Al Eibar no le cabe más remedio que resignarse al descenso que se confirmó tras ser goleado en Jerez de la Frontera (3-0), pero que se gestó a lo largo del tiempo por su alarmante bajón de rendimiento, sobre todo desde que arrancó el 2009.

Hasta entonces el conjunto armero al menos había cumplido con el papel que le otorga la humildad de su presupuesto y, después de llegar a coliderar la clasificación a la conclusión de la segunda jornada, despidió el 2008 con cierta solvencia, fuera de los cuatro últimos puestos gracias a los 20 puntos sumados en las primeras 17 jornadas de la competición.

Sin embargo con el nuevo año al cuadro que dirigía Carlos Pouso se le fundieron los plomos, puesto que al buen partido disputado contra un Xerez que ya llegó a Ipurúa como líder y se alió con la suerte para llevarse un punto (1-1) le sucedieron cinco derrotas consecutivas.

En descenso desde la jornada vigésima, amagó con reaccionar a través de triunfos sobre Huesca (2-0) y Celta (1-2), pero el gran mazazo llegó de seguido, cuando con todo a favor para salir del atolladero se vio remontado ante su afición por el entonces más que desahuciado Alicante, al que aventajaba en 11 puntos y que, a pesar de ello, venció con merecimiento por 1-2.

Aquel punto de inflexión dejó muy tocado al equipo y al propio Pouso, cesado tras perder la semana siguiente en Albacete (2-0).

Los dirigentes eibarreses buscaron soluciones de emergencia con la contratación de Josu Uribe, pero tampoco el técnico gijonés dio con la tecla necesaria para variar el titubeante rumbo de un equipo carente de solidez y de pegada.

Problemas agudizados

De hecho en los tres últimos meses los problemas del Eibar se han agudizado, con errores de bulto partido tras partido que echaron por tierra el trabajo desarrollado, hasta llegar a ser víctimas de un fatalismo inimaginable, incluidos tres autogoles y numerosas lesiones de gravedad.

En 12 encuentros Uribe sólo ha podido lograr cuatro empates y el cuadro guipuzcoano ha caído en una espiral negativa de resultados que amenaza con sellar la temporada más ruinosa que recuerdan los aficionados de mayor edad.

Aunque ya no será colista, por la hecatombe que también ha rodeado al rendimiento del Sevilla Atlético, el Eibar oposita para empeorar sus registros de la campaña 20005-2006, cuando también descendió a Segunda B.

Si entonces fue último con 35 puntos, ahora apenas tiene 31 a tres jornadas para el final, acumula ya 14 semanas sin vencer -su peor racha está en 17 hace veinte años- y ya ha batido el número de derrotas en estas dos décadas, con 22.

Aún así, el Consejo de Administración que preside Alex Aranzabal está dispuesto a confiar a Uribe el reto de devolver al equipo a la división de plata, incluso a sabiendas del mayoritario posicionamiento en contra de la afición azulgrana, necesitada de un proyecto nuevo que le devuelva la ilusión.

"Hay que seguir trabajando y acabar lo más dignamente posible", reflexionó tras consumarse el descenso el preparador del Eibar, que aludió a las dificultades que conlleva para un equipo modesto permanecer en la categoría.

"Ha sido un año muy difícil y no se ha conseguido, por lo que es momento de estar fastidiados, pero también de hacer bien las cosas y planificar un buen equipo para regresar lo más rápidamente posible", añadió Uribe.