le ha visto a nadie», termina señalando el campeón olímpico.